La derrota ante el Espanyol ha terminado por encender todas las alarmas en Ipurua. Lejos de debutar con victoria en el remodelado estadio, fueron los periquitos los que se llevaron el gato al agua y dejaron al equipo de Mendilibar tiritando a la intemperie tras remontar el gol de Ramis (1-2). Y lo cierto es que después de este mazazo un frío helador empieza a acompañar al equipo: un solitario empate en El Sadar en cuatro jornadas marca la única nota positiva en este inicio de temporada, el peor desde que los armeros lograron ascender en verano de 2014.
Al margen de la primera parte en el Metropolitano y el pasado domingo en Ipurua frente al Espanyol, el Eibar no ha terminado de encontrar las sensaciones de antaño, su ADN de los últimos años basado en la una intensidad fulgurante y una presión asfixiante e incómoda para el adversario. El apagón ha sido generalizado, tal y como se aprecia con un simple vistazo a los datos: este equipo encaja más que nunca y no atina ante la portería contraria.
Ni siquiera el regreso de Cote, ausente hasta ahora por una rotura de fibras, ayudó a estabilizar el rumbo este pasado fin de semana en casa. A pesar de que el Eibar no arrancó mal y logró adelantarse por mediación de Ramis, cinco minutos letales tiraron por la borda todo el trabajo anterior. La incapacidad para reaccionar ante dos errores de bulto y la falta de firmeza para achuchar el área contraria terminaron por condenar al Eibar. Como bien expresó Mendilibar en rueda de prensa, “no vale con jugar bien 70 minutos, hay que hacerlo durante los 90” que dura un encuentro.
De hecho, el propio planteamiento del equipo, con una defensa formada por Tejero, Arbilla, Ramis y Cote, a priori los cuatro titulares en la retaguardia, y un arsenal ofensivo formado por Orellana, Inui, Sergi
Enrich y Charles invitaba a una resolución más brillante. Así, la visita al Levante de este sábado debe servir para ahuyentar todos los fantasmas.
De más a menos
El Eibar ha ido apaciguando su sed de competición año tras año. A excepción de este curso y del anterior, los armeros lograron al menos dos victorias en las primeras cuatro jornadas. La tónica se rompió la pasada campaña, con un único triunfo y esta temporada la debacle ha sido mayúscula. Parte de la culpa está en el trabajo defensivo, con un Eibar que ha encajado siete goles y ni siquiera ha podido frenar la sangría con una retaguardia de gala como la que intentó parar al Espanyol.
Arriba los problemas también se empiezan a acumular. El balance del Eibar es de cuatro goles a favor, pero se da la circunstancia que tres de ellos los han marcado los defensas (Oliveira, Arbilla y Ramis) y la única diana de un delantero es la que firmó Charles en antes del parón en el Metropolitano.
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