Jartum se ha convertido en los últimos días en escenario de complejas operaciones de evacuación por parte de numerosos países, entre ellos España, para sacar a sus diplomáticos y ciudadanos de la capital. Los vuelos de rescate despegan en medio de una frágil tregua que apenas logra frenar los duros combates entre el Ejército regular de Sudán y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR). Las dos partes enfrentadas acordaron el lunes por la tarde un alto el fuego de tres días a partir de la medianoche. Aunque la tregua no se está respetando y los dos bandos intercambian acusaciones de estar vulnerándola, miles de personas aprovechan la relativa bajada de la intensidad de los choques en algunos puntos de la capital para huir.
Atrás quedan millones de sudaneses atrapados por el conflicto. Muchos también tratan de huir de la violencia, pero afrontan una salida tortuosa por rutas más largas, caras y peligrosas hacia otras regiones del país o las fronteras de Egipto, Chad, Sudán del Sur o Etiopía. La capital de Sudán va camino de tornarse en una ciudad fantasma, engullida por las hostilidades, que la han empujado al borde del colapso.
Desde el inicio de los enfrentamientos en Sudán, el pasado 15 de abril, han muerto más de 450 personas y más de 3.700 han resultado heridas, según el último recuento de la ONU. Jartum es el epicentro de la lucha por el poder entre los bandos enfrentados y la prolongación de los choques ha provocado una escasez cada vez más grave de comida, agua, medicinas, electricidad y combustible. Desde el pasado domingo, el país (de 46 millones de habitantes) también sufre interrupciones generalizadas en los servicios de internet y de teléfono, según la plataforma de monitoreo NetBlocks. Y el aeropuerto de la capital, una infraestructura estratégica, ha quedado dañado y ha suspendido tenido todas las operaciones a raíz de los combates.
En cuestión de días, Jartum ha pasado de ser un refugio para miles de personas huidas de países vecinos y de regiones sudanesas con altos niveles de violencia a convertirse en el origen de un éxodo masivo en busca de seguridad. Decenas de miles buscan refugio frente a los combates. “La mayoría de las zonas de Jartum están sometidas a enfrentamientos y fuego”, explica Muhammad Ali, un joven de Bahri, una de las tres ciudades que conforman el área metropolitana de la capital. “Las tiendas de las zonas de combates están cerradas”, agrega, y “algunos se han quedado atrapados en lugares públicos, como escuelas, hospitales y museos”.
La mayoría huye a zonas cercanas a la capital sudanesa, donde la situación de seguridad es mejor, según afirma Ali. Pero también a países vecinos. Egipto, a más de 900 kilómetros hacia el norte, es uno de los destinos principales de los sudaneses que quieren alejarse del conflicto. Pese a que los precios del trayecto se han disparado, los que aún se lo pueden permitir hacen el recorrido por carretera, la mayoría en autobús, desde la capital, donde hay numerosos controles de seguridad del Ejército y los paramilitares, hasta la frontera. Se trata de un recorrido largo y por una carretera insegura y en mal estado, según han explicado en redes sociales numerosos sudaneses que han hecho la ruta. En Egipto pueden entrar directamente todas las mujeres, niños y hombres mayores de 50 años, mientras que el resto tiene que obtener un visado en un consulado cercano.
Un grupo de personas espera frente a un autobús para huir de los enfrentamientos entre el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido y el ejército, este lunes en Jartum.EL TAYEB SIDDIG (REUTERS)
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“Nosotros salimos de Jartum el viernes por la mañana, y decidimos marcharnos a Egipto cuando nuestra casa fue alcanzada por un misil”, explica Noon Abdelbassit, que en redes sociales describió el trayecto como “un viaje largo, aterrador y muy cansado”, pero que cree que “merece la pena”.
Otro de los destinos para quienes tratan de irse de Jartum y otros puntos del país es Sudán del Sur, hacia donde también se dirigen miles de ciudadanos sudsudaneses que vivían en la capital y que se ven obligados a coordinar su evacuación con muy pocos recursos. La ONU estima que pronto podrían cruzar a Sudán del Sur más de 150.000 personas, la mayoría sudsudanesas. La frontera entre ambos países, en el llamado paso de Renk, se sitúa 450 kilómetros al sur de Jartum.
“La gente está llegando por miles”
“Los sudsudaneses atrapados en la guerra están recibiendo ayuda de sus familias y parientes con dinero y contactos”, dice Akoc Manhiem, jefe de equipo de una campaña popular que llama a evacuar de emergencia a estos ciudadanos atrapados en Sudán. “La gente está llegando por miles”, agrega, “y nos preocupa que los jóvenes estudiantes sean víctimas del reclutamiento por parte del Ejército”.
Otra vía de escape, aunque menos frecuente, es la ruta al sur en dirección a Etiopía. Este país exige la doble nacionalidad o la residencia en un tercer país a quienes pretenden cruzar la frontera, según testimonios en redes sociales, que destacan que los controles son estrictos y las carreteras de la zona están en mal estado. Hacia el oeste, ya han cruzado a Chad unos 20.000 sudaneses, según informó ACNUR, la agencia de refugiados de la ONU, este martes; si bien en este caso la mayoría procede de la castigada región sudanesa de Darfur, con la que hace frontera. El alto comisionado de ACNUR, Filippo Grandi, dijo este lunes que los equipos de la agencia han empezado a prestar ayuda a los recién llegados a países vecinos, sobre todo en Chad. También hay quienes pretenden salir de Sudán en ferry hasta Arabia Saudí.
La rápida salida de diplomáticos y ciudadanos extranjeros de países ricos frente a las dificultades para escapar de la población sudanesa ha causado malestar y denuncias de doble rasero. También la falta de ayuda humanitaria, que se mezcla con la desesperación por dejar atrás la guerra. “Hay mucha gente que es incapaz de asumir los costes del transporte debido al fuerte aumento de los precios de los billetes [de autobús]”, lamenta Ali desde Jartum.
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