Un día antes de cumplir los 74 años cesó para siempre su respiración, a pesar del trasplante de pulmón que había recibido tres meses atrás para intentar salvarle la vida. Nechama Rivlin, esposa del presidente de Israel, expiró el martes en un hospital próximo a Tel Aviv en medio del reconocimiento popular y el homenaje de rivales políticos de su marido. En el resto del mundo se recordarán las atenciones y mimos que le brindaron otras primeras damas, como la reina Letizia o Melania Trump, en los viajes oficiales.
Su modestia y discreción destacaban en un país aún de espíritu pionero, donde la desconsideración y la osadía no son infrecuentes. De la misma forma que el jefe del Estado de Israel, el conservador moderado Reuven Rivlin, ha tratado de aglutinar una sociedad fragmentada en castas frente a la polarización que ha generado Benjamín Netanyahu durante una década de poder, Nechama era la antítesis de Sara, la esposa del primer ministro, investigada por irregularidades en la residencia oficial y señalada en la prensa por influir en nombramientos de altos cargos.
Nacida con el apellido Shulman en una cooperativa agrícola cofundada por sus padres, inmigrantes judíos procedentes de Ucrania, evocaba la imagen de una dama ilustrada en un Israel liberal que parece haberse desvanecido –al menos fuera de la burbuja laica de Tel Aviv– tras medio siglo de ocupación de territorios palestinos. Licenciada en Biotecnología y Zoología por la Universidad Hebrea, trabajó durante casi toda su carrera profesional en el Instituto de Ciencias de la Vida del prestigioso campus de Jerusalén. Allí conoció a Rivlin, con quien se casó en 1970. A su muerte deja también tres hijos y siete nietos.
Investigadora, aficionada al teatro y a las tertulias literarias, permaneció en lo posible ajena a la carrera política de su marido como concejal jerosolimitano, diputado, ministro y presidente de la Kneset (Parlamento). Pero cuando Rivlin logró ser elegido presidente en 2014 a pesar del veto de Netanyahu, su compañero de filas en el conservador Likud, las obligaciones ceremoniales como primera dama la obligaron a emerger a la vida pública. Para entonces ya se había manifestado de lleno la fibrosis, una enfermedad pulmonar que impide respirar progresivamente.
“Él sabe que todo esto es difícil para mí, pero prefiero superarlo. No quiero ser una carga”, había declarado al diario Yedioth Ahronoth sobre su intensa participación en los actos oficiales de la presidencia. “Intento ser fuerte a su lado, hago todo lo que puedo para no romperme. Él me ha hecho sentir como una heroína, y eso es lo que importa”.
El aparato portátil de oxigenoterapia que arrastraba y los tubos inhaladores que surcaban su rostro eran la compañía habitual de la primera dama de Israel, que se fue granjeado el afecto del público en los actos oficiales. A la vera de Rivlin, campechano y proclive a la broma, forofo del fútbol, la frágil figura de Nechama aportaba la sencillez de una persona normal en el rigor del palacio presidencial. Sus campañas contra el tabaquismo, en defensa del medio ambiente y de los menores con trastornos de conducta tuvieron gran eco.
La imagen que más reverbera en el exterior de la primera dama de Israel, sin embargo, sigue siendo la de Melania Trump, esposa del presidente de Estados Unidos, dándole la mano con delicadeza mientras ambas se dirigían a una recepción durante la visita de Donald Trump a Israel en mayo de 2017. Seis meses después, la reina Letizia le ofrecía el brazo a la investigadora jubilada en la plaza de la Armería, a su llegada en viaje oficial a Madrid, en un gesto que repitió con especial atención en la cena de Estado celebrada más tarde en el mismo Palacio Real.
En el discurso que precedió a los brindis, Rivlin se pronunció por primera vez a favor de la unidad de España en nombre de Israel tras cinco semanas de tibia y ambivalente respuesta del Gobierno de Netanyahu sobre la crisis política en Cataluña. La prensa hebrea sugirió que el presidente había amenazado veladamente con suspender el viaje si el primer ministro no aceptaba que pronunciase esa declaración en Madrid
A comienzos del pasado abril, tres semanas después del trasplante, Rivlin tuvo que regresar anticipadamente de una visita de Estado en Canadá ante el agravamiento de la enfermedad de su esposa. Desde entonces se ha concentrado en las visitas al hospital y en las funciones del cargo –ha tenido que lidiar incluso con un adelanto de las elecciones– para no derrumbarse ante una pérdida que parecía ya inevitable. A los pésames del Gobierno se sumaron los de la oposición laborista, por boca de la diputada Shelly Yachimovich –“era mucho más que la mujer del presidente”, aseguró– e incluso del líder del principal partido de la minoría árabe de Israel, el también parlamentario Ayman Odeh.
Nechama Rivlin ha sido inhumada este miércoles en el cementerio nacional del monte Herzl de la Ciudad Santa. Antes recibió el último homenaje popular en una capilla ardiente instalada en el Teatro de Jerusalén, cuyas salas tantas veces frecuentó. Después. el presidente viudo emprendió la shiva, el duelo de siete días en el que los judíos expresan su desolación por la muerte de un familiar muy cercano. “Mientras Rivlin llora al amor de su vida, debemos rezar para que retenga la fuerza que ella le proporcionó para hacer frente a Netanyahu”, invitaba el columnista Chemi Shalev desde el diario Haaretz a los sectores progresistas y liberales de Israel.
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