Martin
Odegaard y Alexander
Isak
han escenificado en las horas previas a la semifinal de Copa que llevan un pianista dentro. Se sentaron delante del instrumento y se pusieron a teclear, como si estuvieran organizando un contragolpe letal, con unas dotes creativas de los artistas más decorosos. La Real apela a su música celestial en una noche de fantasía.
Si la tropa de Imanol consigue mover el esqueleto al son que marque su dupla de escandinavos, habrá encontrado el norte de las semifinales para viajar al sur andaluz el 18 de abril. Un noruego y un sueco como brújulas, una sociedad estelar: pase del mediapunta, carrera del delantero y gol.
La Real se presenta en Anduva con ventaja en la renta de la eliminatoria gracias al gol que marcó Odegaard en Anoeta. Un aporte que puede resultar determinante y que ofició de fe de erratas. El noruego había cometido un error de bulto minutos antes que derivó en el empate del Mirandés.
Entre los pases de Odegaard y las recepciones de Isak hay una química depurada. La Copa del Rey ha servido para que la sintonía cobre fuerza, sobre todo en las eliminatorias contra Espanyol y Osasuna. Odegaard conectó con Isak a la carrera en el 2-0 ante los catalanes en dieciseisavos de final. Los octavos contra los navarros fueron un festín gentileza del dúo escandinavo: fueron los protagonistas de los tres goles que marcó la Real.
Odegaard suma dos goles -a Real Madrid y Mirandés- en la Copa, además de los otros tres que ha fabricado con sus tres pases a Isak. Su impronta en el torneo ha ido in crescendo tras perderse las dos primeras eliminatorias, contra Becerril y Ceuta. El delantero, por su parte, es el máximo artillero de la Copa, y por lo tanto de la Real, como consecuencia de haber firmado siete goles en seis partidos. Un promedio descomunal que ejerce de amenaza para el Mirandés, ya que apunta a la titularidad, por delante de Willian
José.
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