Sentada sobre el taburete de un bar, rodeada por su tropa, perfectamente peinada y maquillada para la promoción de su nuevo disco, Ana Guerra es algo así como un espejismo de aquella chica que hace cuatro años entró en la academia de Operación Triunfo. Mantiene su risa cantarina, su cercanía, y esos “Sí, tía…” que se le escapan al dirigirse a su interlocutora. Pero es evidente que ha crecido. Lo demuestran su discurso, su forma de hablar de los demás, del mundo que ha vivido y de sí misma.
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Guerra presenta TikTak, el adelanto del que va a ser su segundo disco en el mercado, pero que en realidad es el tercero que hace. Porque antes de la pandemia había completado un álbum que, pese al esfuerzo y las horas invertidas, ha decidido no sacar. “Ya no era yo”, confiesa, sin dramas ni aspavientos. “No estaba en ese momento de mi vida y no podía contar ese tipo de historias. El público es soberano y no le puedes mentir”, reflexiona.
Por eso el pasado otoño se lanzó con un nuevo trabajo. Sin conocerse aún letras ni melodías (el álbum saldrá en unos meses aunque prefiere no concretar fechas para “no crear una cuenta atrás”), solo con la información que da sobre él ya se ve en qué momento de su vida está. Son 12 canciones, y todas están escritas por ella, se ha “quitado las tiritas” y enseñado las heridas de guerra. Pero es la punta del iceberg de todas las cosas que tiene que contar, porque había compuesto 40 temas. Y no, no es material para los siguientes dos o tres discos. Hablaban de tal forma del momento tan complicado que ha vivido que asegura no las va a volver a usar. Ahí se quedan. “Espero no volver a estar en ese momento de mi vida”, asegura.
Componer no le ha resultado fácil. Le enseñaron durante su paso por OT, pero aún así siente “vergüenza” cuando escribe letras, se abre en canal y cuenta sus “miedos e inseguridades”. De hecho, de las 12 canciones del disco, 11 hablan de ella, “aunque no todas son de amor”. Pero se presupone que su relación de aproximadamente un año con el actor Miguel Ángel Muñoz y su posterior ruptura la han marcado. Aunque su nombre no se menciona en ningún momento de la entrevista.
De quien sí habla con pasión es de esos compañeros, hoy amigos, que le regaló la Academia. Los nombres de Roi, Juan Antonio, Nerea, salpican la conversación. Siguen unidos aunque reconoce que ve más a los que viven en Madrid como ella, donde se trasladó desde su Tenerife natal por la comodidad que supone para su trabajo. Aunque eso le ha obligado a vivir la pandemia lejos de los suyos, se considera “afortunada” porque “el bicho” no les ha tocado de cerca.
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Guerra reconoce que estos meses han sido duros. “Es uno de los años en los que más he aprendido y de los que más voy a aprender. Lo he pasado muy mal”, relata mientras los ojos se le llenan de lágrimas y el maquillador se apresura a frenarlas. “No, no van a caer, tranquilos”, dice ante la mirada inquieta de su equipo. Encontrar la paz le ha costado. Se vio desbordada durante un tiempo, no sabía bien quién era, qué quería, vivía acelerada y sin poder pensar. Tanto que tiene lagunas mentales, se le escapan recuerdos, personas que pasaron por su vida durante una época. Ahora disfruta más del momento, “ni con el retrovisor ni con los prismáticos”. Ahora no sufre. Afirma que pasa por su momento “más dulce, con la tranquilidad que da la identidad”.
La pandemia aceleró el proceso, ese parar y mirarse a sí misma en el espejo, como tantos han hecho. “Ha sido un acelerador de partículas porque ¿quién tiene tres meses para pararse a pensar? Todo ha sido superconcentrado. Ha sido un punto de inflexión para mí, pero hemos salido más fuertes”, dice, con una media sonrisa. Hoy asegura que no le preocupa no gustar, ser distinta a lo que era, incluso perder seguidores con el lanzamiento de su nuevo trabajo. “No estoy nerviosa porque mi verdad no es cuestionable ahora mismo. Soy yo”, se reafirma.
Ese proceso de introspección no es nuevo. Cuenta que el primer año después de la televisiva Academia, “fue lo fácil”, sobre todo a nivel laboral. Pero reconoce que luego llegó el mundo real. Sin el apoyo del huracán OT, tenía que enfrentarse a sacar adelante sus trabajos y contar quién era. “He hecho dos años de terapia, se lo recomiendo a todo el mundo. Tenía que gestionar qué me estaba pasando porque de repente la chica que cantaba era también un personaje. Ese camino ha sido muy duro. Ahora la persona y el personaje se suben al escenario, las dos”, reconoce. Por eso también ha decidido hacer sus propios temas: “La cantante ha vivido tan pocas cosas pero la chica tantas, que dije: ‘Vamos a contar las historias de ella”. En otras ocasiones las ha revivido (y cantado) con Morat, Bustamante, David Otero o Bombai, pero esta vez explica que era el momento de hacerlo sola. ”Este disco solo habla de mí así que no puedo hacer a nadie partícipe de esta historia”.
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