Honda tiene que parar sus motos.
Las ausencias de Joan Mir – lesionado físicamente en su mano derecha y con su moral por los suelos después de caer 12 veces en cinco GGPP- y de Alex Rins – con fractura de tibia y peroné en su pierna derecha- hizo que Honda llegase a Sachsenring con dos de las cuatro motos que alinea en MotoGP. Pues ha bastado un día en Alemania para estar cerca de quedarse en cuadro. Takaaki Nakagami se fue al suelo en la rapidísima curva #xx, partiendo su moto en dos; Marc Márquez neutralizó, como en él es de costumbre, varios avisos, hasta que a unos minutos del final perdió la rueda delantera en la frenada de final de recta protagonizando una de las caídas más violentas jamás vistas en MotoGP al impactar con la Ducati de Johann Zarco. Afortunadamente, físicamente no hubo consecuencias ni para Márquez ni para Zarco, pero se rozó la tragedia. Habrá quien achaque este ‘todos al suelo’ de los pilotos de Honda a la mera mala fortuna, pero la realidad es que la moto de HRC es en estos momentos una especie de ruleta rusa para sus pilotos con más balas en el tambor que huecos vacíos.
Marc Márquez está desenfrenado.
No me lo podía creer. Cuando he visto a Marc Márquez levantarse del suelo tras el escalofriante impacto con Zarco que nos ha helado la sangre a todos, por mi cabeza no pasó otra cosa de que iba a interesarse por el piloto francés, que yacía en el suelo. Pero para mi sorpresa – aquí encajaría más la palabra ‘alucine’, pero no sé si existe – su estación final no era Zarco sino volver lo antes posible al box para intentar ¡aprovechar los minutos que quedaban – de sesión!… Es uno de los gestos más antideportivos que he visto en mi vida, y desde luego el más que he visto en mis 30 años de MotoGP. No es desde luego la actitud de uno que ha asegurado tener a Rafael Nadal como referencia. El “yo soy yo, ya sabéis como soy” ha demostrado dos cosas: tener sólo un pensamiento en la cabeza, y haberse dejado en algún momento por el camino los valores que se espera de un deportista. Y no me refiero a esos de querer ganar a toda costa, de darlo todo por el éxito, de no escatimar sacrificios ni esfuerzos, en los que Marc Márquez es imbatible, sino de los valores humanos. Entiendo, o al menos entendía hasta ahora, que hay cosas más importantes que ganar; pero está claro que estaba equivocado. Y no entro en que si la culpa del accidente fue de Zarco o no, eso es tema para otro libro.
¡Hace 50 años que no pasaba!
Cuando mañana sábado las MotoGP formen para la parrilla de la carrera corta, de las 20 motos que la conformarán sólo ¡cuatro! serán japonesas. Es un dato ciertamente sorprendente. De hecho, hay que remontarse hasta el Campeonato del Mundo de 1974 para encontrar una situación similar. Es cierto que en Sachsenring coinciden las bajas de Joan Mir y Alex Rins, ambos pilotos de Honda, pero no es menos cierto que las marcas dominadoras del Mundial en las últimas cinco décadas se han visto arrolladas por los fabricantes europeos. Ducati, KTM y Aprilia han ido poco a poco robándole el espacio, el protagonismo y ahora también los resultados. En el Mundial de Constructores de 2022, de seis fabricantes, Suzuki y Honda terminaron quintos y sextos respectivamente; esta temporada, con Suzuki retirada de los GGPP, Yamaha y Honda ocupan las dos últimas posiciones. Los europeos han pasado como un tsunami por encima de los japoneses, y como pasa con las olas gigantes, está situación no se ha generado de la noche a la mañana, sino que se fue creando ‘mar adentro’ sin que los japoneses fuesen conscientes de lo que se les venía encima.