África también puede apropiarse del castellano, moldearlo y aprovecharlo


Los acercamientos se vuelven frecuentes. Hay una herramienta común como excusa, que no solo es instrumento sino matriz. Se trata de nuestro idioma —el casteldiano— que podría unirnos más de lo que hasta ahora ha sido habitual con nuestros vecinos africanos. De ahí que la celebración del II Encuentro de hispanistas África-España: la huella africana en el español sea motivo de aliento. Durante tres jornadas celebradas en el Instituto Cervantes de Madrid la semana pasada —organizadas por Casa África y la Cooperación Española—, escritores y académicos de diferentes países de África expusieron y debatieron pareceres con especialistas locales en la materia.

Además de la literatura ecuatoguineana en español y de sus nombres más consagrados, como el de Donato Ndongo, quien disertó en el encuentro, o el de los escritores jóvenes y más populares, como el de Maximiliano Nkogo Esono, el acto se dedicó también al español elegido por investigadores, escritores o emigrantes africanos originarios de otros países al sur del Sáhara. Porque hay castellano también en las universidades de países anglófonos y francoparlantes, y, por supuesto, en la escritura de la diáspora.

Entre otros polifacéticos asuntos, en Madrid, se habló de los temas elegidos por la ficción, de lo inalcanzable de una digna distribución de libros que no aparecen en grandes editoriales, de las iniciativas de difusión de lo africano en países como España (con una presencia demasiado reciente del continente vecino en la cultura literaria) y, además, de la enseñanza de este idioma en el extranjero.

También se reseñaron experiencias auspiciosas hacia el mutuo conocimiento como la que aportó la gestora cultural y escritora Deborah Ekoka, cofundadora de la librería especializada en literatura africana United Minds, del espacio Afro Conciencia, en Valencia, y de Black Barcelona. Entre las cuestiones abordadas por Ekoka, lo que reverbera es: “¿Qué es la identidad española? ¿Es únicamente blanca?”

Un idioma permeable a la oralidad

En su búsqueda de las huellas de la cultura africana en la literatura en español, el profesor Ndioro Sow, investigador y docente de la Universidad Gaston Berger de St. Louis (Senegal) analizó las relaciones entre España y África a través de los libros que han jalonado la historia común, desde “el negro” en la literatura del Siglo de Oro a las diferencias entre las voces coloniales y poscoloniales, a uno y otro lado del Mediterráneo, incluyendo a importantes referentes de América Latina.

Ese recorrido lo lleva a asegurar que “el español ya no es la lengua de los españoles”, y no solamente por la presencia ineludible de América, sino porque “África se va a meter también en este concierto lingüístico”. La literatura de expresión española, afirma, “no es solo patrimonio de los países que tienen el español como lengua cooficial”.

La literatura de expresión española, afirma Sow, “no es solo patrimonio de los países que tienen el español como lengua cooficial”

En efecto, su conferencia giró en torno a la noción de la “apropiación interior” o, lo que es lo mismo, una aproximación “interpretativa”, en las últimas décadas, que permite “cuestionar y tomar otras perspectivas de la política lingüística y cultural”. Sow se detiene, especialmente, en lo que significa una literatura colonial o una poscolonial, poniendo el ejemplo de cuando un ecuatoguineano toma la palabra y se expresa como alguien nacido en España, “reproduciendo discursos racistas o coloniales”, o cuando lo hace a través de personajes que tienen una voz propia, con identidades africanas perceptibles, “que no están envueltas en el discurso que menosprecia al mundo negro, o de lo bárbaro frente a lo civilizado”.

El investigador senegalés propone preguntarse, pues, ¿cuál es la contribución africana al idioma? La cuestión llevaría a averiguar si se practica una literatura “de asentimiento” o un inevitable biculturalismo, que es el de los pueblos africanos en contacto con lo que trae el europeo, y que conlleva un estilo permeado por la oralidad del continente, que respeta los propios procesos culturales del colonizado.

