Antonio Torralba, investigador del MIT: “No creamos máquinas inteligentes para que sean independientes, sino para mejorarnos”


Antonio Torralba (Madrid, 1971) cree que “el cerebro humano es lo más interesante y complejo del universo y que la inteligencia artificial (IA) trata de entender cómo funciona la inteligencia natural y cómo funcionamos nosotros mismos”. Es jefe de la Facultad de Inteligencia Artificial del Massachusetts Institute of Tecnhology (MIT) y está considerado un pionero y una referencia mundial en la investigación de la visión artificial y en la aplicación de la IA en este campo. Una de las líneas más importantes en su trabajo ha sido entender los objetos en el contexto de la escena donde se encuentran y en relación con otros objetos. En un momento en el que los sistemas de visión empiezan a acercarse bastante a las capacidades que tiene un ser humano para reconocer objetos, su próximo reto es estudiar la visión no como un sentido aislado, sino en el conjunto de todos los otros sentidos. Estudió Ingeniería de Telecomunicación en la Escuela Técnica Superior de Barcelona (ETSETB) de la UPC, donde fue investido doctor honoris causa el pasado viernes con motivo del 50º aniversario del centro.

Pregunta. ¿Cómo explicaría qué es la inteligencia artificial?

Respuesta. No deja de ser el intento de reproducir artificialmente lo que asociamos con la inteligencia natural, la capacidad de resolver problemas y adaptarse a nuevas situaciones. En general, cuesta más entender cómo funciona la IA, pero, aunque técnicamente es un sistema sofisticado, sus principios básicos son muy sencillos: aprende a partir de los ejemplos de asociaciones que quieres que establezca. Actualmente, se trabaja con redes neuronales, una imitación sencilla del cerebro humano, que consiste en un proceso donde la máquina decide cómo se van a conectar las diferentes neuronas que la forman. Estas son unidades elementales que producen operaciones que se entenderían en Primaria, pero, cuando se juntan, son capaces de resolver tareas complejas a partir del aprendizaje que ha hecho el sistema.

P. ¿Cómo ayuda a mejorar la sociedad?

R. La inteligencia artificial tiene muchas áreas. La salud es una donde sin duda va a tener un impacto directo muy importante y beneficioso para la sociedad, desde el diagnóstico al uso de la robótica para asistentes en cirugía. En la detección de enfermedades, el ser humano aún está por delante, pero la máquina es capaz de aprender y memorizar muchos más patrones y percibir cambios más sutiles que una persona. Ahora se trabaja en dejar la especialización para pasar a actuar de forma generalizada, como un experto. Sin duda, la máquina puede superar a una persona con poca formación; al nivel del experto no ha llegado todavía, pero está empezando a aproximarse. Otro campo donde puede ayudar es en la predicción de nuevas moléculas y el descubrimiento de nuevos antibióticos y tratamientos. A partir de analizar patrones de antibióticos conocidos y su efecto curativo, la IA propone una serie de alternativas cuyo efecto ya lo predice antes de testearlo. La tasa de acierto obtenida es suficientemente alta como para acelerar el proceso.

P. ¿Qué aplicaciones puede tener en la educación?

R. En educación tiene dos vertientes: la educación en inteligencia artificial y como herramienta para enseñar. La primera, muy necesaria ya en el presente, permite generar nexos comunes entre asignaturas sin aparente conexión. Puede conectar las matemáticas con la lengua transformando las palabras en números para hacer análisis sintáctico a través de operaciones matemáticas. Además, la IA puede contribuir en el desafío educativo de la adaptación al individuo, permitiendo tener, aparte del maestro, un profesor artificial optimizado según las capacidades de cada individuo.

P. ¿Cree que la inteligencia artificial podrá superar a la inteligencia humana?

R. La tecnología siempre ha sido un intento de superar nuestras propias limitaciones. Hemos creado máquinas más rápidas, que vuelan o que son más inteligentes en determinados problemas, pero no para que sean independientes de nosotros, sino para mejorarnos como sociedad. En el fondo, ya vivimos en un entorno donde hay una inteligencia superior a nosotros mismos: la sociedad en su conjunto, y la IA es un nuevo elemento de esta comunidad.

P. ¿La inteligencia artificial puede ser peligrosa?

R. El gran peligro de las tecnologías son sus efectos secundarios nocivos, que no surgen necesariamente de una mala intencionalidad. La IA permite hacer ataques muy personalizados, por ejemplo, pero para impedirlos lo importante es una buena comunicación entre sectores. La política es necesaria para establecer las regulaciones imprescindibles para no frenar la innovación y para dar las herramientas a las empresas que eviten los posibles efectos secundarios nocivos. En Estados Unidos, el país líder, junto con China, hay muchos más recursos que aquí. La lista de diferencias entre España y EE UU es infinita: allí, la investigación tiene un gran peso, tanto a nivel político como en la industria, un motor muy importante de financiación. Hay mucha interacción con las universidades también, cosa que aquí no sucede mucho. El hecho de que fuera de España se tenga acceso a muchos más recursos provoca la llamada fuga de cerebros, pero los investigadores que se quedan aquí son tan buenos como los que se van.

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