Las negociaciones entre EE UU y la UE por los aranceles no han fructificado y la temida medida proteccionista anunciada por Donald Trump entró este viernes en vigor: varios productos agroalimentarios europeos ya están gravados con unos aranceles del 25%, una decisión respaldada por la Organización Mundial del Comercio (OMC) tras la denuncia de Washington por las ayudas que Bruselas concedió durante años al fabricante europeo de aviones Airbus. El sector agroalimentario, que lamenta pagar los platos rotos por decisiones que le son ajenas, no se ha quedado de brazos cruzados. Muchos exportadores han acelerado en los últimos meses el envío de pedidos al otro lado del Atlántico para paliar el efecto inicial de las tasas, a la espera de que los dos bloques lleguen pronto a un acuerdo que congele o elimine los gravámenes.
Entre los artículos españoles perjudicados por la medida de la Administración Trump, el aceite de oliva es el que más exporta en valor a EE UU, con más de 400 millones de euros en 2018. “Las ventas de producto envasado hasta agosto han aumentado un 14% en cantidad, frente a una media de entre el 5% y el 7% de los años anteriores”, detalla Rafael Pico, director general de la asociación de exportadores del aceite de oliva (Asoliva). Pico achaca este incremento tanto a un efecto almacenamiento como a las campañas de promoción, pero avisa de que no resuelve el problema. “No da para cubrir ni un mes”, lamenta.
El golpe para el aceite de oliva es doble. El grueso de sus exportaciones a EE UU se vende en grandes superficies a través de marcas del distribuidor. “En este segmento el precio es muy importante, y un arancel del 25% solo lo puede asumir el canal gourmet”.
El miedo también ha calado en el sector del queso. “Los que exportan sí que han estado enviando más”, asegura Luis Calabozo, director general de la Federación Nacional de Industrias Lácteas, que destaca que el golpe llega justo cuando EE UU se ha convertido en el principal destino de las exportaciones españolas de queso. En 2018 se despacharon unas 11.000 toneladas, por un valor 88 millones —a una media de ocho euros el kilo, lo que indica que se trata de gama alta—. “Los que han podido han adelantado ventas, pero no da para más de tres o cuatro meses”, añade.
Quien ha apretado el acelerador es Pedro García, presidente de Quesos Navalmoral. “Desde julio, estoy enviando más contenedores de los habituales, un 80% más que antes, para cerrar el año con las mismas ventas que el año pasado”, asegura. Según cuenta desde Totanés (Toledo), donde produce quesos manchegos, sus importadores en EE UU le han ido informando y está alerta desde abril, cuando se publicó la lista preliminar de productos a gravar. “El problema”, dice, “es que otros países se han movilizado en estos meses para sacar sus productos de la lista”, y pone el ejemplo de Italia. “España no ha hecho nada”, lamenta. García calcula que las ventas podrían caer un 20% en el caso del manchego, que supone más de la mitad de las exportaciones de queso español a EE UU, pero la pérdida de cuota de mercado podría ser “muy superior”.
España, junto a Alemania, Francia y el Reino Unido, está entre los países más perjudicados por los aranceles de EE UU, que afectarán en total a productos europeos por valor de 7.500 millones de dólares (más de 6.800 millones de euros). Bruselas anunció este viernes represalias mientras que España aseguró que intentará jugar sus cartas en las relaciones bilaterales con EE UU, según declaró la vicepresidenta del Gobierno en funciones, Carmen Calvo.
También hay preocupación en el sector del vino, cuyas exportaciones al país norteamericano rozaron en 2018 los 300 millones de euros. Eduardo Muga, copropietario de la bodega familiar que lleva su apellido, explica que los aranceles afectarán a cerca de un 20% de sus ventas a EE UU, y que ya están en conversaciones con los importadores para encontrar una solución. “Intentaremos asumir parte de la subida, y la otra se trasladará al precio final”, explica. “Hay que confiar en la posición de mercado y estar alerta”.
José Luis Benítez, director general de la Federación Española del Vino, explica que EE UU es un mercado muy marquista y que los datos no indican que las exportaciones de vino se hayan acelerado en los últimos meses ante la amenaza proteccionista. “Pero es una gran incógnita saber cómo se va a repercutir el arancel”, reconoce. “La casuística es variada y depende de la bodega, del precio… entre los más afectados estarán los de segmento bajo, donde puede haber un efecto de sustitución”, explica. “Pero el gran problema es que perderemos competitividad frente a otros países; todos estamos muy preocupados”.
El terreno minado de las negociaciones
Los aranceles son impuestos que se aplican en frontera a bienes importados para que sean más caros en el mercado donde se van a vender. “Al precio al que llega el aceite se le añade un impuesto del 25%, por ello el exportador sabe que va a perder ventas”, resume Emilio González, profesor de Economía de la Universidad Comillas ICADE. Ante este panorama, los productores intentarán minimizar el impacto reduciendo el precio de entrada del bien, pero el éxito de esta estrategia depende de muchos factores: “No es lo mismo un vino de alta gama, por el cual el consumidor ya está dispuesto a pagar mucho, que el aceite de oliva, que no forma parte de la dieta habitual en Estados Unidos”, añade.
González considera sin embargo que aún hay muchos elementos de negociación para matizar o eliminar la lista negra de Washington. “Un ejemplo es la tasa Google o las ayudas que EE UU ha concedido a Boeing, sobre las cuales se tiene que pronunciar la Organización Mundial de Comercio”.
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