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Alba


El alba es un acto de afirmación en la vida, el final de la noche, la llegada de luz. Aunque en épocas duras me dejara arrullar una y otra vez por estas desoladas palabras del inmenso poeta Claudio Rodríguez: “Si tú la luz te la has llevado toda, ¿cómo voy a esperar ya nada del alba?“.

Alba es el justificado nombre de mi última heroína. Y ya sé lo que pensaba Bowie respecto al heroísmo: “Podemos ser héroes. Solo por un día”. La observo en un programa de Telemadrid llamado Gente maravillosa. Esta chica está en una peluquería e ignora que una cámara oculta está filmando una representación. A su lado una señora no para de darle la bronca a su anciana madre. Le dice: “Qué vergüenza que tengas un novio. Me da asco que te comportes como una vieja verde. Se van a reír todos de ti”. Alba escucha atónita esta cruel diatriba. Y reacciona. En un parlamento torrencial y con los ojos empapados de lágrimas le escupe a la hija: “¿Qué coño es esto? No lo soporto. No quiero gente así. Deje a su madre que sea feliz. La gente debe vivir y disfrutar. Es lo que quisiera para mi madre si fuera su caso“. Y me emociona. Alba demuestra coraje, solidaridad, sentido de la justicia, ovarios. Ella ignoraba que se trataba de una farsa. Explota, da la cara, defiende al acorralado.

Y pienso en todo lo contrario. En ese fotógrafo viejo tirado en la calle y que muere congelado a lo largo de la noche. No sabemos si su derrumbe se debió a un infarto o a que iba demasiado puesto. ¿Qué más da? Solo sabemos que centenares de personas pasaron a su lado y nadie le ayudó. Es probable que yo también hubiera pasado de largo. Qué vergüenza, qué espanto.

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