Alemania juzga al clan sospechoso del espectacular robo de las joyas del palacio de Dresde


Ocurrió en la madrugada del 25 de noviembre de 2019. Dos encapuchados se colaron por una ventana del palacio real de Dresde sin que saltaran las alarmas; caminaron con decisión hacia la sala donde se exhibe el tesoro de la familia real de Sajonia; destrozaron a hachazos la vitrina que contenía una de las mejores colecciones de joyas antiguas de Europa y salieron del edificio cargados de diamantes en cuestión de minutos.

Las piezas más valiosas de la conocida como Bóveda Verde, el museo más famoso de Dresde, se esfumaron, quizá para siempre. Más de dos años después de uno de los robos de arte más espectaculares de la historia, los presuntos ladrones, seis miembros de una misma familia del hampa berlinesa, se sientan ahora en el banquillo. La Audiencia de Dresde ha empezado a juzgar este viernes lo que para la ciudad y para la memoria cultural de toda la región de Sajonia, al este de Alemania, es una tragedia, una pérdida incalculable.

Vista de la sala que acoge la colección de joyería de la Bóveda Verde, en Dresde. Sebastian Kahnert (AP)

El centenar de piezas sustraídas, de oro y piedras preciosas (diamantes, rubíes, esmeraldas, zafiros…), formaban parte de la colección de obras maestras de orfebrería y joyería de Augusto II el Fuerte, príncipe de Sajonia y rey de Polonia (1670-1733). La fortuna quiso que una de las más valiosas y conocidas, el Diamante Verde, se salvara gracias a que se encontraba en préstamo en una exposición del Metropolitan Museum de Nueva York. El botín no ha aparecido y los expertos creen que lo más probable es que nunca volvamos a ver las joyas: seguramente fueron desengarzadas para vender por separado las piedras preciosas y fundir el oro.

Si el robo fue espectacular, también fue extraordinaria la respuesta de las autoridades, que ofrecieron una recompensa de 500.000 euros a quien pudiera dar pistas fiables. La policía sajona enseguida se puso en contacto con la berlinesa ante las similitudes con otro robo inaudito cometido dos años antes en la Isla de los Museos de la capital alemana. Tres encapuchados consiguieron colarse en el museo Bode y llevarse una moneda de oro de 100 kilos, que tampoco se ha recuperado. Las pesquisas llegaron a la conclusión de que los autores eran los mismos o que al menos estaban relacionados.

Uno de los acusados del robo de joyas en Dresde, Mohamed Remmo, entrando a la sala donde se juzga el atraco desde este viernes. MATTHIAS RIESCHEL / POOL (EFE)

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Las primeras detenciones llegaron un año después del saqueo en Dresde. En una de las operaciones policiales más espectaculares que se recuerdan en Berlín, 1.638 policías llegados de toda Alemania participaron en una redada simultánea en 18 apartamentos y locales de la capital y detuvieron a tres personas, tres hombres de poco más de 20 años. Pertenecían a uno de los clanes criminales más conocidos de Berlín, los Remmo. El despliegue policial no consiguió atrapar a los líderes de la banda, dos hermanos gemelos. Pero sus fotografías se distribuyeron por todo el país y acabaron encontrándoles poco después. Un sexto sospechoso, Ahmed Remmo, fue detenido en agosto del año pasado.

Los seis acusados, de entre 22 y 28 años, se enfrentan a condenas por robo a mano armada y atentado incendiario. El juicio ha empezado con retraso, pasadas las 11 de la mañana, entre una enorme expectación. Según la Fiscalía, los miembros de la familia Remmo, todos ellos hermanos o primos entre sí, robaron unos cien objetos adornados con 4.300 diamantes y otras piedras preciosas con un valor total asegurado de al menos 113,8 millones de euros y causaron daños materiales superiores a un millón de euros. Dos de los acusados ya fueron condenados por el robo en el museo Bode.

El palacio real de Dresde, en una imagen tomada este viernes. JENS SCHLUETER (AFP)

El escrito de acusación detalla cómo planearon y ejecutaron el robo. La banda quemó un cajetín eléctrico cercano a la Bóveda Verde minutos antes de entrar que dejó los alrededores completamente a oscuras. Unos días antes habían serrado y pegado con cola para que parecieran intactos los barrotes de la ventana por la que se colaron en el edificio. Al salir les esperaba un coche que incendiaron en un garaje minutos después, tras conducir cuatro kilómetros hacia el norte, para borrar posibles restos. También se aseguraron de no dejar indicios como huellas de pisadas en el interior de la cámara del tesoro: la cubrieron de espuma con un extintor de incendios.

El robo del tesoro de Dresde ha abierto muchos interrogantes sobre la seguridad de los museos alemanes. Varios expertos se han preguntado por qué no se detectó el corte de los barrotes o por qué no había sensores de movimiento. Cuestionan también que piezas de un valor incalculable estuvieran protegidas por un cristal que se desintegró usando únicamente un hacha corriente. También hay sospechas de que otras personas tuvieron que ayudar a los Remmo. Las investigaciones respecto a guardias de seguridad y otro personal no han concluido. Según los medios alemanes, hay 40 sospechosos.


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