Al pan, pan y a divertirse, al Hormiguero

Pablo Motos e Isabel Díaz Ayuso, este martes en 'El hormiguero'.
Pablo Motos e Isabel Díaz Ayuso, este martes en ‘El hormiguero’.

Pretender ver una entrevista periodística en El hormiguero es como ir al súper a por libros o al estanco con una receta médica. Y, al contrario que en el súper, donde se vende como pavo lo que “contiene un 60% de pavo” y hay que mirar con lupa para descartar el aceite de palma, el programa sí está correctamente etiquetado, no engaña a nadie. Arranca cada noche con una frase clara, inequívoca: “Hoy viene a divertirse al Hormiguero…”. Es decir, el entrevistado no va a rendir cuentas, a responder preguntas incómodas, pertinentes, va a pasárselo bien.

Esa es la gran diferencia entre la información y el entretenimiento, y linchar a Pablo Motos por no ser periodista incisivo sería como zarandear al estanquero por mal farmacéutico. Si quedara alguna duda de lo (poco) que les preocupa la pureza del género cabe recordar que en un momento del programa se cede la batuta de la entrevista a dos marionetas muy monas con forma de hormiga.

La primera en saber que no iban a incomodarla es Isabel Díaz Ayuso, quien, en septiembre de 2014 —como recordó el tuitero Álvaro en diferido—, en la misma cuenta de Twitter donde este miércoles agradeció el buen rato que pasó el martes en el programa, escribió: “Qué grandes los socialistas. Llenan el público de El hormiguero de afiliados del PSM y todos a aplaudir y besuquear al jefe en el descanso”. El invitado aquel día era Pedro Sánchez, al que Motos preguntó, por ejemplo: “¿Por qué eres político en un momento en que los políticos caen mal?” —”pensando en la gente”, contestó él— y “¿estás hasta las narices del apodo de Pedro El Guapo o aguantas un poquito?” —”porque no te han visto a ti”, replicó el líder socialista—.

Otra cosa es que los políticos intenten entretenernos durante su jornada laboral, en las horas de gestionar o dar explicaciones en el Parlamento. Y en esto, Ayuso y su escudero son maestros de la distracción, grandes ilusionistas. La oposición, además, pica a menudo en ese anzuelo, lo que ha convertido la estrategia en un éxito. Basta que la presidenta madrileña pronuncie una frase desafortunada — “un día os vais de vacaciones y cuando volvéis le dan vuestra casa a los okupas”—, absurda —”Madrid es España dentro de España. ¿Madrid qué es, si no es España? No es de nadie porque es de todos”— o chistosa —”en Madrid puedes cambiar de pareja y no volver a encontrártelo nunca más”— para que corran ríos de tinta sobre la anécdota y quede aparcada la categoría. Mientras se aplaude la “frescura”, el “desparpajo” de Ayuso o se ridiculiza y se repite hasta la saciedad la frase en cuestión, no se habla lo suficiente, por ejemplo, de listas de espera para consultas o intervenciones médicas.

Si esta semana, en lugar de ante las hormigas, Ayuso se hubiera sentado ante un periodista de información, que no puro entretenimento, probablemente habría tenido que responder por las más de 100.000 vacunas de coronavirus que han caducado en Madrid después de que su presidenta insistiera en que el Gobierno central no enviaba dosis suficientes. Pero en esas entrevistas se deja ver menos. Mejor ir a divertirse a El hormiguero o a casa de Bertín.

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