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A lomos del hijo del camionero

Llegar a una final se puede considerar una victoria coral de la Real, que no trascenderá si no se corona con la gloria del título. Pero si hay que señalar un artífice, un culpable principal, un cicerone y líder de esta revuelta deportiva, ése es Imanol
Alguacil
Barrenetxea, oriotarra de 49 años. Él, con su ambición y la trascendencia que le otorgó desde el inicio a esta competición que le había hecho feliz de chaval, fue en 2020 el guía de la nave txuri urdin hasta la final, de la misma manera que su aita, madrileño, conducía su camión de un lugar a otro para sacar adelante a sus siete vástagos, entre los que el tercero es Imanol. El querido entrenador de la Real tuvo que lidiar con la ausencia de su madre, oriotarra, que falleció cuando era pequeño, y la habitual de su progenitor, que se enteró al volante de que su retoño iba a debutar con el primer equipo txuri urdin hace 30 años en Oviedo.

Imanol pasa por ser uno de los técnicos más admirados de Primera. El mismo Imanol que se negó a continuar en el banquillo del primer equipo como le proponían tras la primera de sus dos etapas, porque ni se veía preparado ni quería someter a los suyos a las servidumbres propias del cargo. El mismo Imanol que, una vez retirado del fútbol -tras Real y Villarreal, siguió jugando en el Jaén, el Cartagonova y el Burgos-, fue comercial de una empresa de limpieza para hostelería antes de emprender su carrera como técnico. Ése que, hace sólo unos meses, rompió a llorar tras certificar el sexto puesto con el equipo de sus desvelos: “Ni yo mismo sé por qué me ha dado tanta confianza y tantos galones el club”, dijo, antes de acordarse de sus sobrinos, “que se van a la cama llorando cuando pierde la Real”.

Fusión con el hincha

Y es que Imanol es la fusión del hincha con el técnico en crecimiento. “A mí me gusta mucho que nuestro entrenador sea así, es como si fuésemos nosotros el entrenador, como si la afición estuviese representada en el vestuario por un señor que es nosotros, encargado por nosotros para tomar las decisiones”. Las palabras del periodista Iñaki
Gabilondo reflejan de forma nítida el sentir de muchos aficionados con respecto al entrenador. La retahíla de abrazos con los que crujió a pupilos y aficionados, directivos e informadores, tras superar la semifinal en Miranda retratan la personalidad de un técnico del pueblo que ahora está a 90 minutos de abrazar un sueño.

Imanol tiró hacia el fútbol en un pueblo volcado hacia el remo. Se escapaba a Michelín, con esos amigos de la infancia que aún conserva, para ver al juvenil y al Sanse siempre imaginándose que quizá algún día iba a ser él que se enfundara esa camiseta con aquel escudo tan hermoso. Y la vida le ha ido otorgando los frutos de casi medio siglo de pelea: llamada del club en juveniles, estreno con Boronat, salto al primer equipo, vuelta como entrenador, primero forjando caracteres en el filial, luego reventando tímpanos de cracks díscolos como Januzaj. Y ahora puede ser el cuarto técnico en la historia realista en alzar un título, tras Berraondo a principios de siglo, Ormaetxea hace 40 años y Toshack en 1987.

Casta y humildad heredada y transmitida a sus hijos Ander y Mikel. El primero estuvo haciendo pruebas con la Real hace unos años, pero una lesión grave de la que no se podía operar le hizo desistir. Se lanzó al remo para retornar al deporte de su aita.

Imanol es de Orio, vive en su pueblo, pero aquellos amigos de toda la vida apenas le ven las canas. De ocho a ocho se tira en Zubieta para que siga habiendo Sábados de Gloria.


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