EL PAÍS

Ajay Banga (candidato de EE UU al Banco Mundial): “Hay que integrar al sector privado en la lucha contra el cambio climático”

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Anjay Banga tiene muy claro por qué y para qué lo ha seleccionado el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, para dirigir el Banco Mundial —un puesto que, según una ley no escrita, suele recaer en el candidato elegido por Washington—, mientras el vecino Fondo Monetario Internacional (FMI) va a un europeo. El empresario estadounidense de origen indio no solo conoce lo mejor —y lo peor— de los dos mundos y economías entre las que se ha criado y desarrollado su carrera: el continente pujante pero aún lleno de retos de desarrollo que es Asia, donde nació en la ciudad de Pune hace 63 años y ha desarrollado buena parte de su carrera, y un Occidente en cuyas mayores empresas ha ido escalando puestos —ha trabajado en Nestlé, Pepsi o Citibank— hasta llegar a lo más alto antes de aspirar, ahora, a dirigir una de las instituciones internacionales de mayor peso.

El antiguo consejero delegado de Mastercard, muy vinculado al Partido Demócrata de Biden, está bregado en políticas de diversidad y desarrollo por cuna y por convicción: copreside la Alianza para Centroamérica lanzada en 2021 por la vicepresidenta Kamala Harris como una iniciativa público-privada para incentivar oportunidades económicas entre las poblaciones desfavorecidas en el Triángulo Norte centroamericano (El Salvador, Guatemala y Honduras). Banga asume además sin complejos el mensaje climático del mandatario demócrata, que quiere dejar atrás la etapa negacionista de Trump y al jefe del Banco Mundial que impuso este, David Malpass, caído en desgracia precisamente por poner en duda los avisos de los científicos sobre el peligro del recalentamiento de la Tierra por el uso desenfrenado de combustibles fósiles.

El ejecutivo aterrizó en Bruselas esta semana en medio de una gira por varios continentes y capitales para explicar su visión y recabar apoyos: en la capital belga ha aprovechado para reunirse, entre otros, con la vicepresidenta española Nadia Calviño o el ministro alemán de Finanzas, Christian Lindner. Con todos ellos ha discutido su visión sobre el Banco Mundial que aspira a dirigir en breve (las candidaturas se cierran el 29 de marzo y la decisión debería conocerse a comienzos de mayo, ya que Malpass ha anunciado que dejará el cargo el 30 de junio).

Una visión que pasa por, ante todo, garantizar más oportunidades para los jóvenes. Porque son, subraya, un “dividendo demográfico” clave que puede transformarse rápidamente en una bomba de tiempo imprevisible si a estos jóvenes no se les garantiza un trabajo y una calidad de vida dignas en sus países de origen. Y bajo calidad de vida, recalca en un encuentro con periodistas en Bruselas, se encuadra también un medioambiente sostenible que garantice alimentos, salud y agua y aire limpios.

Por ello, afirma, no se puede lograr avances en desarrollo —o evitar los “reversos” de los últimos años en la lucha contra la pobreza— sin combatir el cambio climático, un factor clave a la hora de garantizar, o arruinar, el futuro de las nuevas generaciones. Algo que ya está sucediendo: en países como Kenia, que acaba de visitar en el marco de su gira mundial, las fuertes sequías no solo están hundiendo a los agricultores, también hacen peligrar el futuro de los niños que son sacados de las escuelas para ayudar en la magra economía doméstica, a costa de cargarse “todos los logros de las últimas tres décadas para conseguir sacar a los niños de las granjas y meterlos en colegios para que puedan recibir una educación y tener una vida distinta cuando crezcan”. Pero no se puede luchar contra el calentamiento del planeta si no se involucra en esta batalla al sector privado, advierte.

“Si uno cree a los científicos, hablamos de la necesidad de inversiones de billones de dólares anuales, billones, para cambiar el rumbo en materia climática. Y si uno cree en la gente que trabaja en desigualdad, también se trata de billones. Hablamos de billones, de ceros y ceros que actualmente no existen en las cuentas ni de los gobiernos ni de los bancos multilaterales ni en las de los filántropos. Así que necesitamos conseguir que el sector privado crea que sus modelos de riesgo indican que tiene sentido invertir” en la lucha contra el cambio climático, señala este hijo de un militar de carrera que cubre su cabeza con el turbante que lo señala como sikh. “Tenemos que crear las oportunidades para que sientan que merece la pena” implicarse en esta lucha, remacha.

Porque todo, todo, está interconectado, insiste en un discurso que llena de sonrisas, pero que defiende con gran seriedad: “Cambio climático, pandemias, inseguridad alimentaria, fragilidad, desarrollo económico… todo está profundamente interconectado y hay que tratarlo con la complejidad que implica esta interconexión”.

El economista cree que, gracias a sus orígenes y su carrera, desarrollada en grandes empresas en varios continentes, está en una posición única para trazar los puentes que requieren estas complejas interconexiones. “Soy alguien que intenta encontrar puntos comunes siempre que sea posible, ahí donde se pueda lograr marcar una diferencia en cuanto a los objetivos de desarrollo, los climáticos, objetivos de pandemia, para cualquier objetivo básico y global. Creo que hay que trabajar juntos y no voy a cerrar ninguna puerta”, promete.

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