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A Josep Pla no le gustaban Picasso ni Miró

La obra de Josep Pla es una fuente inagotable de datos y de vivencias del escritor, explicados desde su subjetividad y el cedazo de la literatura. El ampurdanés, como muchos otros grandes creadores, conservó la documentación y la correspondencia que generó a lo largo de su intensa vida, pese a que la mayoría del tiempo lo pasó viajando de un lugar a otro, acompañado de una pequeña maleta y cambiando continuamente de habitación de hotel. Parte de este material escrito, en forma de cartas y postales, además de fotografías, artículos de prensa y catálogos de exposiciones, le ha servido a la investigadora Mariona Seguranyes para conocer las relaciones del escritor con muchos de los pintores, la mayoría catalanes, que marcaron la forma de ver el paisaje que plasmó Pla en sus escritos.

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Son algunas de las aportaciones que pueden verse en De Palafrugell a París, 1913-1925. Josep Pla y los artistas, una mirada literaria, exposición comisariada por Seguranyes en la fundación Josep Pla, instalada en la casa natal del escritor en Palafrugell (Girona) hasta el próximo 30 de octubre, en la que se repasa su vinculación con todos estos artistas, que iban y venían de Cataluña al París de los años 20, mientras Pla era corresponsal del diario La Publicitat en la capital francesa.

El pintor Joaquim Sunyer, Antoni Pla y Maria Casadevall, padres del escritor, Torres, los hermanos Pere, Maria y Josep Pla y el poeta y dibujante Josep Maria Junoy. Todos alrededor de una mesa bajo las Voltes de Calella de Palafrugell, en 1920.Jaume Ferrer Massanet (Arxiu Municipal de Palafrugell)

Algunos son pocos conocidos, como Joan Baptista Coromina, el primer pintor que conoció Pla, como asegura en el Retrat de Passaport que le dedica, tras instalarse en Palafrugell en 1913 como director de la Escuela de Artes y Oficios. También Francesc Gimeno, que conceptualiza el paisaje ampurdanés en sus pinturas; una visión que el joven Pla acabó llevando a su literatura. Otros tienen más reconocimiento, como Joaquim Sunyer, Pere Ynglada y Pere Pruna, además de Feliu Elies o el escultor Manolo Hugué. Con todos ellos tuvo una relación de amistad. Pero también se relacionó con pintores como Pablo Picasso y Joan Miró, con los que no llegó a congeniar, porque creía, en un momento en el que transitaban por el cubismo, que deformaban en sus obras la realidad y que se alejaban de lo que para Pla era la pintura ideal. Por eso, llegó incluso a ridiculizarlos en sus cartas y sus críticas.

El escritor y periodista Josep Pla, delante de los jardines y museo de Luxemburg, París, alrededor de 1920. Autor desconocido. / Fundació Josep Pla. Donación Josep Vergés.

“A Picasso [al que Pla llama Pau] solo le tiene respeto por su labor de ayuda a otros pintores, pero le acusa de ‘cambiar en función de la moda’ y de no ser ‘tan artista como parece’. Incluso considera que hay pintores por encima de él”, explica Seguranyes. Como Pruna, del que escribe en marzo de 1925: “Todo el mundo dice que Pruna picassea. Sería más exacto decir que Picasso y Pruna quieren lo mismo. Se ha dicho que Picasso es el último pintor italiano. En realidad, es el penúltimo, porque el último es Pruna”. La prueba de la poca consideración de Pla hacia Picasso es, según Seguranyes, “que pese a que cuando, pasado el tiempo, lo recuerda junto a las personas importantes que ha conocido, no le dedica ninguno de sus retratos de artistas, ni en sus famosos Homenots o Retrat de Passaport”.

Caricatura de los cuatro amigos Enric Cristògfol Ricart, Joan Miró, Maria Espinal y Lluís Mercadé en un dibujo atribuido a Marian Espinal que habla de la relación entre ellos y el escritor en 1920.Colección Boguñá Espinal

Peor parado sale Joan Miró, del que literalmente se ríe: “Tras conocerlo se convierte en diana de su ironía sarcástica, menospreciándolo cuando le dice que se está esforzando para ir a la moda en su etapa fauvista, que no lo siente, ni le viene de dentro, tras no entender los colores que usa en este momento”, prosigue Seguranyes. En una carta de mayo de 1920 escribe: “Os diría una mentira si os dijera que Miró todavía está aquí. No, ya ha marchado. Pero nadie lo diría, tampoco le he oído la voz en los últimos días”. En otros se mofa de su forma de vestir y de cómo camina, de sus “orejas gruesas” y de su “sonrisa de maniquí, turbador y mecánico”. Pese a todo, según Seguranyes, “siempre estuvo muy pendiente de él, de lo que hacía y de dónde estaba. Se distancian porque no entiende lo que pinta y su reacción natural es reírse de él, pero luego le sorprende su éxito”.

‘Figura de nena’, de Pere Pruna, 1923, que se puede ver en la exposición.

Pla tuvo que ser un hombre de ideas fijas, también en su concepción del arte. “Desde el primer momento tuvo un concepto estético dentro del Novecentismo, que visualiza con las obras de Enric Casanovas y Joaquim Sunyer; un planteamiento influido por Alexandre Plana y Josep Maria Junoy, de vuelta al mediterraneísmo, el clasicismo y el realismo, primero muy dogmático, y luego se va suavizando”, explica Seguranyes. Y en este sentido, Picasso y Miró se alejan de lo que realizan artistas más conservadores, como su estimado Joaquim Sunyer, que representa para Pla “la esencia de la catalanidad” y que consigue “su renacimiento, solo tras regresar a Cataluña después de 15 años en París”. Para Pla, Sunyer es superior incluso a los pintores franceses del momento. Seguranyes mantiene que es probable que el escritor tuviera que ver con el hecho de que el coleccionista Lluís Garriga donara a los museos de arte de Barcelona la colección de arte que compró en París en estos años, con un centenar de obras de Sunyer.

Joan Baptista Coromina, Tomàs Gallart y Josep Pla, en 1918.L. Casanovas (Fundació Josep Pla)

Para la comisaria, esta documentación permite conocer “la formación estética firme de Pla y su contexto cultural”. Según explica, “todos estos pintores le deben mucho a Pla, ya que gracias a lo que escribe sobre ellos conocemos sus vidas en el París de los años 20 y la relación entre ellos; les hace auténticos retratos psicológicos que son un fondo de información brutal”.

Uno de los retos de la exposición, confiesa Seguranyes, fue, tras comprobar que Pla no tuvo una colección de arte, mostrar su gusto artístico. “Ha sido difícil localizar obras que seguro que Pla vio o que se realizaron en el momento en el que el escritor y los pintores tuvieron contacto”. Entre las obras reunidas destaca La nena dels préssecs, de 1921, que hacía 50 años que no se exponía y solo se conocía en blanco y negro.

Seguranyes ya trabaja en un segundo capítulo de este trabajo en el que tendrá un papel importante Salvador Dalí. “Aunque ya se conocían del Ateneu Barcelonès, la primera correspondencia entre ellos es de 1928, pero en 1929 se distancian tras abrazar el surrealismo Dalí. No será hasta su regreso, en 1948, de Estados Unidos y su vuelta al clasicismo y la religión católica cuando se volverán a encontrar”. Pero en este trabajo no solo estará Dalí. “La idea es dibujar, como ahora, el entorno artístico y sus referentes. No sería Pla y Dalí solo, sino las relaciones con otros artistas que reivindican el realismo contra las vanguardias”.


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