Todo el mundo sabía que con su testimonio Rocío Carrasco daría mucho de qué hablar, no en vano, era la primera vez que lo hacía en 25 años. Sin embargo, pocos se imaginaban que el relato de la hija de Rocío Jurado iba a ser así: intenso, crudo y real. Rota de dolor, bañada en lágrimas y visiblemente angustiada, Rocío no solo narró su intento de suicidio, sino también los comienzos de su relación con Antonio David Flores y como esta se tornó, según sus palabras, en una pesadilla. Y si con su voz Carrasco consiguió transmitir mucho, más lo hizo con sus gestos. Las palabras suelen ser las protagonistas de los relatos, pero no hay que olvidar que el cuerpo también habla, las expresiones, las miradas y las posturas comunican y de hecho, los especialistas aseguran que un 55% de la comunicación es lenguaje corporal. Look se ha puesto en contacto con Cristian Salomoni, criminalista experto en lenguaje no verbal y director del IIAC Instituto Internacional de análisis de la conducta, quien ha realizado un análisis de la sorprendente intervención de Rocío Carrasco.
Sin duda, la empresaria se preparó a conciencia para esta intervención, no solo en lo que respectaba a su discurso, también a su vestuario y todo lo que le rodeaba. «Rocío nunca había estado tan presente en la televisión, en los debates, y ha decidido hacerlo de una forma íntima en un sitio aséptico. Vestida de un color vivo, fucsia, que comunica mucho. Los colores cálidos como ese son colores que animan a la comunicación, a que la gente te escuche y se acerque a ti. Hay que recordar que los colores afectan a las emociones y ese fucsia anima a la conversación y a la escucha. Se lo ponen personas que quieren comunicar y sociabilizar», cuenta.
La importancia de los gestos
«A nivel de gestos tiene muchas veces las manos entrelazadas, que significa mucha frustración. Es una persona que está sintiendo muchas emociones y fuerzas negativas, juega con el papel, une las manos… Dentro de ella hay emociones muy fuertes que salen al exterior con toda esa comunicación no verbal de llanto y de tristeza».
«Estos gestos, como rascarse la mano, se llaman ‘manipuladores’ y con ellos se intenta apaciguar las emociones negativas al contar algo. Rocío Carrasco tiene una pena enorme. Es una tristeza verdadera que se ve en sus movimientos faciales, en el jadeo, la cabeza baja, la dificultad para respirar, las lágrimas… Ha sido muy contundente y se nota que ha pasado por un calvario y, sobre todo, que estaba lista para explicarlo todo».
En cuanto a las posturas, el experto señala que hay dos que se repiten durante los capítulos emitidos. En los momentos más distendidos, Rocío Carrasco se sienta con las piernas abiertas, un poco más relajada, un gesto de «apertura al diálogo» con el que indica que quiere comunicar, «está cansada y quiere contar lo que ha pasado, expresar lo que siente». Sin embargo, cuando habla de los episodios más duros, Rocío Carrasco «tiene una postura más defensiva, le duele tanto escuchar las declaraciones de Antonio David que se recoge en sí misma. Por eso, las piernas las cruza encima de la butaca, para defenderse, alejarse. Nos alejamos de las cosas que nos hacen daño y nos acercamos a las cosas que nos gustan».
Su hija, su gran dolor
Hay varios momentos durante los dos capítulos que se pudieron ver en la noche del domingo en los que Rocío Carrasco se rompió en pedazos, especialmente cuando hablaba de sus hijos, Rocío y David. Si durante gran parte del vídeo se muestra más directa, cuando le toca contar sobre ellos se puede ver «resignación» en sus gestos. «Baja la mirada, le cuesta hablar sobre sus hijos. Evade un poco las preguntas y contesta con una anécdota, los gestos la delatan cuando habla de si cree que es una mala madre», explica a este medio el analista. «Hay cierta resignación por el tema de su hija, sobre todo. Con respecto al hijo es más abierta a hablar de él, lo describe con más detalles. Pero de la hija le cuesta hablar, se nota como se endurece su comunicación no verbal».
Y aunque referirse a su primogénita es lo que más «le duele», la situación con el pequeño también es complicada para ella, tanto que es en muy pocas ocasiones cuando se refiere a ellos, Rocío y David, por sus nombres. «No nombramos a la gente de la que nos cuesta hablar», cuenta el criminólogo, «no los llama por su propio nombre. Yo creo que con la hija cree que tiene la relación perdida, por eso hay cierta resignación en su rostro al hablar de ella».
El diálogo de su cuerpo
«Es muy importante destacar que lo que dice es muy verídico, esa tristeza es verdadera porque tiene todos los aspectos fisiológicos de esa emoción, como las lágrimas, y es congruente con lo que dice. Lo que miramos es que las palabras coincidan con cómo las dice», apunta Salomoni, que insiste en que el relato de Rocío Carrasco es cierto pues «todos sus gestos son sincrónicos y sus movimientos y sus expresiones faciales corresponden a lo que siente». «Además, hay una cosa muy típica y característica de los relatos veraces, la autodesaprobación, que es que Rocío Carrasco no tiene miedo en ponerse en mal lugar, en contar algo malo que ha hecho a costa de desvelar la verdad».
Señala una frase de Rociíto como decisiva, en la que habla sobre sus hijos: «casi que prefiero que sigan creyendo la versión que tienen, porque el día que mi hija se dé cuenta de todo lo que ha pasado y de quién es su padre, realmente va a ser el peor día de su vida y no me gustaría que sufriera». «La autodesaprobación es una de las características que se suelen analizar en un juicio y que dan más credibilidad a alguien. Es un aspecto presente en un relato altamente creíble de una persona que no tiene problema en quedar en mal lugar y salir perjudicada para que se sepa la verdad», cuenta Cristian a este medio.
«Toda su comunicación no verbal es concordante a lo que dice, no hay ningún tipo de titubeo que trasmita otra emoción que no sea la tristeza. Es la emoción congruente en este relato al ser la pérdida de un ser querido, aunque sea a nivel psicológico y emocional. No hay ningún momento en el que cuerpo y voz expresen emociones diferentes. Las lágrimas son sinceras. No finge nada, no existen esos gestos que pueden dar a entender que está mintiendo, porque ella ha vivido los eventos y los está narrando tal cual», continúa el director del IIAC.
La reacción de Rocío Flores a las palabras de su madre
Cristian Salomoni, que también es experto en análisis de la conducta, opina que durante el visionado de la docu-serie Rocío Flores «habrá tenido altibajos». «La hija vive en una disonancia cognitiva, que a nivel psicológico es como auto racionalizarnos, nos cuesta pensar que todo lo que hemos creído ahora tenemos que cambiarlo, por eso lo habrá tomado con cierta apatía y momentos de interés. Si yo me he auto convencido de que mi padre es bueno y de que mi madre es mala, ahora cambiar el chip le va a costar muchísimo. Intentará de todas las maneras creer más la versión del padre que la de la madre porque si cree a la madre, deja de creer a su padre».
¿Qué paso deben dar ahora madre e hija? Pues en opinión del experto «esperar» y dejar un tiempo para asumir todo lo que se ha dicho. A continuación la clave estaría en la comunicación, dejar a un lado los prejuicios del pasado y hablar sin miedo a lo que se pueda decir o de ser rechazado. Salomoni cree que le toca mover ficha a Rocío Flores, pero esto puede ser difícil por la disonancia cognitiva que sufre en estos momentos. Solo queda esperar y ver qué pasa.
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