El viaje empezaba mal. Al llegar al aeropuerto de Barcelona para dirigirnos a Yanbú (Arabia Saudí), me di cuenta que una de las dos ruedas de mi maleta estaba a punto de romperse. No creo que aguante los caminos mañaneros de vivac en vivac sobre arena y tierra y llegará el momento de empujar 22 kg sin ruedas. Eso ya llegará. Antes, había que centrarse en el presente, el viaje hacia el primer campamento del Dakar. Había casos mucho peores al mío. Periodistas de Madrid tenían qur hacer escala de 4h en Frankfurt y otra parada de 1h en Múnich más el viaje a Yanbú.
Los compañeros argentinos tenían 13h por delante hacia Frankfurt, 12 horas de escala y 5h más de viaje a Yanbu. En nuestro caso, el vuelo era directo Barcelona-Yanbu. Salía a las 23.30. Había que dormir porque llegaríamos por la mañana y empezaría el lío administrativo previo. El avión era pequeño, estrecho y el sueño no fue placentero. Cero descanso.
Una vez en Yanbu, nos dirigíamos a la gran novedad, el ‘Sea Camp’, el Campamento del Mar. Allí estaremos los días previos a la carrera y en las dos primeras jornadas (prólogo y etapa 1), para que toda la caravana del Dakar esté junta y controlada. Prometían un “vivac diferente”, con campo de fútbol y otras comodidades. Prometedor. A la llegada, 200 metros arrastrando la maleta por arena nos avisaba de que el día iba a ser complejo. Lo primero era conseguir una tarjeta SIM para tener datos en el móvil estas dos semanas, algo básico para nuestro trabajo de periodistas. Sí, había campo de fútbol, incluso uno de voley, las vistas eran muy bonitas, con el Mar Rojo al lado, y también hay un puesto de lavandería, una barbería (unos 15 euros el corte de pelo y 10 la barba), un mini súper mercado por si nos habíamos dejado algo.
Se encendieron nuestras alarmas: Las 3.000 personas que componen el vivac irían a comprar su tarjeta SIM
Y al lado, el puesto de telefonía. Un puesto pequeño. Se encendieron nuestras alarmas: Las 3.000 personas que componen el vivac irían a comprar su tarjeta SIM. Para colmo, abría a las 12.00. ¿Por qué no antes? Nadie lo sabe. A las 10h ya había una cola de 40 personas. No llegó nadie hasta las 12.50. 50 minutos más tarde. 3 horas al sol, incluídos los pilotos. Carlos Sainz alucinaba. Laia Sanz resoplaba al ver la cola. Nadie daba crédito.
“Hola. Soy el líder de este puesto”, se presentó el empleado de telefonía. Y empezó el show. Repartieron números. Teníamos el 29. El primero entró 10 minutos más tarde y tardó un cuarto de hora en salir con su SIM. 15 minutos por 29… la espera podía ser eterna bajo un sol y un calor que no se podían aguantar. Imagínense: en una playa, esperar 3h al sol sabiendo que te quedaban otras 4 para ser atendido.
En lugar de preocupación, el dependiente empezó a preguntarme por si era fan de algún equipo italiano mientras otro empleado me daba café árabe
La organización, descontenta con la telefonía, facilitaba un bus para prensa para ir a por una tarjeta a la ciudad. Una hora de ida y otra de vuelta más la espera en el establecimiento. Dudamos, pero fuimos 16 los que decidimos aceptar. Tras el trayecto, nos levantamos para salir del autocar. Parecía que ya estaba, pero no. El bus se había desviado para llevar a dos personas al aeropuerto. Quedaban otros 20 minutos de carretera. Finalmente llegamos a Yanbu. Nos paran delante de la telefonía. “Lo hemos conseguido”, pensamos. Pero rápidamente nos dimos cuenta que andábamos equivocados. Había todo un equipo delante nuestro con el mismo objetivo de la tarjeta SIM. Unas 50 personas delante. Llamaba la atención que en una tienda con 9 mostradores, solo dos estaban operativos. Entendimos el motivo justo después. Decidimos ir a por un café pero todo estaba cerrado. “Es la hora del rezo. Aquí llaman al rezo y las personas van. Esperan unos 10 minutos, empiezan a rezar en la mezquita, y luego vuelven”. Por eso solo había dos personas atendiendo en la tienda.
