Cuando Simone Biles supo que su vida corría peligro. Tokio 2020

Cuando Simone Biles supo que su vida corría peligro. Tokio 2020

Cuando lo dijo, nadie pareció creerle.

Simone Biles, la gran estrella del equipo de gimnasia de Estados Unidos y campeona olímpica en Río2016, se retiraba de la final all-around de los Juegos Olímpicos de Tokio, que ya habían tenido que soportar la catastrófica noticia del vacío en los estadios por culpa de la propagación mundial de la Covid 19.

De ser ciertas la declaraciones de la joven de 24 años, serían una bomba que pondría a trabajar a marchas forzadas a las redacciones de todo el mundo. Biles no sólo era la favorita para repetir el oro en disciplina, también una de las atletas más seguidas por centenares de millones de telespectadores de los primeras justas “a distancia” de la historia. Biles, por la razón que fuera, anunciaba su retiro de la competencia más prestigiada de la gimnasia artística, como lo había hecho -con un impacto mucho menor- la tenista japonesa Naomi Osaka en mayo anterior en la final del Roland Garros

Un cable de la agencia Reuters, confirmado por el corresponsal de la BBC, aseguraba que Biles había declarado que “tenía que concentrarse en su salud mental”. La campeona del mundo había expresado su decisión de renuncia a Tokio después de una fallida actuación en el salto, en el que logró una de las peores calificaciones de su brillante carrera.

Las preguntas sin respuesta corrieron sin descanso por la viga de equilibrio entre la verdad y las sospechas. Todo tipo de conjeturas se transmitió en las primeras horas que siguieron a la retirada de la estadounidense, a quien los reflectores siguieron paso a paso desde su llegada a la capital japonesa.

Poco a poco, las agencias de noticias daban a conocer detalles de lo que parecía un desplante publicitario de una de las deportistas más rentables para la mercadotecnia deportiva. Nike la había firmado en uno de los contratos más jugosos para una atleta olímpica y después de aquel contrato las ofertas de patrocinio se habían producido en cascada dentro y fuera de Estados Unidos.

El Caso Biles sería uno de los más emblemáticos de la historia moderna del deporte. “Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos, y no solo salir a hacer lo que la gente quiere que hagamos”, dijo a la AP una consternada Biles, quien había llegado a Japón con la oportunidad de convertirse en una leyenda en el olimpismo. “Ya no confío tanto en mi misma. Quizás esté envejeciendo. Hubo un par de días en el mundo tuiteaba y, de pronto, sentí el peso de todo eso”, agregó con cierto dolor y pesadumbre.

Conforme fueros pasando las horas, Biles fue revelando más pormenores de lo que pasaba por su estado de ánimo: “No quería salir y hacer algo estúpido. Lastimarme. Muchos atletas han hablado de lo que pasa con su estado mental. Y eso nos ha ayudado mucho. Sé que son los Juegos Olímpicos de Tokio pero no quería que me sacarán de aquí en una camilla”.

Para entonces ya nadie dudaba que Biles pasaba por el momento más difícil de su carrera deportiva que comenzó en Columbus, Ohio, cuando tenía ocho años. Pero en la medida en que sinceraba aumentaba las interrogaciones. “Hay veces que es necesario dar un paso atrás”, exclamó para alentar las sospechas. ¿A qué se refería realmente la estadounidense?

¿Una depresión, un agotamiento mental, una saturación emocional, un desgaste físico? ¿Todas las anteriores? ¿Alguna hipótesis más? “Simplemente no quería seguir”, aseveró sin despejar inquietud alguna.

Después de unas horas de descanso forzoso, Biles decidió tomar parte en las pruebas por aparatos. El equipo ruso se había llevado el primer lugar del all-around como en los viejos años de la Unión Soviética. Estados Unidos había quedado lejos, pero con la plata segura; penas arriba del cuadro británico.

Muy pronto las transmisiones de las cadenas de televisión, públicas y privadas, dejaron de ser meramente deportivas. Se abrieron mesas de análisis a las cueles se invitaron a sicólogos, sociólogos y neurólogos para tratar de dar una explicación más científica a sus audiencias sobre lo que sucedía en el ya llamado “Caso Biles”.

