Hay un cuento de Nathaniel Hawthorne, El joven Goodman Brown (1835), donde narra cómo un hombre hace una visita nocturna al bosque y asiste a una asamblea de brujas. Hechiceras para la imaginación, destacadas en tantos cuentos del folclore de muchos países, y brujas reales en la historia, las que su antepasado John Hathorne —Nathaniel añadiría la W a su apellido para distanciarse de su árbol genealógico— llevó a la hoguera en calidad de juez en el siglo XVII. El escritor lo tuvo claro desde el comienzo de su andadura literaria, y testimonió su idea al prologar sus obras; así, en La casa de los siete tejados (1851), alude a una moraleja propia. “A saber: la realidad de que el mal obrado por una generación pervive en las siguientes”. Hawthorne siempre se sintió culpable de los actos pretéritos de su familia, y se dedicaría en cuerpo y alma a expiar ese demonio interior en forma de narrativa.
Hoy el viajero puede visitar Salem, la llamada Ciudad de las Brujas, y conocer los orígenes del autor de La letra escarlata en un recorrido tanto por el hogar donde nació, en 1804, como por la adyacente House of the Seven Gables, que le inspiraría la citada novela. Esta mansión colonial de 17 habitaciones fue construida en 1668 y Hawthorne la frecuentaría de joven al vivir en ella su prima Susannah Ingersoll. La casa de los siete tejados contaba la historia de una residencia maldita que un coronel hizo construir donde antes estaba la cabaña de un hombre condenado por brujería en un juicio presidido por él, quien muere inesperadamente el día en que inaugura la vivienda. Se hacía efectiva así la maldición que le había lanzado el condenado de camino al cadalso: que él y sus descendientes heredarían, con la casa, la mayor desdicha.
Salem, a unos 40 minutos en coche al norte desde Boston, transpira este clima de brujería que se ha convertido en su principal reclamo. Ofrece un recorrido en segways, con el acompañamiento de un dispositivo de audio con el que escuchar los aspectos más importantes de esta localidad del condado de Essex, que trascendió tanto por sus juicios a mujeres acusadas de brujería como por los textos que inspiró, como el drama de Arthur Miller Las brujas de Salem, de 1953. Esta y otras obras han venido a recrear cómo, en 1692, la histeria colectiva se apoderó de esta hoy encantadora ciudad costera que al final vería a más de 150 personas envueltas en un proceso judicial que terminaría con 19 ahorcados (14 mujeres y 5 hombres). Así, resulta inevitable toparse enseguida en Salem con toda clase de estatuas e instituciones que explotan estos terribles acontecimientos.
Es el caso del monumento conmemorativo Salem Witch Trial Memorial (24 Liberty St.), levantado en 1992 con motivo de los 300 años de las ejecuciones. Cuenta con bancos que recuerdan la fecha y el nombre de las enjuiciadas, y conduce a The Old Burying Point Cemetery, un camposanto con lápidas de 1600 a 1700. Así, esta faceta mortuoria seria e histórica ha dado paso en la ciudad a estatuas como La Hechizada, situada en una plaza próxima a la principal calle comercial de Salem, que se erigió para homenajear a Elizabeth Montgomery, la actriz que protagonizó la serie Embrujada en la década de 1960. Y es que lo macabro del ayer ha devenido en atracción de marketing turístico, en un continuo Halloween, podríamos decir, que tiene su apogeo con la llamada Haunted Happenings, que de septiembre a noviembre ofrece un sinfín de actividades, muchas de ellas pensando en los más pequeños. Incluso uno puede adquirir productos sobre magia negra y demás aspectos paranormales en la tienda Crow Haven Corner, en la que la célebre médium Lorelei ofrece vaticinarte el futuro o ponerte en contacto con tus difuntos.
Con todo, para el visitante interesado en estos asuntos es de obligada visita el Museo de Brujas de Salem, donde se puede experimentar, en cierto modo, cómo ocurrieron los juicios o eran vistas las supuestas brujas mediante representaciones dramáticas basadas en documentos reales. A 10 minutos a pie, también es posible conocer por dentro el único edificio que se conserva en la pequeña ciudad relacionado de forma directa con estos procesos: la Witch House, donde vivió Jonathan Corwin, uno de los jueces, que se convirtió en casa-museo en 1948 para informar sobre la vida cotidiana del Salem del siglo XVII y sobre las personas que estuvieron implicadas en todo aquello.
El calabozo de Hawthorne
No extraña que en un lugar semejante, preñado de oscurantismo y superstición desde antiguo, surgiera un alma desconfiada como la de Hawthorne, que tuvo que soportar una tétrica infancia tras la muerte de su padre, un capitán de navío fallecido de fiebre amarilla en Surinam, momento en que el resto de la familia se sumió en la Biblia y el silencio. Nathaniel, huérfano desde los cuatro años, debía coger la comida en una bandeja en el pasillo y volver a su cuarto. Allí, en la casa que llamó el Castillo Sombrío, en los 12 años en que sombríamente su familia se mantuvo recluida en sí misma tras la muerte del patriarca, pasaba el tiempo encerrado en su habitación escribiendo cuentos fantásticos hasta que, cuando atardecía, salía a pasear. Una rutina que, como le contaría por carta al poeta Henry Wadsworth Longfellow, le hacía sentirse como encerrado en un calabozo del que tenía miedo de salir, aun estando la puerta abierta, y que acabaría transformándose en un mundo interior pleno de oscuridades, casas hechizadas y sueños fatídicos.
Toni Montesinos es autor de El triunfo de los principios. Cómo vivir con Thoreau (Ariel).
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