Luego llegarían refuerzos, pensamos. Llegaron solo dos personas más. Una de las personas era el jefe y se limitaba a hacer fotos, para recordar el día que su tienda se llenó con 60 personas. Y el otro sí se puso al tajo. 2 horas más tarde de nuestra llegada a la telefónica, empezaron a atender a nuestro grupo. Lo hacían con una calma enorme, un ritmo isleño ante el que lo único que podías hacer era unirte. Calma y sonrisas.
Los días previos, hasta que no consigues tenerlo todo bajo control, son agotadores, como un Dakar previo al verdadero Dakar.
Para una tarjeta tuvimos que presentar pasaporte, visado y poner nuestra huella dactilar en un documento en el que nadie sabe qué pone. Confianza máxima. No quedaba otra. Pero al poner la huella, había un problema. La mía no estaba activada aún desde mi control de pasaportes. Lo intentamos 3 veces. En lugar de preocupación, el dependiente empezó a preguntarme por si era fan de algún equipo italiano mientras otro empleado me daba café árabe. “De la Juve“, respondí. Su gesto cambió. “Soy milanista”. “Me gustaba el Milan de 2003″. Empezamos a recitar la alineación entre los dos. “Dida“, dijo él. “Cafú“, yo. “Nesta“. “Maldini“. “Pirlo“… Sonrió. Me lo tenía que camelar de alguna forma y la cosa parecía funcionar. Entonces llamó a otro dependiente. Pensaba que era para que le ayudara con el problema de mi huella, ya que ello no me dejaba comprar la tarjeta. Para nada. Cero preocupaciones. “Juventino”, le dije. Se puso las manos a la cabeza a la vez que se lamentaba. “Soy romanista”. Le dije que a la vez era del Barça. Le gustó más, pero respondió que la Roma le ganaría al Barça en la Europa League. “Tenemos a Dybala y a Pellegrini“, exclamaba. A mí me preocupaba la tarjeta pero le seguía la corriente. Tras ello, me cambiaron de dependiente y me di cuenta que solo había perdido tiempo. No había manera. No funcionaba. La situación se volvía más surrealista.
Delante mío empezaron a desplegar alfombras. Los otros empleados empezaban a rezar sin importarle que estuviéramos allí
Delante mío empezaron a desplegar alfombras. Los otros empleados empezaban a rezar sin importarle que estuviéramos allí. Finalmente, accedieron que me comprara la tarjeta otro periodista y pusiera él su huella. 3 horas más tarde (8 desde que fuimos a por la tarjeta al vivac), lo logramos.
Próxima meta, conseguir acceso al satélite de internet
Cumplimos el primer objetivo, no sin sufrimiento. Quedaba otra hora de vuelta al vivac. Regresamos con un día perdido, con necesidad aún de probar internet en el ordenador. La siguiente meta será conseguir acceso al satélite de internet de la carrera para poder escribir con el portátil desde el resto de vivacs. Esa será otra lucha dura. Los días previos, hasta que no consigues tenerlo todo bajo control, son agotadores, como un Dakar previo al verdadero Dakar. Tras ello, quedarán 14 días de carrera más la prólogo, con múltiples viajes de vivac a vivac y pocas horas de sueño en condiciones delicadas.
“Qué hago aquí?. El año que viene no vuelvo”, repetimos en muchas ocasiones en nuestro primer día de aventura, recordando que cada año decíamos lo mismo y luego el Dakar siempre acaba llamando a tu puerta.
“C’est le Dakar” (Así es el Dakar), dicen todos año tras año. Una aventura para todos.
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