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Ankara, guía para no perderse nada en la gran desconocida turca

En el centro de la península de Anatolia, Ankara es una gran desconocida para la mayoría de los viajeros que visitan Turquía, eclipsada por la reputación de los monumentos de Estambul o las maravillas naturales de Capadocia. Pero esta ciudad de casi cinco millones de habitantes, vibrante y a la cabeza de la Turquía más liberal, merece un reconocimiento. Tiene uno de los mejores museos arqueológicos del mundo, los restos de una antigua ciudadela, imponentes mezquitas, buenos restaurantes turcos e internacionales y modernos cafés con espléndidas terrazas. Lo ideal para moverse es subirse en alguno de los numerosos taxis —en contraste con Estambul, aquí apenas hay atascos de tráfico— que por un precio irrisorio nos llevarán a cualquier punto de interés.

9.00 Minaretes que rozan el cielo

Tras el saludable desayuno turco (aceitunas, queso fresco, tomate, deliciosos panes locales, mermeladas y café o té) que sirven casi todos los hoteles del país, la ruta comienza en el céntrico barrio de Kizilay para visitar la imponente mezquita de Kocatepe (1), una de las mayores del mundo, de estilo neootomano, erigida en el siglo XX. El patio de oraciones bajo las cúpulas superpuestas, que puede acoger a unos 25.000 fieles, es tan impresionante como su vista exterior, por lo que merece la pena descalzarse para entrar.

11.00 En los albores de la civilización

El Museo de las Civilizaciones de Anatolia  (2), situado muy cerca de las murallas de la fortaleza de Ankara, es la gran atracción de la capital turca. Considerado uno de los mejores del mundo en su género, ya el propio edificio que lo alberga, un mercado cubierto y abovedado del siglo XV muy bien restaurado, merece una visita por sí mismo. En las diferentes salas dispuestas en dos plantas por orden cronológico se exhibe una sublime colección de restos arqueológicos y artísticos desde el Paleolítico hasta la época romana. Las herramientas, amuletos o figurillas excavados en recintos del Neolítico, como el de Çatalhöyük, con una antigüedad de 10.000 años, se encuentran entre lo mejor de su colección, junto a impresionantes utensilios, armas, mobiliario, orfebrería, bajorrelieves mitológicos, cerámica o joyas de las sucesivas culturas que se desarrollaron a esta orilla del Éufrates en los albores de la historia: hititas, asirios, lidios, frigios, griegos, romanos y bizantinos.

13.00 Callejeando intramuros

La ciudadela, kale o fortaleza (3) se yergue desde el siglo VII sobre una colina a muy pocos minutos caminando desde el museo. Tras las sólidas murallas, restauradas varias veces a lo largo de una historia de invasiones y asedios, se ha conservado un barrio tradicional cuyas callejuelas y placitas próximas a la entrada principal están bien renovadas y adornadas con fuentes. Aquí es donde se ubican varios restaurantes, tiendas turísticas y algún hotel boutique. Continuando la ascensión desde la mezquita de Alaettin (4), del siglo XII en sus orígenes, se llega a una zona mucho más deteriorada, pero con el interés de un barrio donde se vive casi como en un pueblo turco tradicional. Hay que reparar en los bloques de piedra que sostienen arcos o forman columnas y en los que se aprecian inscripciones grabadas en latín o griego, reutilizados por los sucesivos conquistadores de la ciudad.

15.00 Unas brochetas muy especiales

A pocos metros de la entrada principal de la ciudadela, en una de las cuestas que descienden hacia el centro, las brochetas de cordero del restaurante Sadik Ustanin (5) son para muchos capitalinos las mejores de la ciudad. En la cocina de la planta baja, a la vista de todos, un enorme döner kebab incrustado en una barra horizontal gira lentamente sobre las brasas y así se obtiene un sabor delicioso. No se sirve alcohol, pero la mejor idea es acompañar la carne con el tradicional ayran, el yogur líquido y ácido típico de Turquía.

16.00 El mausoleo de Kemal Atatürk

De nuevo, el taxi es el medio más recomendable para desplazarse hasta Anitkabir  (6), el enorme mausoleo de Mustafa Kemal Atatürk (1881-1938), el fundador de la Turquía moderna. El hombre que apostó por el laicismo y ordenó sustituir el alfabeto árabe de los otomanos por el latino para facilitar el acercamiento a Europa murió en 1938, y hoy se le rinde una veneración rayana en la adoración en un gran edificio neoclásico. Cada pocas horas se puede ver un enérgico cambio de guardia, y el museo del edificio, en un lateral de la enorme explanada, ilustra sobre la campaña del Padre de los Turcos contra las potencias aliadas que en 1919 intentaban repartirse lo que quedaba del Imperio otomano.

19.00 Delicias turcas en el centro

La atractiva calle Tunali Hilmi, en el moderno y refinado barrio de Kavaklidere, es una de las favoritas de los angorenses para sus compras, ya que aquí se ubican las tiendas de ropa, cosméticos y accesorios de muchas de las marcas internacionales más conocidas. Pero para el viajero el mayor interés reside en los cuidados comercios locales, como la preciosa tienda de alimentación Tugba Kuruyemis (7), ideal para comprar las famosas delicias turcas, esos dulces gelatinosos de colorines, té o café tradicionales, mermeladas, miel, etcétera. En el 101 B de esta misma calle, Kuru Kahveci Hasan Usta  (8) es recomendable para adquirir los pasteles nacionales, como el baklava, una asombrosa variedad de frutos secos o café de su propio tostadero.

22.00 Para una buena despedida

Si a estas alturas se está un poco saturado de kebab, se puede ir a cenar a Mezzaluna (9), en la calle Iran, o a La Gioia (10), en la cercana Tahran, ambos en la zona de Kavaklidere. Sirven buenos platos de pasta, pizza y ensaladas, y vinos más que decentes. Si se quiere rematar la jornada con cierta fiesta, el James Cook Pub (11), en la cercana calle Tunus, es un amplio local con buen ambiente y una estupenda terraza ideal para despedirse de Ankara.

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