El ‘insensato’ Anfernee Simons proclamó, por todo lo alto, más ruido imposible, que su nombre tiene que estar en la conversación de la abundante y talentosa generación de jóvenes que se viene. Tenía que ser sí o sí. Y no fueron los números sino también su desmedida ambición. Impresionantes fueron sus 45 puntos –máximo de su carrera-, que ¡33! de ellos fueran al descanso, su 7 de 12 en triples, pero, sobre todo su arrebato final. Tenía que evitar el escolta de 23 años, a toda a costa, que Jordan Clarkson conectara ese triple para que sus Portland Trail Blazers ganaran a los Utah Jazz (111-114) al final, para que su descomunal actuación valiera.
Con 10 segundos por jugar, salía el base de los Jazz muy forzado de un bloqueo y Simons puso el manotazo cuando Clarkson, que había tirado 1/8 desde el perímetro, se dispuso a lanzar. Se la quitó, pero la determinada decisión pudo ser una temeraria insensatez ya que ese jugó que la falta y que el jugador de los Jazz dispusiera de tres tiros libres para forzar la prórroga. “Sí, he tomado riesgos, pero lo he conseguido”, decía el escolta con una sonrisa pícara. “Quería hacer saber a mis compañeros que estoy aquí y que íbamos a salir y conseguir la victoria”, destacó el base, en plena euforia, justo al terminar el partido.
Se hacía polvo Damian Lillard en aplausos, orgulloso de su discípulo de ‘backcourt’, de la personalidad con la que asume su mayor responsabilidad anotadora en lo que el All-Star vuelve de su lesión. Simons, una ‘rata’ de gimnasio desde bien jovencito, es de esos ‘pelmas’ que insiste e insiste hasta lograrlo. “Se trataba de estar a tono y ser agresivo, tenía que hacer todo lo que fuera para ganar”, agregó el escolta, que, drafteado en el 24 en 2018, se ganó un hueco definitivo en el roster en su segunda temporada tras estar a caballo de los Blazers y su filial en la G-League en su curso de ‘rookie’, el 18-19.
Allí, en la segunda liga tras la NBA, aprendió a comerse el mundo en la pista, pues, con tal de que jugara con más confianza, su entrenador, Justin Zormelo, le ordenó que hiciera ‘trash talk’ (‘lenguaje subterráneo’) cada vez que anotara como cuenta Paolo Uggeti en ‘The Ringer’. Al fin y al cabo, y como decía Maquiavelo, “el fin justifica los medios”. Aunque, de todos modos, su nombre ya le predestinaba al baloncesto y a ser una estrella, llamado ‘Anfernee’ en honor a Anfernee Hardaway, leyenda de Orlando Magic, equipo del que sus padres son fans.
De promediar 17 puntos a casi 25 esta temporada, Simons ha entrado definitivamente en erupción, impactando sobre todo su mayor proyección como triplista, apenas bajando del 40% al 39% aumentando en 3 el número de intentos por partido, de 7,8 a 10,7. Punzante penetrador y demoledor tirador, lo bueno de Anfernee pese a esa agresividad es que sabe jugar también con paciencia, más al margen del balón como ha demostrado cuando comparte pista con un Lillard al que quiere imitar. “Uno de mis objetivos este año es ser All-Star”, dijo, bien claro Simons, a principio de temporada.
“Este año quiero ser All-Star”
Damian Lillard le guía y ahí está también Jerami Grant -33 puntos contra los Jazz-, en estos Blazers deshinchados y que necesitaban ganar en el duelo de revelaciones venidas a menos, ahora noveno Portland con 12-11 y octavos los Jazz con 14-12 tras llegar ambos a liderar la tabla, aunque en este Oeste tan igualado, toda mala racha es relativa. Pero, con el nervio de Simons, y si Lillard sano -se perdió media temporada pasada-, los Blazers tienen motivos de sobra para volver a play-offs. En cualquier caso, puede estar tranquilo Lillard con Anfernee Simons, así como unos Blazers que le extendieron el contrato por 4 temporadas más y 100 millones en una de las renovaciones del verano. Sólo por el empeño que le pone, el chico los vale.