Ana Torrent: “He hecho en mi carrera lo contrario de lo que había que hacer”


Ana Torrent (Madrid, 55 años) actriz legendaria del cine español, estaba un día jugando sola en el recreo cuando llamó la atención de un director de cine y de un productor, Víctor Erice y Elías Querejeta, que habían ido al colegio en el que estudiaba la hija de Querejeta, Gracia, para buscar a la protagonista de la nueva película de Erice, El espíritu de la colmena. Hay una generación para la que es imposible escuchar su nombre y no pensar en los ojos enormes de aquella niña de la película en la que creía que Frankenstein se ocultaba en un pequeño pueblo de la España franquista, como así era. En todos.

Pregunta. Sorrentino sobre Maradona: “El futuro no existe para alguien que está condenado a vivir en la memoria de todos”.

Respuesta. Es difícil volver a hacer obras que signifiquen tanto como El espíritu de la colmena, pero me niego a pensar que el futuro no existe o no ha existido. Hace poco me decía un periodista: “Como tú ya lo conseguiste, ya lo hiciste…”, en el sentido de que yo ya estaba tranquila porque ya he dejado obras, pero no, nadie está tranquilo.

P. ¿Qué dijo al llegar a casa tras ese recreo en el que conoció a Erice?

R. ¿A mis padres? Que me habían hecho unas fotos unos señores en el colegio. Pusieron una cara… Volvió Erice otro día, habló conmigo, lo conté en casa y mis padres pensaron que eran fantasías mías.

P. Su padre le ayudó mucho.

R. A no crecer antes de tiempo. Querejeta, en un momento dado, dijo: “Bueno, ¿qué pagamos? ¿Qué sueldo le damos a esta niña?”, le preguntó a mi padre. Y mi padre: “¿Sueldo? No, yo lo que quiero es que la cuiden y que una persona de nuestra confianza la acompañe en el rodaje”. “Pero, hombre, ¡algo habrá que darle!”, añadió Querejeta. Entonces, mi padre dijo: “Vale, algunos regalos. Pero a ella y a todos sus hermanos por igual”.

P. ¿Qué hicieron?

R. Querejeta nos llevó una mañana a El Corte Inglés y nos dijo: “Podéis coger lo que queráis”. Éramos cuatro hermanos.

A Anna Magnani le quisieron tapar algo y dijo: “Ni se te ocurra tocarme estas arrugas: me ha costado toda una vida conseguirlas”.

P. Tras Erice, rueda Cría cuervos (Carlos Saura) y El nido (Jaime Armiñán), entre otras. Vacas, el debut de Julio Medem. Y en 1996 su mirada vuelve a instalarse en el imaginario español, esta vez atada a la silla de una snuff-movie en Tesis, el primer largo de Alejandro Amenábar.

R. Yo estaba en Estados Unidos. Me llamaron y me dijeron: “Hay un director que quiere contar contigo para una película. Se rueda ahora, a finales de agosto”. Pregunté qué había hecho y me dijeron: “No ha hecho nada”. Pregunté qué referencias había de él y me dijeron: “No tiene referencias”.

P. Y pidió que le mandasen el guión.

R. Quise venir a España para conocerlo. Tuve una entrevista con él. Tenía 23 o 24 años. Vi a un chico con las ideas clarísimas sobre cómo quería rodar, con una historia potente, con un personaje interesante. Sabía que era un riesgo, pero me apetecía ese riesgo. Me apetecía hacer una cosa que no se hacía en ese momento en España, completamente nueva. Tampoco tuve muchas dudas cuando leí el guion y cuando lo conocí. Y [José Luis] Cuerda detrás, y un buen equipo técnico.

P. La película salió de cartelera y volvió.

R. Se mantuvo en la sesión golfa de los Ideal o los Alphaville de Madrid. Después salieron los Goya [Tesis arrasó con siete premios] y volvió otra vez. Estuvo muchos meses. Estaba sorprendida, pero ya habíamos visto buena reacción en el estreno, que fue muy tranquilo.

P. ¿Por qué tranquilo?

R. Ese día se estrenaba al lado otra película conocida. A nuestro estreno no fue ni Dios, éramos cuatro gatos. Creo que era, pero no estoy segura, una con Ariadna Gil y Gerardo Herrero [se trataba de Malena es un nombre de tango, basada en la novela de Almudena Grandes]. Se estrenaba tres manzanas más allá. Allí fue todo el mundo. Nosotros éramos cuatro amiguetes. Pero la reacción fue muy buena. Y fue lo que fue luego.

