El fútbol no nos debe una como apelan en otros sitios o como manifestó recientemente Dani García: nos la debemos nosotros. Cuanto no pase por pelear como auténticos leones puede acabar en debacle y desánimo.
No tenemos ni idea de cuándo tendremos otra oportunidad. Comparecer y competir: no hay otra. Cambiando cosas.
Da la sensación de que club y afición han optado por un perfil más bajo, por desinflar el soufflé respecto a anteriores finales. Medida atinada.
Afortunadamente, hemos obviado dedicar energías a hipotéticas gabarras, festejos y recepciones varias, relegando hasta última hora el tirón que requiere el evento. Para los jugadores puede ser un acierto. Más que comprobado que tanta bengala, tanta despedida multitudinaria y tanto vídeo motivacional no funciona. Quién sabe si hasta les genera más ansiedad.
Afrontémoslo de otra forma, sin presión añadida, al estilo Supercopa. El factor sorpresa ya no existirá, es cierto, pero la liberación que supone hacer al rival favorito puede venir fenomenal.
La Supercopa marcó el camino. Se gane o pierda, pues toda final depende de pequeños detalles, es innegociable competir, comparecer, entregar hasta la última gota de sudor, salir extenuados. En enero se pudo ganar o perder por unas causas u otras, pero todos tuvimos claro que con título o sin el, el equipo dio argumentos más que de sobra para sentir orgullo. No así hace dos semanas. Ese es el primer factor a recuperar, haya luego que pintar el autobús o no.
Que el Barcelona sufra y necesite su mejor versión para doblegarnos: ese es nuestro ADN. Otra puesta en escena, seguramente traería consigo decepción y probable paseo azulgrana.
Un pueblo, una filosofía
Los vídeos motivacionales al estilo de Al Pacino en ‘Un domingo cualquiera’, utilizados por todos, no son factor diferencial. Sí lo son pertenencia y representatividad de un pueblo, nuestra filosofía. Ni presión añadida ni factor liberador ‘Beti zurekinesco’. Esa especie de conformismo, creer que da igual ganar o perder, que pase lo que pase seguiremos al lado de nuestros jugadores, nos lastra, no ayuda a crecer.
Por descontado que lo estaremos, pero el orgullo lo consigue un grupo que pelea contra los mejores no dejándose nada y que si muere, muere matando. No lo vimos en la anterior. Y eso se exige en el Athletic desde hace 123 años.
Muy positivo que nuestro rival se encuentre peleando la Liga y que su única bala de la temporada no sea esta final de Copa. Piqué, convencido de que la final está ganada. Alba, por contra, muestra más respeto y no lo ve tan claro. Ojalá se confíen como en enero, pero lo veo menos factible.
Contando siempre con Messi, es en el propio Alba, tanto en su incidencia en ataque como en sus carencias defensivas, donde puede estar el partido. ¿Se podría neutralizar sus internadas y aprovechar sus lagunas defensivas llevando a banda a Iñaki Williams? Aunque Marcelino ya comentó que rara vez lo colocaría ahí, pudiera ser una buena alternativa. Y un Asier Villalibre pegándose con sus centrales. Es una idea.
Fundamental no conceder nada. Necesitamos a aquellos que en mejor momento estén y mejor puedan afrontar los minutos que dure esto. Quien no tenga gasolina para todo el partido, ya tendrá su momento. Igual no vale con el once de siempre y hay que variar cosas.
Si nada se tuerce, aquí en siete días
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