El sevillismo había entrado en un debate peligroso con la titularidad casi perenne de Luuk de Jong en el ataque. Julen Lopetegui confió en el delantero holandés en una primera vuelta del campeonato en la que la afición pedía ver más minutos a Munas Dabbur, jugador traspasado en el presente mercado de enero al Hoffenheim alemán, y a Chicharito, que también ha emigrado rumbo a Los Angeles para jugar en los Galaxy.
Los bajos números de De Jong, junto a ciertos torpes movimientos, le hicieron recibir críticas mientras el ex goleador del PSV Eindhoven ofrecía otras prestaciones que convencían a Lopetegui: trabajo para el equipo, tapar la salida de los defensas rivales, jugar de espaldas, pelear con los centrales… Pero el jugador era consciente que un delantero vive de los goles y él sólo había podido ofrecer dos tantos, uno ante el Levante y otro que sirvió para ganar el derbi en Heliópolis.
Pero la entrada del nuevo año ha traído a un nuevo De Jong, además coincidiendo con la llegada a la plantilla de Youssef En-Nesyri. El holandés ya tuvo unos buenos minutos en la segunda parte en el empate ante el Athletic, marcó dos golazos en el Bernabéu ante el Real Madrid aunque uno fue anulado con mucha polémica por el VAR al sancionar un bloqueo de Gudelj a Militao y frente al Granada anotó otro tanto de bellísima factura con un soberbio cabezazo tras un pase de Jesús Navas. Pero también participó en otras jugadas de mérito, se fabricó ocasiones y recibió la ovación de la misma afición que lo había repudiado meses antes.
La confianza inquebrantable de Lopetegui y la capacidad mental de De Jong para aislarse de las críticas, algunas muy duras, han sido claves para esta transformación y para que sea posible que el Sevilla disfrute de un goleador al que le costó cubrir el hueco que dejó en el corazón de la afición la marcha de Ben Yedder.
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