P. Tesis la conecta con una nueva generación.

R. Pero esa generación tampoco es la de ahora, eh. Ya han pasado 25 años. Pero con todos los años que llevo… Hombre, hubiera estado muy bien haber estado siempre donde he estado, pero está bien: ha habido momentos arriba y abajo.

P. Casi nadie está 30 años en el top.

R. He vivido otras cosas. Gracias a eso he podido, de verdad, conocer otras vidas que a mucha gente muy famosa le es más complicado. Y yo he sido muy libre muchas veces, he tenido mucha libertad.

P. Decía Sacristán que el éxito es poder decir que no.

R. Las carreras se forman también por las veces que dijiste que no.

Estrenaba y me iba a pasar desapercibida a Estados Unidos

P. ¿Se ha arrepentido de alguno?

R. Alguno que prefiero no comentar y que hubiera estado bien. Pero la mayoría de las veces no me he arrepentido. Cuando he intuido algo que no, he decidido que no estaba en el momento para hacerlo, y ya está.

P. Ha dicho que las personas que hacían de galanes con usted siguen haciendo de galanes como si tuviesen treinta años menos.

R. Claro.

P. El tiempo pasa diferente para los hombres y para las mujeres, en el cine y en la vida.

R. Y es muy obvio con nosotras. A partir de una edad van en picado los personajes y las historias. Luego miras atrás y siempre ha pasado con el cine. Las mujeres con arrugas o con una cierta edad ya no llenan como antes, ya no les hacen tantos primeros planos… Hay algo como que no se quiere ver.

P. Usted rodó Verónica, de Paco Plaza. No sé si ya vio La abuela, la nueva película de este director. Una de las escenas más impactantes es el plano de una anciana duchándose. El cuerpo desnudo, sus primeros planos.

R. Yo defiendo la belleza de un rostro a cualquier edad. No entiendo por qué no nos han vendido eso. Pero no es solo en el cine: en todas partes, absolutamente. No están, no existen.

P. Se ha quejado de que la arruga es un obstáculo insalvable, algo negativo. Hablamos de la interpretación y la arruga expresa sutilezas.

R. Y ayuda a contar cosas. Permite más registros. A Anna Magnani le quisieron tapar algo y dijo: “Ni se te ocurra tocarme estas arrugas: me ha costado toda una vida conseguirlas”.

P. ¿Podría decirse que, al haber empezado con siete años, es actriz por casualidad y no por vocación?

R. No me hubiese dedicado a esto. Verdaderamente, no. Por mi personalidad. Veo a actores que cuentan que actuaban en las obras de teatro del colegio ya desde pequeños. Yo era todo lo contrario. Era enfermizamente tímida y reservada. Además, mi inclinación no iba ni siquiera por ahí. Soy más de ciencias. Las matemáticas me gustaban mucho más que la literatura.

P. Sobre el salseo, la vida social de una actriz de cine.

R. Es un trabajo más de mucha gente, de llevar la carrera y vender, y estar, y aparecer. No he sido buena para eso. Puede funcionar. Pero es un tipo de energía y de carrera que no es la mía, y que yo no sé hacer bien. Socialmente soy un poco torpe. A veces pienso si mi carrera podría haber sido mejor si hubiera hecho más eso. Pero he hecho lo contrario de lo que había que hacer. Cuando tenía que estrenar una película de protagonista, en lugar de aprovechar e ir a un estreno y a otro, y una entrevista y otra, para aparecer aquí y allá, yo desaparecía. Estrenaba y me iba a pasar desapercibida a Estados Unidos. No sé si lo he hecho bien o mal, ¿eh? Es mi elección por cómo soy. Tampoco digo que eso sea lo bueno o lo malo. Es otro tipo de carrera, o de forma de ser, y yo he sido así. Lo otro no lo sé hacer.

P. Pero el cine sí le gusta.

R. Sí, claro que me gusta.

P. Bueno, le gusta a todo el mundo, pero…

R. Accidentalmente ha llegado a convertirse en una de las cosas que más me gusta. No en la única. Pero me gusta mucho, y me gusta interpretar. Al principio, cuando era niña, no lo entendía y no lo disfrutaba; no tenía formación, era como “ser yo”. Y no tienes armas para eso, ni me siento segura haciendo eso. Cuando empiezo a descubrir, a los dieciocho o veinte años, lo que es interpretar, y cuando empiezo a estudiar, ahí disfruto más y descubro qué es ser actriz.


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