Álvaro Morte, el éxito inesperado de un hombre tranquilo


Álvaro Morte (Algeciras, 43 años) ya se había hecho a la idea de que su vida profesional se movería entre personajes secundarios. “Hablaba con mi chica hace un tiempo y me decía, ‘tú sabes que ya no vas a pegar un pelotazo, que eso queda reservado para los veinteañeros, y tú seguirás haciendo secundarios estupendos el resto de tu vida’. Yo eso ya lo habría firmado. Pero fíjate dónde estamos ahora”, ríe el actor. Curtido sobre las tablas del teatro y en series diarias como El secreto de Puente Viejo, Amar es para siempre y Bandolera, ese “pelotazo” que parecía que ya no daría le llegó con el personaje del Profesor, el cerebro detrás del atraco que narra La casa de papel. De Antena 3 pasó a Netflix y, de ahí, a convertirse en un inesperado fenómeno mundial.

Transformado en una estrella televisiva, a Álvaro Morte le reconocen ahora en países de toda Europa, América y Asia. “La fama la llevo muy bien porque, en realidad, mi vida sigue siendo igual. Sigo viviendo en mi piso humilde. Sí es verdad que tengo más ofertas de trabajo, de lo que me siento muy afortunado, y me acuerdo mucho de todos mis compañeros que no solo no tienen trabajo sino que hace años que no tienen acceso ni siquiera a un casting“, dice el intérprete.

Morte y el resto del reparto de La casa de papel están ahora envueltos en el rodaje de una nueva temporada, producida en este caso por Netflix y con la que la plataforma quiere generar más material de la que todavía es la serie de habla no inglesa más vista de la historia en Netflix. Pero antes de que se vean las nuevas aventuras del Profesor, Morte es uno de los vértices del triángulo amoroso que está en el centro de El embarcadero, cuya primera temporada ya está disponible en Movistar +. En ella, da vida a Óscar, un hombre enamorado de dos mujeres muy diferentes, tanto como los mundos que representan cada una.

“Me resultó complicado entender cómo puede llegar a querer de verdad a dos personas. A mí me resultaba muy difícil, está muy alejado de mí. Y la forma en la que pude llegar a entenderle fue pensar que las quiere de forma equivalente pero de manera diferente. Las quiere en el mismo nivel pero de distinta forma”, contaba en una entrevista con EL PAÍS el día antes de que se estrenara la serie. “Estamos haciendo series que tienen que mover al espectador. Ahora el espectador está ávido no solo de historias, sino de sensaciones, de montañas rusas”, continúa.

Los rodajes de El embarcadero, que se desarrolló una parte en Valencia y otra en Madrid, y el de La casa de papel obligaron al actor a tener que hacer malabares entre dos personajes muy diferentes. “Hubo un momento en que coincidieron los rodajes, no habíamos terminado El embarcadero y tuve que ir dos semanas a Tailandia a grabar parte de una de las tramas de La casa de papel y volver y seguir con El embarcadero. Son dos personajes absolutamente distintos, pero yo trabajo de forma muy cerebral, muy racional, tengo los personajes muy catalogados dentro de mi cabeza. Lo complicado para mí es construirlos, pero una vez que los tienes claros en la cabeza, ya te metes en uno u otro y, si por la tarde tienes teatro, te metes en el tercero”, cuenta sobre su método de trabajo. “Me encantaría que la gente pudiera hacer ese mismo salto, que no intenten ver en Óscar ningún retazo del Profesor. Soy consciente de que tiene una sombra muy alargada, pero no me gustaría que manchara el trabajo que hemos estado haciendo con Óscar”.

El momento dulce que viven Morte y sus compañeros en La casa de papel es fruto del cambio vivido por la televisión mundial, en el que las series ya no conocen fronteras ni geográficas ni de concepto o estilo. “Nos estamos quitando los complejos. En España hemos hecho muy buena televisión, series como Verano azul, Anillos de oro… pero nos habíamos acotado por necesidad de llegar a un rango de público muy extenso. Los temas se habían dispersado un poco y no podíamos ser tan finos y certeros en las cosas que nos interesaba contar. Ahora estamos atreviéndonos a contar otro tipo de historias, más arriesgadas, que no tienen por qué gustar a todo el mundo, y precisamente por eso el público las valora. El público es cada vez más exigente, no te permiten cualquier producción, y eso nos exige a nosotros que hagamos el trabajo lo mejor posible. Es una pescadilla que se muerde la cola que va creciendo en una dirección muy chula”. Palabra del Profesor.


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