La victoria de Ucrania es también la victoria de la otra Rusia, que hoy lucha y resiste —en el interior del país y en el exilio— frente al régimen cada vez más represivo de Vladímir Putin. Esa otra Rusia —plural y dispersa— se organiza para ser eficaz durante una guerra que puede ser larga; y otea también las opciones nebulosas de un futuro posbélico.
Tras este enunciado abstracto y aparentemente ambicioso hay proyectos concretos y personas reales, que durante tres días, del 1 al 3 de febrero, han intervenido en un seminario en Madrid. Los organizadores de este evento, patrocinado por la Unión Europea, fueron el Ministerio de Asuntos Exteriores de España y las fundaciones CIDOB y Rafael Del Pino.
El seminario reunió al equipo directivo de Memorial, la organización formada en 1989 en Moscú para investigar el estalinismo y defender los derechos cívicos. En 2022, Memorial fue declarada fuera de la ley en Rusia y premiada con el Nobel de la Paz en Noruega.
Más de una veintena de personas, de ellas cerca de la mitad residentes en Rusia, acudieron a la cita de Madrid, donde debatieron con representantes de la sociedad civil ucrania y exiliados de Bielorrusia tras las fallidas protestas de 2020 contra la dictadura de Aleksandr Lukashenko.
En Rusia, Putin es apoyado por la mayoría de la población, pero hay también una minoría, de un 5% por lo menos, que se opone al régimen y que, a riesgo de ser encarcelada, ayuda a Ucrania en distintas tareas, incluido el retorno de civiles ucranios que fueron conducidos a Rusia por las circunstancias de la guerra. Así lo manifestó Evgeny Zajárov, jefe de Memorial en la ciudad ucraniana de Járkov. Zajárov trabaja en la confección de listas de crímenes de guerra, que ya han documentado cerca de 32.000 casos. Sus actividades figuran en la página web T4pua.org.
Uno de los problemas acuciantes hoy son los niños ucranios evacuados, que se pierden en Rusia, donde supuestamente son entregados a personas o familias para su tutela. No hay datos fidedignos sobre el número de estos casos, aunque se barajan cifras de miles de pequeños en peligro de perder sus raíces para ser integrados y adoctrinados en Rusia.
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Las entidades humanitarias internacionales deberían ser más tenaces y exigir la creación de una base de datos que permita identificar a estos niños y reunirlos con sus familias o devolverlos a su país, afirmó Svetlana Gánnushkina, activista rusa especializada en refugiados.
Pese a toda la censura informativa, los rusos pueden saber lo que sucede en Ucrania hoy y, si no lo saben, es “porque les resulta más cómodo no darse por enterados”, aseguró uno de los participantes, y seguir apoyando o dejándose arrastrar por la narrativa oficial.
A lo largo de los años, Occidente fue lento en reaccionar ante las señales de que la situación en Rusia empeoraba. Y ahora, con Moscú fuera del Consejo de Europa, tiene menos palancas de presión. Por sus características, el Consejo de Seguridad de la ONU es un instrumento limitado; no obstante, podría ser útil la convocatoria reiterada de ese organismo para debatir las atrocidades que se cometen en Ucrania. El veto ruso sería inevitable, pero la misma petición de convocatoria mantendría vivo el conflicto ante la opinión pública internacional, señaló otro participante.
Al régimen de Putin, en contra de lo que pudiera parecer, aún le importa lo que el mundo piense de su actuación y, por lo tanto, hay que dar visibilidad a las transgresiones y violaciones de derechos humanos en Rusia. Sin resonancia ni protesta internacional, en Rusia habría aún más represión, opinaron varios activistas.
En el seminario se discutió también sobre la necesidad de juzgar a los responsables de los crímenes de guerras y sobre cuál sería el tribunal adecuado y posible para hacerlo, dado que ni Rusia ni Ucrania son miembros de la Corte Penal Internacional.
La guerra provocada por Putin ha producido flujos migratorios encadenados. Varios miles de personas que se exiliaron de Bielorrusia en dirección a Ucrania en 2020, se han visto obligadas a exiliarse de nuevo, esta vez desde Ucrania a otros países como Polonia o los bálticos. Partisanos y ciberpartisanos bielorrusos ayudan a Ucrania contra Rusia, unos sobre el terreno, en el campo de batalla, y los otros en las redes digitales.
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