La asociación empresarial estadounidense Business Roundtable ha sorprendido este verano con una solemne declaración que supone un replanteamiento sustancial sobre los fines de las compañías. La propuesta propugna sustituir el principio que prioriza la obtención de beneficios solo para los accionistas por un propósito mucho más amplio que incluye a los clientes, trabajadores, proveedores, apoyo a la sociedad y la protección del medio ambiente.
En la descripción de los nuevos objetivos el documento emplea expresiones como “compensar justamente a los trabajadores”, “tratar justa y éticamente a los proveedores” y “proteger el medio ambiente acogiendo prácticas sostenibles en nuestras empresas”.
El documento está firmado por más de 180 líderes de las principales corporaciones, entre las que se encuentran Apple, Amazon, ATT, IBM, BlackRock, Goldman Sachs, JP Morgan, Bank of America, Citigroup, Exxon, Ford, KPMG, Pfizer, entre otras. Un colectivo que emplea a más de 15 millones de trabajadores.
La iniciativa ha despertado un amplio debate en Estados Unidos y otros países como Reino Unido y Francia. De entrada hay que reconocer que se trata de la ruptura de un credo esencial del capitalismo que subordina toda su actividad a maximizar los beneficios con expresiones bien conocidas como dar la prioridad a “crear valor para el accionista”. Unas ideas promovidas por el economista liberal Milton Friedman, opuesto a toda intervención del Estado en la economía y asesor de Reagan y Thatcher.
Con independencia de su aplicación práctica en el futuro, la iniciativa de los empresarios supone el reconocimiento explícito de la inviabilidad del modelo empresarial que viene guiando el capitalismo durante el último medio siglo.
¿Por qué se plantea ahora una llamada a la responsabilidad del sistema capitalista? La realidad es que estas ideas no han caído del cielo. En los últimos años, los inversores exigen cada vez más a las empresas un determinado comportamiento social y medioambiental. Una parte creciente de los fondos soberanos y fondos de pensiones condicionan sus inversiones a las compañías que cumplen unos mínimos sociales y medioambientales.
En Estados Unidos los senadores demócratas, candidatos a la presidencia, Elisabeth Warren y Bernie Sanders, apuntan a la responsabilidad de las empresas por el aumento de las desigualdades provocado por el enriquecimiento de los inversores a costa de los asalariados.
El profesor de Columbia, Jeffrey D. Sachs, ha recordado que la sociedad americana está furiosa contra el sector empresarial que ha contaminado peligrosamente el medio ambiente, capturado el Congreso y las agencias reguladoras a través de lobbies y financiación, y engañado implacablemente en impuestos. Y considera que la declaración de la Roundtable es un reconocimiento tácito de los pecados de la clase empresarial americana.
Habrá que estar atentos a las medidas concretas que adopten estos directivos en sus propias empresas. Estos golpes de pecho recuerdan la “necesidad de reformar el capitalismo” de Sarkozy en los momentos de pánico de la pasada crisis que quedaron en nada. Es llamativo el escaso eco que tiene este importante debate en el mundo empresarial español.
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