Los presidentes de EE UU, Joe Biden, y Brasil, Lula da Silva, este viernes en la Casa Blanca.JONATHAN ERNST (REUTERS)
El presidente de EE UU, Joe Biden, ha recibido este viernes en Washington a su homólogo brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, en su tercera visita oficial al extranjero desde que tomó posesión el pasado 1 de enero. En una breve declaración conjunta en la Casa Blanca, Biden ha evocado la defensa de la democracia y del Estado de derecho como valores compartidos. El asalto al Capitolio de 2021 y el de las sedes del Gobierno, el Congreso y el Tribunal Supremo en Brasilia, justo dos años después, con escenas calcadas del primero, acercan a los dos mandatarios, firmes en su defensa activa de la democracia frente a sus predecesores. Lula ha recalcado que quiere “recolocar a Brasil en la geopolítica mundial porque durante cuatro años el país se aisló, se automarginó” con un presidente que “menospreciaba las relaciones internacionales”, en referencia a Jair Bolsonaro. “Eso me suena”, ha apuntado Biden.
Ambos se han reunido a puerta cerrada para dialogar sobre una agenda que, según fuentes brasileñas, se ha centrado en el cambio climático, la defensa de la democracia, la economía, cuestiones globales (con la guerra de Ucrania en primer término) y regionales, como la relación de EE UU con Suramérica y Mercosur. “Espero una relación muy productiva”, tuiteó el brasileño poco antes de llegar a los jardines de la Casa Blanca en compañía de su esposa, Janja Lula da Silva.
Los dos presidentes coinciden en “su categórico rechazo al extremismo y la violencia en la política”, adelantaron fuentes de la Casa Blanca, y en la necesidad de abordar la amenaza del cambio climático, con notable consenso en torno a la protección del mayor bosque tropical del mundo, el del Amazonas. La victoria electoral de Lula ha permitido revitalizar un fondo especial de ayuda. Pero la cercanía en estos asuntos choca con sus opiniones divergentes en lo que respecta a la guerra de Ucrania, en la que Lula condena la invasión rusa pero reparte responsabilidades entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y el ucranio, Volodímir Zelenski, frente al apoyo sin fisuras de Washington a Kiev.
El demócrata ha intentado con distinta suerte arrastrar al sur global en su apoyo a Ucrania, argumentando que todas las naciones tienen la responsabilidad de oponerse a la invasión sangrienta y no provocada de un país vecino por parte de una superpotencia. Lula, por su parte, ha rechazado los llamamientos de Occidente a apoyar con armas a Kiev porque no quiere verse involucrado indirectamente en el conflicto. Además, ha tratado de erigirse en estadista capaz de mediar entre ambos bandos, proponiendo la creación de un “club de la paz” de países que puedan coadyuvar a una solución negociada. El propio Lula ha explicado, en una entrevista a CNN, antes de su cita en la Casa Blanca, que la invasión rusa “fue un error, y ahora tenemos que arreglarlo” y que se niega a armar a Kiev: “Si mando munición, entro en la guerra y yo lo que quiero es acabar con la guerra”.
Fuentes de la delegación brasileña confirmaron en Washington que Lula plantearía a su anfitrión “un debate negociado sobre la paz en Ucrania, que incluya la participación de actores mundiales más neutrales en el conflicto” como China, India, Brasil, Indonesia o Turquía, algunos de ellos los antiguos BRICS.
Con respecto a China, que Biden considera la mayor amenaza a largo plazo para los intereses estadounidenses, como demuestra la última crisis diplomática -tras el derribo de un supuesto globo espía chino y, este mismo viernes, de un objeto sospechoso sobre aguas de Alaska-, es el principal socio comercial de Brasil y Lula pretende reforzar la relación bilateral con una visita oficial en marzo, un viaje que, según funcionarios brasileños citados por The Washington Post, tendrá una agenda más sólida que la reunión de este viernes con Biden.
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El brasileño ha agradecido al estadounidense su cercanía en el momento más feliz y el más tenso de los últimos meses. Biden fue uno de los primeros líderes mundiales en felicitar a Lula por su victoria y habló con el petista tras la insurrección del 8 de enero en Brasil, para invitarle a la Casa Blanca. Sin embargo, tardó 505 días en llamar a Bolsonaro, que había cuestionado la legitimidad de su elección en noviembre de 2020. La visita de Lula se produce sólo 40 días después de asumir el poder. Ha sido el primer cara a cara de ambos como presidentes, aunque se conocen desde 2009, cuando Biden era vicepresidente de Barack Obama.
Con respecto a su predecesor en el palacio de Planalto, Lula le calificó de “fiel imitador” de Donald Trump y dijo que no hay ninguna posibilidad de que vuelva a la presidencia. En la entrevista con la CNN, el mandatario brasileño recordó que la justicia está investigando a Bolsonaro por instigar el ataque a la democracia, aunque, subrayó, no tenía intención de pedir a Biden la extradición del ultraderechista, que se encuentra en Florida desde finales de diciembre. Lula se mostró convencido de que la democracia prevalecerá en su país, aunque alertó de la existencia de una internacional ultraderechista en el mundo, un “movimiento organizado” presente en países como España, Francia, Hungría o Alemania.
El antaño líder sindicalista aprovechó la mañana antes de acudir a la Casa Blanca para reunirse con el senador demócrata Bernie Sanders, decano de la facción más izquierdista del partido, y otros congresistas demócratas como Alexandria Ocasio-Cortez, que le manifestaron su apoyo. Lula personificó la “amenaza a la democracia desde la extrema derecha” en las figuras de Trump y Bolsonaro.
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