Los jefes de Estado y de Gobierno de la UE han acordado avanzar hacia un tope que “limite de inmediato los episodios de precios excesivos del gas” para lograr así luchar contra la emergencia energética. Alemania, que se oponía tajantemente a cualquier límite a los precios, por dinámico y temporal que fuese, ha terminado entre grandes presiones por abrir la puerta a la medida. También, ya bien entrada la noche y tras horas de intenso debate y mucho baile de palabras, se ha abierto a estudiar, aunque con escaso entusiasmo, una fórmula adaptada a la UE del modelo ibérico, que topa el precio del gas empleado para usar electricidad. Berlín ha evitado la ruptura y ha allanado el camino a una fórmula, eso sí, que requerirá más trabajo para salir adelante.
La energía se ha convertido en la madre del cordero de los debates en Bruselas. Y probablemente lo seguirá siendo muchas semanas más. Los líderes de los Veintisiete han encargado a la Comisión Europea que tome “decisiones” y no ya propuestas, y que aclare algunos puntos vagos sobre las medidas que había sobre la mesa —desde el tope de precios a la compra conjunta de gas—. Tras la cumbre del jueves y el viernes en Bruselas, los ministros de Energía de los Estados miembros tendrán ahora que ahondar y pulir los detalles de lo que la jefa del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, ha denominado una “hoja de ruta sólida”.
“Estamos enviando a los mercados una señal de que podemos actuar juntos. Confío en que pronto se verán los efectos”, ha recalcado el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ya entrada la madrugada en una conferencia de prensa junto a Von der Leyen. Es, ha añadido, “el momento de la verdad”, a las puertas de un invierno en el que Rusia seguirá usando la energía como arma contra la UE y en su guerra en Ucrania, y con el próximo invierno, que puede ser todavía más complicado, en el horizonte político. Lo cierto es que el anuncio ya ha hecho caer los precios un 6% en las últimas horas. El índice TTF holandés, el de referencia en la UE que precisamente se quiere intervenir en ese corredor dinámico y temporal, ha ido bajando de forma prácticamente constante desde su pico en agosto, cuando alcanzó los 340 euros por megavatio hora. Este viernes ha caído un 11% para situarse en 112 euros, un precio similar al de junio, pero aún muy lejos de las cotizaciones de antes de la pandemia y de la guerra, cuando se pasó casi una década oscilando entre los 15 y los 30 euros.
Sobre el papel de conclusiones, es un acuerdo mínimo. Un pacto para seguir negociando. Sin embargo, el cambio fundamental es que Berlín ya no se cierra a implantar un tope en el gas, sino que ahora se abre a debatir los detalles, el cómo y el cuánto, siempre con la advertencia de que hay que analizar despacio y con cuidado cualquier intervención en los mercados que pueda tener un impacto en la seguridad del suministro. El Consejo Europeo recoge la propuesta del Ejecutivo comunitario y plantea limitar el precio con una fórmula dinámica y temporal en el mercado mayorista en momentos de picos desorbitados. Puede, ha dicho el canciller alemán, Olaf Scholz, “tener sentido”. Sin embargo, al salir de la cumbre, tras más de 11 horas de reunión en la que ha terminado por ceder a las presiones de una mayoría de países que apostaba por topar el precio del gas, ha avisado: “Todavía hay mucho trabajo concreto por hacer”.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el del Consejo Europeo, Charles Michel, en una conferencia de prensa tras el primer día de cumbre en Bruselas.OLIVIER HOSLET (EFE)
El objetivo es tener mecanismos concretos en las próximas dos o tres semanas, ha dicho el presidente francés, Emmanuel Macron, a la salida de la cumbre, que continúa este viernes con temas económicos, geoestratégicos y la guerra de Rusia en Ucrania sobre la mesa. Mecanismos también para desarrollar la central de compras conjunta relanzada por la Comisión Europea. Para garantizar que funcione —no como ahora, que apenas se usa— se dispone que los países compren el 15% del gas que adquieren para almacenaje a través de esa plataforma de consorcios (a lo que se opone Hungría): la cumbre también aborda la puesta en marcha de sistemas de solidaridad entre países en caso de graves problemas de suministro.
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SuscríbeteEstudio de impacto sobre la excepción ibérica
Los líderes, además, han encargado un estudio de impacto, costes y beneficios, de la llamada excepción ibérica, que limita el precio del gas que se usa para generar electricidad, teniendo en cuenta las realidades energéticas diversas de los veintisiete Estados miembros. Un gesto que puede ser una patada hacia delante para despejar la variable sobre la mesa, pero que también aporta otro modelo para topar el precio del gas. España, gran impulsora de la idea de adaptar el mecanismo que le ha funcionado a toda la UE, está satisfecha con el acuerdo, aunque lleva días urgiendo a la Comisión Europea a actuar más rápido. “Se está fraguando el consenso social europeo en el que España tiene un papel importante”, ha señalado este viernes el presidente español, Pedro Sánchez. “Hay países en los que puede interesar más la aplicación de la solución ibérica y otros no. Lo importante es que la solución ibérica es una referencia de que se tiene que intervenir el mercado”, ha precisado.
Queda también por precisar un fleco importantísimo: el del dinero. El empuje del italiano Mario Draghi, que en su último Consejo Europeo ha amenazado con vetarlo todo si no se recogían medidas económicas ligadas al plan de energía, ha logrado introducir algunos puntos sobre “movilizar herramientas a nivel nacional y europeo” para aliviar el impacto de la crisis de los precios en los consumidores y empresas, pero manteniendo la igualdad de condiciones y la “integridad del mercado único”.
Una alusión, por ejemplo, al escudo económico de 200.000 millones de euros que Alemania planea dedicar para apoyar a los hogares y familias ante las altas facturas del gas y electricidad, que ha levantado ampollas en muchos Estados miembros con los bolsillos menos profundos, y que no pocas voces han advertido que puede provocar desequilibrios en la UE. Esa lluvia de millones, que según Berlín no es mayor que la de otros Estados, como Países Bajos, ha provocado más fricciones latentes en la unidad de la UE derivadas de la escalada de la guerra de Rusia en Ucrania y la crisis energética, entre las que ha tenido que moverse el líder del Ejecutivo alemán, al que muchos le achacan que solo piensa en Alemania.
En la reunión, Draghi ha afeado a quienes piden a Italia y a otros solidaridad al compartir energía, pero que se niegan a atender sus llamadas, a topar los precios y a poner sobre la mesa un paquete de apoyo. Una frustración que compartió el primer ministro belga, Alexander de Croo. El resquemor es grande contra Alemania. Y habría aumentado si Berlín no se hubiera abierto a estudiar las medidas de tope del precio al gas, como lleva reclamando Italia desde hace semanas.
La política germana de apostar durante décadas por el gas ruso que se le suministraba barato y de implantar el pragmatismo en las relaciones con el régimen de Vladímir Putin está teniendo un coste ahora en la política energética de la Unión. Un coste que un grupo de los socios comunitarios no le perdonan. Y menos, cuando durante los últimos meses se ha mostrado reacio a abrir la mano a nuevos programas de apoyo a nivel europeo similares al fondo solidario creado durante la pandemia (a cuenta de endeudar el presupuesto europeo).
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