Fue una actualización del gol de Juan Señor ante Malta. Y hasta el de Andrés Iniesta en el Mundial de Sudáfrica, no hay duda de que el de Alfonso Pérez Muñoz en la Eurocopa de 2000 fue de los más míticos en la historia de la selección española. Una explosión de júbilo en el último minuto que valió una clasificación tras un partido de infarto con siete tantos. Han pasado casi 20 años desde aquel 21 de junio y todavía perdura en la memoria de los aficionados aquella noche mágica en Brujas, en la que se disputó la última jornada del Grupo C, a la que se llegó con todo por decidir.
La selección entonces entrenada por José Antonio Camacho afrontó la Eurocopa de Bélgica y Países Bajos después de una brillante fase de clasificación con goleadas para el recuerdo y con un nivel excelente que auguraba, por fin, un éxito. Sin embargo, el equipo tropezó en su debut ante Noruega (0-1) y complicó su futuro. Pese a ganar a Eslovenia en la segunda jornada con tantos de Raúl
González y Joseba Etxeberria, el último choque sería decisivo.
Enfrente, la Yugoslavia de Mijatovic, Milosevic y Stankovic, entre otros, con el añadido de que los balcánicos tampoco tenían la clasificación conseguida. Además, era el eterno rival de la Roja. Los duelos entre ambos combinados se habían convertido en épicos desde que en los años 60 y 70. El bombo de la UEFA y la FIFA se encaprichara una y otra vez en su emparejamiento, lo que sumaba un total de 13 partidos oficiales. Si no coincidían en una fase de clasificación, tocaba en fases finales. Y así volvió a ocurrir.
‘Win or go home’
España y Yugoslavia, por tanto, jugaban en estadio Jan Breydel de Brujas su 14º enfrentamiento oficial. El triunfo era necesario para estar en los cuartos de final. Era un ‘win or go home’, como dicen en la NBA.
España, que entonces todavía era la ‘Furia’, empezó jugando bien, conducida por Guardiola, pero defensivamente hacía aguas y cada vez que se aproximaba el rival al área, marcaba. Así, la Yugoslavia de Boskov se adelantó por tres veces en el marcador. A los dos primeros goles balcánicos, de Milosevic y Komljenovi
c, respondieron rápidamente los jugadores de Camacho con los tantos de Alfonso y Minutis, pero el tercero de ellos -minuto 76-, obra de Govedarica, parecía ya una losa demasiado pesada para superar para un equipo cansado ya por entonces de ir siempre a remolque.
Ya en el minuto 90, el árbitro pitó penalti en el área yugoslava por una falta a Abelardo, que se había convertido en un delantero centro más. Mendieta, con tranquilidad, hizo el empate (3-3). No era suficiente. España seguía eliminada, pues un triple empate a cuatro puntos con Yugoslavia y Noruega la dejaba KO.
El cronómetro ya marcaba el minuto 94. El rival perdió la pelota rápidamente en el saque de centro ante la presión de los españoles. No había tiempo para hilvanar jugadas. Guardiola colgó el balón al área yugoslava, Urzaiz le ganó el salto a su defensor y lo peinó como pudo en las inmediaciones del área grande, donde se encontraba Alfonso. El delantero madrileño, entonces jugador del Betis, no se lo pensó, chutó tal como le llegó el balón, de volea, y superó a un Ivica
Kralj que se quedó petrificado. ¡Milagro! España estaba clasificada y dejaba a Yugoslavia pendiente del resultado del Noruega-Eslovenia, cuyo empate a la postre también le daría el pase.
¿Y después?
Ocurrió lo de siempre, hasta 2008, por supuesto. España pasó la fase de grupos como primera y se citó con Francia en cuartos de final. Los de Camacho, que seguían llevando la vitola de favoritos pese a sus dificultades iniciales, plantaron cara a los ‘bleus’, en un dulce momento que fue suficiente para llevar a la Roja a la eliminación. Zidane abrió el marcador, Mendieta empató de penalti, pero Djorkaeff estableció el definitivo 1-2 antes del descanso. Raúl, para más inri, tiró un penalti a las nubes en la segunda mitad. España se despidió sin ser consciente de que no tardaría mucho en llegar el mejor momento de su historia.
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