Dice el refrán que nadie es profeta en su tierra. Ni que sea alcalde. O quizás porque va en el cargo. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha sido una de las estrellas de la Cumbre del Clima de Glasgow. La única representante de una ciudad española, y junto a sus homólogos de Londres y París, Sadiq Khan y Anne Hidalgo, ha presumido de políticas contra el cambio climático (con el proyecto Superilla Barcelona como mayor exponente), además de reivindicar el papel de las ciudades en tomar la iniciativa.
Este miércoles, un informe de Naciones Unidas sobre proyectos urbanos a tener en cuenta para luchar contra la emergencia climática destacaba las supermanzanas. Cambios que están en marcha y no siempre son bien acogidos en la ciudad, donde recibe críticas de los afectados (transportistas, por ejemplo, si hablamos de restricciones); o de colectivos que consideran que los pasos que da son tibios (ecologistas o plataformas ciudadanas).
Durante una breve entrevista en TV3, y preguntada por la cuestión, la alcaldesa comentó que también sus homólogos reciben críticas por proyectos parecidos a los de Barcelona. Colau apuntó que “en de entrada los cambios generan polémicas y dudas”, pero celebró que “la ciudadanía ha incrementado su conciencia ambiental”, y citó el caso de las escuelas que reclaman pacificar sus entornos.
Con todo, a menos de dos años de las elecciones los comunes han decidido no aumentar las restricciones al coche (ni en la Zona de Bajas Emisiones ni peaje de congestión); o dar marcha atrás en el ambicioso proyecto de recogida puerta a puerta de basura para mejorar los índices de reciclaje. Una decisión en la que ha tenido un gran peso su socio de gobierno, el PSC. Y con los atascos de vuelta tras lo peor de la pandemia y el transporte público que no ha recuperado el 100% de los pasajeros, la última encuesta publicada por el Ayuntamiento apuntaba también a que la movilidad irrumpe como preocupación ciudadana.
Mientras, fuera la alcaldesa triunfa precisamente con estas políticas. En Glasgow, el miércoles intervino en una mesa de ciudades y fue presentada así por el ex alcalde de Toronto (Canadá) y actual director de diplomacia internacional de la red de ciudades contra el cambio climático C40, David Miller: “Colau es una líder increíble en construir planes sostenibles”. Y añadió: “Es un ejemplo extraordinario de acción climática espectacular”. La primera edil es la vicepresidenta de la red de ciudades en Europa.
“Si las ciudades somos ambiciosas, los estados pueden hacer mucho más”
Colau lanzó dos mensajes. Uno, que los cambios para luchar contra la emergencia climática deben hacerse con “justicia climática, para evitar que aumenten las desigualdades”. Y dijo que las supermanzanas fortalecen el comercio local y recordó que Barcelona es la ciudad española que más invierte en políticas sociales. La segunda idea fue “un mensaje positivo y optimista, porque si las ciudades, con menos recursos y competencias pueden emprender transformaciones valientes y ambiciosas, los estados pueden hacer mucho más, acabarán participando de los grandes consensos”. “Que sepan que sí se puede”, advirtió rescatando su eslogan de activista por la vivienda.
Desde la plataforma de afectados por las restricciones (PARC) Mònica Xufre criticaba el mismo día que Colau “saque pecho de la zona de bajas emisiones en Glasgow cuando no ha reducido las emisiones”. En el extremo de quienes piden más, Guille López de Eixample Respira, celebraba las transformaciones, pero señalaba “su bajo impacto en conseguir un cambio modal y reducción de emisiones”, al tiempo que pedía “actuaciones más ambiciosas, metropolitanas y de todas las administraciones”.
Por parte de Ecologistes en Acció, Maria García aplaudió que los comunes “pusieran la emergencia climática en la agenda”, pero lamentó que no se haya “acompañado de políticas concretas, contundentes y con impacto en la reducción de emisiones”. Sí reconoció el papel de Colau en el freno a la ampliación del aeropuerto.
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