Adama Traoré, un planeta singular y provechoso


Los insólitos resultados en el fútbol europeo han generado el mismo desconcierto que las inquietantes curvas de la covid-19. No podía pasar más tiempo sin que el fútbol remitiera al esquivo coronavirus que azota el mundo y sigue sujeto a especulaciones, diferencias de opinión, comentarios contradictorios y una desorientación casi general.

No hay noticias de una jornada tan inexplicable. El Tottenham derrotó 1-6 al Manchester United y el imponente Liverpool fue masacrado (7-2) por el Aston Villa, un equipo que ha vivido entre angustias en los últimos años. El Leicester encabezaba la Premier League con tres victorias sucesivas, pero se estrelló (0-3) en su campo con el West Ham, un sufriente habitual en los últimos años.

Después de imponerse con tremendas dificultades al Sevilla, el Bayern se ha vuelto humano. El Hoffenheim le derrotó 4-1 hace dos semanas y en la última jornada sudó tinta para ganar 4-3 al Hertha de Berlín. Lewandowski marcó el gol decisivo en el último minuto, de penalti. La única normalidad en Italia corresponde al Atalanta, que pisa más fuerte que en su inolvidable última temporada. Marcó cinco goles al Cagliari y ha anotado 13 en los tres partidos que ha disputado, todavía sin el genial Ilicic en el campo.

La Premier está encabezada por el Everton —cuatro partidos, cuatro victorias, cuatro goles al Brighton en el fin de semana— y el Aston Villa, dos venerables clubes que pertenecen al núcleo fundacional del campeonato inglés, pero de los que nadie sospechaba un arranque tan exagerado. El Rennes es líder en Francia y a su rueda están el Lille y el Lens. Tres equipos comparten el primer puesto en Bundesliga: RB Leipzig, Augsburgo y Eintracht de Fráncfort. En Italia es casi más impactante el enérgico comienzo del Milan —tres partidos, tres victorias— que el liderato del Atalanta. A la espera del regreso de los grandes, asistimos al imprevisto tiempo de los pequeños.

La sacudida ha sido tan fuerte que el mundo del fútbol se pregunta por las causas de este repentino seísmo. Estamos en un punto donde todos los análisis valen y merecen atenderse, aunque no hay manera de encontrar una respuesta concreta a una situación tan desconcertante. La primera razón es evidente: el impacto de la pandemia. Se juega en unas condiciones nunca vistas en el fútbol, con los estadios vacíos y la pérdida de valor en el factor ambiental. Estas circunstancias influyeron poco en los grandes equipos, que no atravesaron dificultades en el regreso del confinamiento. En el caso del Bayern y el Real Madrid lo aprovecharon para ganar sus campeonatos con gran comodidad.

El giro ha sido tan radical en algunos países que se buscan más explicaciones. La ausencia de pretemporada es una de ellas. Durante los últimos años se decía que el verano sólo les servía a los portaviones del fútbol para recaudar dinero en sus fatigosas giras. Resulta que aquellos partidos eran más importantes de lo que parecían, tanto en la preparación física como en la táctica. La acumulación de encuentros también genera material justificante. Los equipos, que apenas han descansado, han entrado en la burbuja aséptica con un trepidante ritmo de jornadas. En los próximos nueve días, decenas de jugadores disputarán tres partidos con sus selecciones, no sin consecuencias para algunos.

Todos los análisis sirven y probablemente todos influyen. Como ocurre con la pandemia del coronavirus, se saben cosas, pero ninguna explica todo lo que ocurre. No se sabe, por ejemplo, por qué en España no se ha modificado el comportamiento general de los equipos. Mientras los resultados extravagantes se adueñan de los campeonatos europeos, la Liga se ha vuelto minimalista: diferencias muy ajustadas, pocos goles y juego, en general. En el fútbol, España también es diferente.


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