La filmografía de Pedro Almodóvar se ha convertido en un visceral, necesario y preci(o)so testimonio de la primera generación española que empezó a gestionar las libertades individuales. En una tarde polar, un puñado de adolescentes ha formado, con rigor castrense, una fila a las puertas de la madrileña Sala Equis. En apenas dos horas, su cineasta de referencia presentará el libro de Dolor y gloria (Reservoir Books), una cuidada edición sembrada de desgarradoras reflexiones nacidas al calor del rodaje de su obra más personal. La misma que, semanas atrás, convenció a la Champions League de la cinematografía mundial –Cannes, Bafta, Globos de Oro– y de la nacional –siete premios Goya. Aún queda la traca final: el desfile por la alfombra de los Oscar, con sus dos posibles (Mejor Película Internacional y Mejor Actor para Antonio Banderas) bajo el brazo. Inconfundible para esa paciente serpiente de imberbes, inadvertido para los incautos que pasean por un Madrid gélido, el director manchego y sus coloridas sneakers descienden del taxi para cubrir discretamente los siete pasos que le separan del antiguo cine Alba. Pedro firma, posa, sonríe y vuelve a posar con las más de 120 almas que acuden a la cita. El cineasta transgeneracional de nuestra era sabe perfectamente de qué va esto del siglo XXI.
“Condenar el egocentrismo en un novelista es como condenar la violencia de los boxeadores”. Glorioso comienzo con Martin Amis.
Es tal cual: pedirle a un escritor que no hable de sí mismo es como decirle a un boxeador que no pegue golpes. Es un rasgo inherente al oficio.
En sus reflexiones apunta que la autoficción en la literatura es un género mejor visto que en el cine. Así las cosas, ¿qué directores bordan el arte de hablar de sí mismos?
“Pedirle a un escritor que no hable de sí mismo es como decirle a un boxeador que no pegue golpes. Es un rasgo inherente al oficio”
Hay varios a los que admiro muchísimo. Ingmar Bergman hablaba de su relación con las mujeres y, concretamente en Secretos de un matrimonio, de los fantasmas del suyo con la actriz Liv Ullmann, partenaire a su vez en la cinta. Debió ser una experiencia tan perturbadora… Woody Allen también se descubre a través de sus películas y de las mujeres más importantes de su vida. Recientemente, el trabajo de Noah Baumbach en Historia de un matrimonio me ha fascinado, ya que aborda el asunto como hijo de padres separados y, además, remarca la dureza de su propio divorcio con Jennifer Jason Leigh. Digo que la autoficción está peor vista en cine porque parece un gesto de vanidad.
¿Y en su caso?
Cuando escribo me inspiro en la realidad. En Dolor y gloria, me he sentido hablando de mí mismo con la misma distancia que cuando me refiero a una noticia del periódico. Involucrarme en la historia no ha hecho que escriba mejor o peor, tampoco he tratado de justificarme ni de autocompadecerme. Es horrible tratarse a uno mismo como una víctima, sea en el cine, en la literatura o en la vida real.
“Vivo rodeado de libros y de arte. Paso horas en soledad, me resulta sanador convivir con ellos, son como seres vivos, una compañía buenísima”, asegura el manchego Ximena & Sergio
En las últimas páginas, rememora dos escenas que sí le removieron las lágrimas. Ambas con Julieta Serrano, álter ego de su madre. ¿Hablaríamos de una catarsis como hijo?
Sí, sí. Especialmente una de ellas, cuando la madre le dice a Salvador que si recuerda cómo tiene que vestirla cuando se muera. Es justo lo que una vez le dijo mi madre a mi hermana. Como sabes, en La Mancha la cultura de la muerte está vinculada a esa costumbre femenina de la mortaja. Ella nos lo inculcó de una manera nada melodramática. Sin embargo, la escena me emocionó mucho ya que habla de una pérdida capital de mi vida: mi madre
“Es doloroso sentir que tienes que pedir disculpas por ser lo que eres”
¿Y qué hay de la otra escena?
Es esa en la que la madre le reprocha que no haya sido un buen hijo y que no se la haya traído con él cuando se queda viuda. Esa conversación nunca tuvo lugar, pero sí sentí lo que Salvador Mallo lamenta: la extrañeza en la mirada ajena siendo niño. Es doloroso sentir que tienes que pedir disculpas por ser lo que eres.
Time eligió su película como la mejor de 2019. Por delante de Martin Scorsese y Quentin Tarantino. ¿Cuál es su lista de 2019?
¡Qué ilusión me hizo aquello! Considero que estos dos cineastas a los que aludes, y que conozco personalmente, son de los pocos que continúan haciendo películas absolutamente personales, de espaldas a cualquier tendencia. De mis favoritas, me quedo con Historia de un matrimonio, además de Érase una vez en… Hollywood y El irlandés. De nuestro cine, me gustaron muchísimo Lo que arde y Madre.
Por Dolor y gloria transita toda una colección de libros que llena con anotaciones: Lucia Berlin, Éric Vuillard, Roberto Bolaño, Emmanuele Carrère, Enrique Vila-Matas, Joan Didion…
¡Sí, sí! Leo siempre con un lápiz, los libros que leo están repletos de notas en los márgenes, en todos los huecos que encuentro. Muchas de esas notas hablan del estímulo que recibo al leer determinados pasajes. El libro que aparece en la mesita de noche de Salvador –El orden del día, de Éric Vuillard– lo acababa de leer. Los del estudio de Salvador son libros de diseño, de cine, de arte, de fotografía… Cuando me decidí por esos primeros planos de Asier Etxeandia, pedí que los trajeran y los colocaran tal cual. No están ahí por casualidad.
“Rosalía ha hecho muchísimo por la música popular de nuestro país y lo ha hecho en un tiempo récord. Su fusión del flamenco con esos ritmos urbanos es única”
¿Cuál es su relación con el arte?
Después de años adquiriendo piezas, cuento con una modesta colección que forma parte de mi vida. Le he dedicado especial atención, por contexto y cercanía, a los pintores de la nueva figuración madrileña. Tengo obra de Guillermo Pérez Villalta, Manolo Quejido, Dis Berlin, Jorge Galindo… con quien además he compartido una muestra en Tabacalera: Flores. Vivo rodeado de libros y de arte. Paso horas en soledad, me resulta sanador convivir con ellos, son como seres vivos, una compañía buenísima. En mis películas, el arte es un elemento narrativo más, como lo es la ropa, el color, la luz, las canciones y, por supuesto, el discurso de los actores.
En vídeo, la secuencia favorita del director en ‘Dolor y gloria’.
¿Sería descabellado comparar la asombrosa labor de Rosalía como embajadora de la música española con el mérito de su legado fílmico?
Rosalía ha hecho muchísimo por la música popular de nuestro país y lo ha hecho en un tiempo récord. Su fusión del flamenco con esos ritmos urbanos es única. Procede de una cultura flamenca añeja y, con ese bagaje, ha sabido introducirla con ese sonido tan contemporáneo. Ha renovado totalmente el panorama musical con algo tan español. No sé si puedo decir lo mismo de mí, pero te agradezco esta grata comparación. Asistí al fin de gira de El mal querer en Madrid: lo que allí vi fue un espectáculo poderoso, femenino, español y ¡tan nuevo!
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