Fue protagonista de una de las acciones más recordadas del Dakar 2022. Gerard Farrés (24 de marzo de 1979, Manresa) tuvo el sueño de su vida ante sus ojos. Podía ganar el Dakar. Afrontaba la última etapa con 1’41 de ventaja sobre su líder de equipo, Austin Jones. Aquel día se quedó parado en un punto hasta dejar el Dakar en manos de su compañero. Fue 2º. ¿Qué hubiera pasado si Gerard hubiera rechazado las órdenes de equipo y hubiera ganado el Dakar? “Sabría que hoy estaría en casa, seguro, al 300%. En el momento en que le fallas a un equipo que deposita su confianza en ti, no me hubieran llevado de vuelta al Dakar. Y tampoco el resto de equipos, porque hubiera demostrado mi falta de profesionalidad”, asegura Farrés a MD.
Pero con ese gesto, el piloto de 43 años logró su victoria más importante: regresar al Dakar 2023. “‘Gerard, el año que viene podrás volver’. Me dijo el jefe del equipo, Scott, con lágrimas en los ojos al cruzar la meta final. Aquello me daba tranquilidad, pero hasta que no ves que estás inscrito te llama el equipo en octubre, vives intranquilo”.
Año a año: Así vive un Dakariano
Para entender el gesto de Farrés hay que conocer la vida de la mayoría de los pilotos. “Los que cobran por correr en coche los podemos contar con los dedos de las manos”, dice.
Se podría pensar que alguien que ha llegado al podio del Dakar en motos, que fue tres años seguidos el mejor español en motos y que ha estado en dos podios más del Dakar en 4 participaciones en Side by Side (vehículos ligeros) debería tener la vida solucionada y la participación en el Dakar garantizada. Pero no es así. Gerard ejemplifica lo que viven tantos y tantos pilotos .
Los que tienen billetes van al Dakar pagando, y algunos como Farrés lo pueden hacer gratis por la profesionalidad mostrada en toda su carrera. No gana nada por correr. Pero el estar en el Dakar es lo que le permite vivir.
“Yo vivo del hecho de poder correr, que no me cueste dinero. Ello me permite generar visibilidad para que marcas de casa nos apoyen, lo que me da para poder pagar un copiloto, entrenar, hacer alguna carrera más y poder vivir. Así que todo esto es gracias al equipo a los sponsors”. El Dakar, a la vez le abre otras puertas. Da clases de conducción a otros pilotos, charlas para empresas y clases de moto a niños.
Acepta el “vivir año a año”. No cambia esa vida por nada. “Mi sueño es ganar el Dakar. Significa dormir muy poco y trabajar mucho. No quiero un Ferrari ni una gran casa. Quiero ganar el Dakar”, apunta.
Farrés vive en un piso en Manlleu y sonríe al recordar las vacaciones con su familia, durmiendo con sus dos hijas y su mujer en una furgoneta. Nada de lujos. Solo quiere disfrutar de su familia y su pasión.
Pensó en dejarlo
Solo pensó en dejarlo en 2015 tras dos abandonos. “Un año quemé la moto y al siguiente me quedé congelado. Llegué a casa y le dije a mi mujer: ‘Anna, si no me sale nada mejor, me retiro. Porque no corro por un sueldo, sino por un resultado’. Estaba llorando, sufriendo. Pero ahí llegó su oportunidad: fichó por el equipo Himoinsa y brilló.
Fue 8º en motos en 2016, 3º en 2017, 6º en 2018 y se pasó a los Side by side con el equipo Can–Am con una 2ª posición en el Dakar 2019 que repitió en 2022. Can-Am le brindó la ocasión dedar el difícil salto a las cuatro ruedas cuando apostó por él en 2019 y ello le permitió seguir viviendo de su pasión. De ahí hasta hoy. Nunca podría permitirse pagar los más de 300.000 euros que puede costar acudir al Dakar con un vehículo como el suyo. Por ello, el disponer de la oportunidad de ir al Dakar y conocer su vida es clave para entender la decisión de Farrés de 2022 de entregarle la victoria a su compañero. “Ni lo dudé”, recuerda en MD.
Fue causa-efecto. Y ahora, la consecuencia de aquel gesto, ya sin Austin Jones en el equipo, es que South Racing Can-Am le llevará de nuevo al Dakar 2023 sin órdenes de equipo. Podrá pelear por el triunfo si la carrera se lo permite. Gerard está ante la ocasión de su vida. El Dakar le debe una