A tirones, pero el Madrid tiene cuerda con LaLiga. Lo demostró en Vigo, donde aparcó la fetichista Copa de Europa para resistir en el torneo doméstico y cruzar los dedos por un derrape de Atlético y Barça. En Balaídos emergió un Real variopinto. Primero, con el partido cogido por la solapa, a hombros de Benzema, autor de dos goles y una asistencia concluyente. Luego, ya con más tachas, sujetado por gente como Nacho, de esos reclutas siempre presentes cuando hay emergencias en el rancho. Enfrente, un Celta que solo flotó al antojo rival en el primer tramo y más tarde le faltó metralla.
El Celta es un equipo faldicorto. Su nómina suena bien —Iago Aspas, Denis, Nolito, Mina, Brais…—, pero con poco hueso atrás y poco gancho en la vanguardia. Mucha plastilina. Se advirtió de nuevo frente al Real Madrid, que le hizo abdicar durante la primera media hora. Hasta entonces, el asunto fue cosa de Kroos y Benzema, la gran bisectriz de los madridistas en su peaje por Vigo.
Recreativo, iba a sus anchas el Real, con su rival tieso, cuando Kroos filtró un pase para Benzema, que se revolvió dentro del área y dejó la pelota en un ricón de la red. Benzema, un cirujano plástico como pocos. Ni palabra había dicho el cuadro de Coudet, con aire de monaguillo, sin nervio. Y lo que es peor: sin la pelota, que en un equipo como el Celta es el único sustento.
La autoridad del Madrid era absoluta. El equipo de Zidane jugaba al solitario. Sin muchas alertas ante Villar, pero con suficiencia: balón cosido y los rivales lejos, muy lejos, del radar de Courtois. Falto de andamiaje, pronto el Celta concedió el 0-2. Sí, otra gracia local. Murillo, que no tiene pies de seda, enredó a Tapia, abnegado, pero que tampoco es Nureyev. Kroos, pillo y con remangue, le birló la pelota para citarse de nuevo con su colega Benzema: 0-2. Monocultivo del Real, sujetado por la firmeza general y las teclas de Kroos y Benzema.
Pero el Madrid tiene fugas. No son pocas las veces que juega en la noria. En el sube y baja, esta vez le dio vidilla al conjunto celeste. El duelo era un paseíllo para los visitantes. Cierto que era un Madrid tan gobernador como poco pegador, pues solo un golpe de pecho de Vinicius se intercaló entre los goles de Benzema. Lo mismo daba, en Balaídos solo el Real tenía pista. Pero se fue de la contienda y dio teclas al Celta, que las tiene. Iago Aspas puso en órbita a Mina, que pifió un complejo remate de espuela. De inmediato, con la zaga madridista en la inopia, Denis puso en vuelo una falta y Mina hizo capitular a la retaguardia de Zidane, sin forro ante el cabezazo en solitario del ariete gallego.
Ida y vuelta
El Celta brindó por la invitación al partido del Madrid. Llegó el segundo acto y ya fue otra cosa. De Kroos a Denis Suárez. De un Real abrasivo a un partido más espasmódico. De un Madrid rotundo a un Madrid tartaja. Y otro Celta, ya a lo suyo. Y lo suyo es la pelota. Sin tal obsequio el destape le delata. Está tejido para el juego al pie, no para una emboscada vietnamita. Frente a un Real ya borroso, el conjunto vigués tuvo más protocolo. Eso sí, hasta el balcón de la meta merengue, donde apenas se asomó.
Sin alarmas ante Courtois, pero cuando más extraviado andaba el Real, al que de repente el balón se le hacía un ovillo, sorprendió Zidane. El francés ordenó la retirada de Kroos —para el que la pelota jamás es un artefacto— en beneficio de Asensio. Del 4-4-2 de partida, con Valverde como exterior por la derecha, a un 4-3-3 con Asensio y Vinicius como ventiladores por los costados.
El partido al filo, en el alambre. No lo pudo liquidar Vinicius en una aventura muy de Vinicius y casi lo emparenta Iago Aspas. El árbitro condenó a Modric por una falta sin falta a Tapia. Aspas metió la palanca y Casemiro focalizó la jugada defensiva de la sobremesa. Con toda la intención del mundo, tiró de pértiga en la barrera y desvió el lanzamiento con la cabeza. Lo suficiente para que el disparo se estrellara en el poste a la derecha de Courtois. Sin el escolta Casemiro era gol o gol.
Ahí se quedó el Celta: mirón de entrada y vistoso sin puños después. Y hasta el final estuvo en ascuas el Madrid: primaveral y muy pinturero de inicio con Kroos y Benzema de timoneles y confuso y anclado por Nacho y sus camaradas en el último tramo. Aún quedaba un soplo de posible intriga cuando el Benzema goleador remitió al Benzema mensajero. Se escapó por la izquierda e hizo feliz a Asensio, esta semana improvisado anotador de ultimísima hora. Aún hay Madrid en esta Liga. A Benzema le va la marcha. Cosa seria.
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