“El idioma es una puerta”, por la que han entrado escritores jóvenes de Camerún, de Benín o Senegal. Sin embargo, hasta hace poco, la llave de esa puerta estaba en Francia, según asegura Sow: “Durante décadas, el castellano ha sido una lengua muy estudiada, sin que tuviéramos relación directa con España o América Latina, ya que había que pasar por Francia para estudiar español. Así, tanto la docencia como la investigación estaban mediadas por la francofonía. Hemos llegado a un contacto directo, que es un avance”.

El ruego del hispanista senegalés, en este punto, es evitar los errores del excesivo centralismo. Y concluye: “Que el hispanismo no sea como la francofonía: que integre posibilidades de gestión de perspectivas para que los pueblos puedan aprovechar la herramienta de la lengua para expresar otra realidad”.

Sin añoranzas hacia el hispanismo decimonónico

A su turno, Amadou Bocar Sam Daff, presidente de la Coordinadora de Asociaciones de Senegaleses de Cataluña y autor de la novela La perla negra (Saldonar, 2019), sostuvo que los ciudadanos africanos, tanto fuera como dentro del continente, se han “apropiado” de idiomas como el inglés, el francés o el español, “a veces en detrimento de sus propias lenguas” y esa es la constatación que los lleva a cuestionarse “qué es la literatura africana”.

“Desde la diáspora, lo que nos corresponde es ocuparnos de lo que supone para nosotros hablar esas otras lenguas”, sostiene Sam Daff. A continuación, se explaya: “¿Cuál es el género en el que nos toca escribir? Creo que nos hemos justificado tanto por ser africanos, que esto ha impregnado incluso a la literatura y se nota en la inmigración más reciente. No ha llegado aún la hora de la democratización de la literatura, como para demostrar nuestro talento. Los que venimos traemos un bagaje y lo expresamos no en la lengua de ‘acogida’ sino en la de ‘llegada’. Aclaro esto porque todos los términos tienen un valor… como hablar de ‘África subsahariana’, cuando sería más correcto hablar del África al sur del Sáhara. Descolonizar las mentes significa dejar de creer que nuestras culturas y nuestras lenguas son inferiores. Y este combate no podemos darlo más que nosotros”.

Descolonizar las mentes significa dejar de creer que nuestras culturas y nuestras lenguas son inferiores. Y este combate no podemos darlo más que nosotros

El otro asunto que aborda el escritor senegalés es a quién se dirige un emigrante que escribe, cuando “la mayoría de los senegaleses que viven en Cataluña desconoce que yo he escrito una novela y quizá también yo desconozca lo que han escrito mis vecinos o amigos, entre los más de 70.000 senegaleses que viven en España”. De ahí que su reivindicación sea que las personas de la diáspora dejen de ser objetos de estudio para ser sujetos y actores de su propia realidad. Paralelamente, asumir su “transnacionalismo” es, a su juicio, una manera de convivir en el reconocimiento mutuo con la sociedad de llegada.

También contundente, el periodista y escritor ecuatoguineano Juan Tomás Ávila Laurel, autor en la revista FronteraD y en el blog Malabo, entre otros, analiza que “el destino compartido entre Guinea Ecuatorial y España ha estado profundamente marcado por el hecho colonial, sostenido por miradas racistas de los sucesivos regímenes dictatoriales que determinaron el carácter propio”. Según Ávila Laurel, esto explica el comportamiento de la comunidad lectora en la diáspora ante la producción literaria de los autores guineanos, en España, donde destaca el desinterés o la indiferencia. A su juicio, esta actitud se corresponde con hitos históricos como la ley de silencio informativo sobre Guinea Ecuatorial, que imperó en España entre 1971 y 1976.

En su intervención, Ávila Laurel confesó que lleva 10 años en España y que nunca ha sido invitado por una universidad nacional, a pesar de su largo historial de ponencias en centros académicos extranjeros. Asimismo, defendió “la necesidad de un hispanismo que no esté justificado por el colonialismo”. Y concluye: “Lamentablemente, todavía faltan muchos ojos y muchos brazos para que el entusiasmo de profesores y alumnos sea atendido o correspondido”.

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