Anthony Davis, el príncipe de los Lakers


Jimmy Butler está por fin donde se empezaba a dudar que pudiera llegar, en la cima de la NBA, decidiendo un partido de las finales, compitiendo de tú a tú, superando incluso a LeBron James y los Lakers. Su camino ha sido largo y tortuoso, en el baloncesto y en la vida. Su padre lo abandonó cuando solo era un bebé y su madre lo echó de casa cuando tenía 13 años. “No me gusta tu mirada. ¡Vete!”, le soltó. Pasó su adolescencia de casa en casa hasta que conoció a Jordan Leslie, un joven jugador de fútbol americano, que convenció a su familia para que lo acogiera. No fue fácil. Eran siete hermanos. Él fue el octavo.

Todo eso también estuvo en la mente de quienes mejor conocen a quien luce la camiseta con el número 22 de los Heat después de que cuadrara una actuación memorable. Su triple doble, a base de 40 puntos, 11 rebotes y 13 asistencias, propició el triunfo de los Heat (115-104), a pesar de las sensibles bajas de Dragic y Adebayo. La victoria mantiene con vida a los de Florida en la final que sigue siendo dominada por los Lakers, ahora por 2-1. “Se lo dije al entrenador: ‘estoy preparado para esto, para el escenario más grande. Puedo hacer lo que sea que me pidas que haga”, desveló Butler con relación a una de las conversaciones que mantuvo con su entrenador, Erik Spoelstra.

El chaval tejano empezó a jugar tarde. Las grandes universidades no repararon en él. Jugó con la de Marquette. Se presentó al draft de 2011 y fue elegido por los Bulls en el puesto 30. En su primer año en la NBA fue el suplente de jugadores como Luol Deng, Brewer o Korver, con unos promedios de solo 2,6 puntos y apenas ocho minutos. Empezó a destacar cuando tenía 24 años, en la temporada 2013-2014. Una lesión de Deng le permitió contar con más minutos de juego. Un año después, ya con Pau Gasol y Nikola Mirotic como compañeros de equipo, fue premiado como el Most Improved Player (jugador que más progresó) y fue All Star por primera vez, una cita a la que, desde entonces solo faltó en 2019.

La epifanía de ese jugador robusto y sólido como una roca, de 2,01 metros y 104 kilos, nacido en Tomball (Texas) hace 31 años, premia su perseverancia, su trabajo y su confianza en llegar a ejercer el papel de líder en uno de los grandes de la NBA. No estuvo claro que pudiera asumirlo. Siempre fue un jugador problemático, que irritaba a sus compañeros y entrenadores, entre otras cosas por ser demasiado exigente y competitivo. Los Bulls lo traspasaron en 2017 a Minnesota Timberwolves por LaVine, Dunn y Markkanen. De allí pasó a los Sixers, en 2018, por Bayless, Covington y Saric. Y en 2019 llegó por fin a Miami tras un intercambio en el que fue clave el interés de los Sixers por Josh Richardson.

Butler ha encajado a la perfección en la cultura Heat, la que cultivan Pat Riley desde la presidencia y Erik Spoelstra desde el banquillo, con la ayuda de Udonis Haslem, más que jugador, un gurú a los 40 años. No les importa una dosis extra de tensión y máxima exigencia, siempre que sean capaces de manejarla. Y un poco de eso es lo que Dwyane Wade, buque insignia de los Heat, le explicó a Butler, con el que había coincidido una temporada en los Bulls. “Lo tengo siempre al teléfono, hablándome sobre los partidos, sobre cómo mejorar. Es el primero que me envía un mensaje de texto cada vez que regreso al vestuario”, cuenta Butler, el tipo de líder sensato y centrado en el equipo que los Heat, dicen, desearían crear en un laboratorio si pudieran. “Se adapta a todo con nosotros, a nuestra manera de ser y de actuar. Son circunstancias extremas, no son fáciles para nadie. Y necesitas un nivel de disciplina, de estructura y camaradería. Jimmy, a pesar de lo que probablemente se diga por ahí afuera, es un tipo muy agradable en el vestuario y eso ayuda en un entorno como este”, explica Spoelstra, el entrenador de los Heat desde 2008.

Competitividad máxima

Butler ha pasado a desempeñar el papel de base del equipo debido a la ausencia de Dragic. En cualquier caso, también cuando actuaba de alero se emparejaba casi todo el tiempo con LeBron, que también empieza los partidos como base, pero suele combinar ambas posiciones. “Eso es competitividad en su máxima expresión. Creo que LeBron ha sacado lo mejor de mí muchas veces. Lo respeto por eso”, sentencia Butler.

Su triple doble es el tercero en la historia de las finales con 40 puntos. Los dos anteriores los obtuvieron LeBron James en 2015 y Jerry West en 1969. “Es uno de los mejores competidores que tenemos en la Liga”, le elogia LeBron. “Me gusta tener esta oportunidad y saber si voy a ser capaz de hacer frente a un competidor tan feroz. Es algo en lo que pensaré una vez que me haya retirado”, concluye el líder de los Lakers, que a sus 35 años y en la décima final de su carrera persigue su cuarto título. Para ello ya sabe que deberá superar a Butler y a un equipo que recuperó el juego y la confianza que le llevó a la final a pesar de que no figuraban entre los favoritos y de que concluyeron la fase regular en la quinta plaza de la Conferencia Este. Pero superaron sucesivamente a Indiana (0-4), a Milwaukee (1-4), a los Celtics (2-4) y ahora, tras caer en los dos primeros partidos de la final, han conseguido ganar el tercero a pesar de las ausencias de dos pilares como Dragic y Adebayo. Butler se ha reivindicado como líder y como un firme antagonista de LeBron y los Lakers.


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