Después de dos años de promesas para acometer el “acuerdo del siglo” en Oriente Próximo, el plan de paz de Estados Unidos parece haber nacido moribundo. El seminario económico Paz para la Prosperidad convocado para promoverlo arrancó ayer en Baréin en medio de escasas expectativas de culminación de un pacto definitivo. Jared Kushner —yerno, asesor principal de Donald Trump y arquitecto del plan de la Casa Blanca— reconoció anoche en la inauguración del foro en Manama que sin “una solución política justa y duradera” no puede lograrse la prosperidad y dignidad de los palestinos y garantizar la seguridad de Israel, informa France Presse. Kushner les invitó a emprender la vía del desarrollo económico como “condición previa para poder solventar, más adelante, un problema político aparentemente insoluble”.
“Mi mensaje directo al pueblo palestino es este: ni el presidente Trump ni Estados Unidos os han abandonado”, proclamó el asesor presidencial en un giro contemporizador. “El desarrollo económico puede ser la ‘ocasión del siglo’ para Palestina”, defendió su conocida tesis de relegar la diplomacia en beneficio de la economía, “si sus líderes tienen ahora el valor de aprovecharla”.
En Gaza y Cisjordania, los palestinos —que boicotean el foro auspiciado por Washington— recibieron con huelgas y manifestaciones la propuesta de la Casa Blanca, que les augura una lluvia de miles de millones de dólares sin garantizarles un Estado propio a corto plazo. Al controvertido seminario tampoco asisten delegados oficiales de Israel, que solo estará representado por empresarios, ni apenas ministros de los países árabes.
La versión económica del “acuerdo del siglo” presentada por la Administración de Trump consiste en inyectar 50.000 millones de dólares en la región durante una década para la creación de infraestructuras y negocios en los territorios palestinos y en países árabes vecinos, como Egipto, Jordania y Líbano.
El final de la ocupación israelí y el reconocimiento de un Estado independiente dentro de las fronteras anteriores a 1967 y con capital en Jerusalén Este, así como una solución justa para los cinco millones de refugiados de la diáspora provocada por el nacimiento de Israel en 1948, siguen siendo, sin embargo, condiciones irrenunciables para la abrumadora mayoría de los palestinos a la hora de alcanzar un acuerdo de paz con Israel. “El seminario de Baréin solo pretende blanquear los asentamientos [más de 600.000 colonos en Cisjordania y Jerusalén Este] y dar legitimidad a la ocupación”, denunció el primer ministro de la Autoridad Palestina, Mohamed Shtayyeh.
La presión negociadora esgrimida por Kushner se concentra en la bancarrota de Palestina. Gaza (con un 50% de tasa de paro) es enclave asfixiado tras más de una década de bloqueo. Le penuria se ha extendido a Cisjordania (cerca del 20% de desempleo), donde los funcionarios ya han visto recortados a la mitad sus salarios tras la retención de la transferencia de los tributos que Israel recauda en nombre de la Autoridad Palestina en virtud de los Acuerdos de Oslo de 1993.
El plan de paz de Trump cuenta con escasos compañeros de viaje. Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos —que deberían correr junto con Qatar con el grueso de la financiación— son los únicos países de la región que han enviado a ministros al seminario. Pese a que EE UU anunció la presencia de responsables de Doha en Manama, su asistencia aún no había sido confirmada anoche. Tampoco estaba garantizada la participación de Omán o Kuwait. Egipto, Marruecos y Jordania solo están representados por funcionarios de nivel técnico. Irak y Líbano han declinado la invitación de Baréin, que cuenta con la asistencia destacada del secretario del Tesoro de EE UU, Steven Mnuchin; de la directora del FMI, Christine Lagarde, y del coordinador adjunto para Oriente Próximo de la ONU, Jamie McGoldrick..
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