La gimnasta había dejado en claro que temía por su vida y su estado físico y emocional. No era para menos; debía discutirse el tema a fondo. En todos lados se supuso que la presión mediática –sumada al hostigamiento en redes sociales– había jugado su papel en el desastre sicológico por el que pasaba la admirada atleta nacida en 1997, cuyos padres adictos habían dejado en su abuela la responsabilidad de su atención durante los primeros años de su vida.

Los cuerpos interdisciplinarios de expertos y doctores en varias materias del conocimiento humano aportaron sus análisis sin que ninguno atinara a dar un diagnóstico puntual o medianamente completo sobre el estado de ánimo de Biles, quien, pese a todo, logró ganar el bronce en la viga, uno de los cuatro aparatos en los que consiste el all-around femenino.

Biles, máxima ganadora en cualquier género de medallas de alta competencia -mundiales y Juegos Olímpicos, pasaba por un momento de alta tensión. Se sumaría al centenar de gimnastas que acusarían de abuso y acoso sexual al fisiatra de la delegación estadounidense Larry Nassar, quien en un juicio posterior fue juzgado y condenado como culpable, por lo que actualmente cumple con condenas multianuales, federales y estatales.

Biles y sus compañeras señalaron que el FBI había sido enterado de la perversidad de Nassar sin iniciar una investigación profunda en su contra. Según las atletas, aquella desestimación permitió que el médico siguiera cometiendo delitos contra más niñas y jóvenes, las pruebas documentadas acumulan 260 casos.

Pero además de las razones fisiológicas por las que pudiera pasar la gimnasta estrella había una razón deportiva y física que le hacía sospechar que, en efecto su vida estaba en peligro: una experiencia de muerte, podría decirse. O una memoria de muerte.

Pero el Caso Biles arrojó a la opinión pública el nombre de una especie de trastorno que experimentan los gimnastas (y otros atletas de deportes acrobáticos) mientras realizan ejercicios en el espacio. En los twisties los deportistas pierden la ubicación real de su cuerpo en el aire. Esa confusión visual puede hacer que comentan un error de cálculo que les cause lesiones graves al caer. En el mundo de la gimnasia de alto nivel hay un caso emblemático al que todos (ellas y ellos) temen: el de Yelena Viacheslávovna Mújina…

Mújina, una gimnasta soviética nacida en Moscú, llevaba una carrera sobresaliente. Nada parecida a la que forjó Biles a comienzos del siglo XXI. Sin embargo, las disputas internas dentro de los equipos estatales de la URSS, que ambicionaban arrebatar la supremacía olímpica a las rumanas, hicieron que su entrenador Mikhail Klimenko -quien había preparado principalmente a equipo varoniles- la motivara a perfeccionar sus ejercicios para competir en los Mundiales de Dallas Fort Woth de 1979. Una fractura en la pierna derecha le impidió asistir al certamen. Semanas después, sin permitir que Mújina lograra sanar completamente Limenko le impuso ejecutar una de las evoluciones más peligrosas de la gimnasia varonil: el salto Thomas (bautizado así en honor al estadounidense Kurt Thomas, quien a pesar del alto grado de dificultad del salto nunca logró ser campeón olímpico; murió a los 65 años, un año antes de que Biles anunciara su retiro de la prueba por equipos de Tokio a causa de un accidente cerebrovascular), que consiste en dar vuelta y media y giros al mismo tiempo.

Mújina perdió la ubicación del espacio (quizá un twistie, las autoridades rusas, como solía pasar adentro de la Cortina de Acero, no revelaron las causas reales del accidente) mientras intentaba cumplir con las exigencias de Limenko -quien murió de cáncer en Italia; también a los 65 años. Al caer, la que nunca sería campeona olímpica se golpeó en la mandíbula, se rompió la columna vertebral y quedó tetrapléjica. Faltaban dos semanas para que inauguraran los Juegos Olímpicos de Moscú 1980…

Mújina murió en esa ciudad a los 46 años, en diciembre de 2006.

En ese año, Simone Biles comenzaba a realizar sus primeros ejercicios gimnásticos de cierta complejidad en Ohio. El Caso Biles es un prueba de la narrativa deportiva que a la que le faltan muchos ejercicios para culminarse. Además debe someterse a discusión el metafísico sentido de la supervivencia…


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