A finales del año pasado, la colombiana Carolina Arbeláez apostó por hacer realidad el sueño de jugar en Europa. Ya había cumplido el de defender a su selección y sentía que su carrera se estancaba. Apareció el Deportivo Abanca y le convenció. Dos meses y medio después, la COVID-19 cortó la temporada y la Federación la ha dado por terminada.
Mientras el fútbol masculino ha retomado los entrenamientos para intentar concluir el curso en el césped, el femenino no regresará hasta la próxima temporada, una decisión que la jugadora sudamericana considera discriminatoria. Si ellos pueden, ellas también. Así lo explica en una entrevista con Efe desde el piso que comparte con su compatriota Lorena Bedoya.
“Me parece un poco ilógico y la mayoría de mis compañeros pensarán también lo mismo. Son decisiones un poco machistas. No sé bien qué palabra utilizar. Lo respeto, pero no parece correcto”, sostiene.
Se pregunta “qué diferencia hay” entre unos y otros para que el femenino haya finalizado y el masculino se aferre a la opción de regresar. Para el Deportivo ha concluido así la brillante temporada de su debut en la Primera Iberdrola, en la que fue cuarto. “Es increíble para un recién ascendido”, advierte Arbeláez.
A pesar del controvertido final, reparte elogios para el fútbol español y reproches para el de su país. “Allí me han tocado cosas peores. Incluso allí no ha comenzado la liga femenina, que es profesional. Hay muchas faltas (incumplimientos) de contrato. Falta mucho apoyo de empresas públicas y privadas. Para mí es una bendición estar aquí”, reconoce.
Al mismo tiempo, sin embargo, valora que en Colombia se haya “creado un respeto por el fútbol femenino y la mujer que lucha por sus sueños incansablemente”. Es su caso y lo siente así.
En A Coruña, lejos de casa, de la temperatura agradable de Medellín, “entre 18 y 25 grados”, no siente frío, ni siquiera en el confinamiento por el coronavirus, porque, dice, en el club “han estado muy pendientes” tanto de ella como de su compañera de piso, que también lo es de vestuario.
Admite que “ha sido muy difícil estar lejos de la familia en estos momentos”, pero también se lo ha tomado como un tiempo “para reencontrarse uno mismo y para dar un respiro al planeta”.
“Estaba cumpliendo demasiados sueños y demasiado rápido. Llego a un club que sube a Primera, que está teniendo tan buenos resultados gracias a lo que habían logrado mis compañeras ya antes de incorporarme y es algo muy bonito, único”, dice echando la vista a esta temporada de adaptación a España.
“Sabía que este era un equipo muy ganador, que venía haciendo cosas increíbles. No tuve mucho protagonismo, pero lo importante es que el club sí lo tuvo”, asegura.
Ella, que tiene contrato hasta el 31 de diciembre, aunque prorrogable, se queda, “por ejemplo”, con la eliminatoria de la Copa de la Reina ante el FC Barcelona, que les apeó en el último minuto de la prórroga de un partido que ella completó en el césped.
“Cuando estaba en Colombia veía a estas jugadoras como las mejores del mundo, una potencia, soñaba con jugar algún día contra ellas y eso se dio pronto. No conseguimos el objetivo de ganarles, pero aguantamos 119 minutos en su campo. Les hicimos sufrir”, repasa.
Todo lo vivido estos meses, en el fútbol y fuera de él, lo considera “muy positivo” para su “crecimiento profesional y personal”.
“Aprovecho muchísimo más las cosas a las que no le daba tanta importancia”, afirma Arbeláez, que se siente muy atraída por A Coruña, por su faro milenario, la Torre de Hércules, el más antiguo en funcionamiento, que, apunta, no deja de sorprenderle.
Ahora, su día empieza a las 6 de la madrugada. “Voy trotando hasta la Torre de Hércules, y, si me saludan en la calle, me emociono. Me he metido al mar (con el agua a unos 16 grados), que es parte de la crioterapia. Me voy congelada hasta casa, con los labios morados”, relata.
De Colombia lo que más echa de “menos” es la “familia”, más aun en días como este domingo, el de la madre. No está cerca de Irma Nora, que le trajo al mundo. Y también extraña su ciudad, a la que ama y donde “muchísima gente” le conoce.
Las videollamadas están a la orden del día para estar cerca de los suyos. “Incluso cuando estoy en el mar”, precisa. “Creo que ellos, al igual que yo, están enamorados de A Coruña”.
Carolina es la intermedia de tres hermanas. Paula es la mayor, a la que admira “muchísimo”. De pequeñas, no entendía que no pudiera jugar con ella al balón. Había nacido con labio leporino. “Es muy inteligente y ahora somos muy, muy amigas”. La menor, Juanita, es su “amuleto”.
Su pasión, también con el balón, es el estilo libre, los malabares con la pelota. “Lo considero un deporte diferente, pero me ayuda y complementa, me da un poquito más de técnica”, comenta tras haber animado el confinamiento con las habilidades que ella misma graba y difunde: “Mis redes sociales son muy tranquilas. Son como lo que soy yo, autenticidad”.
Tiene como referencias del freestyle a los colombianos Esteban Gómez y Boyka Ortiz, a los que anima a seguir. Y en fútbol, a “infinidad de jugadores”, entre ellos los españoles Iniesta y Xavi Hernández. Nada que ver con el estilo libre.
“Uno es volteretas y malabares, y estos son puro cerebro, fútbol sencillo de un toque. A mí me encanta el freestyle, pero me apasiona más marcar un gol, hacer un buen pase o una recuperación”, matiza.
De Colombia, toma nota de Jorman Campuzano, ahora en Boca Juniors de Argentina. Y en su actual ‘casa’, el Dépor, se fija en Víctor Mollejo, que le “encanta por la entrega, por darlo todo”.
En el confinamiento, su salón se convirtió en un “espacio para jugar fútbol”, pero no estaba homologado: “Estábamos Lorena y yo jugando a dos toques cada una sin dejarla caer, ya nos sentíamos muy cracks, como si estuviéramos en el estadio, le pegamos al televisor y lo dañamos. La vida es un ratico. En esta cuarentena me di cuenta de que la vida es muy corta”.
Por eso no deja de pensar en la “falta de recursos” de muchos compatriotas que “han sufrido la pandemia” por tener que “salir a la calle para poder trabajar y poder conseguir un pedazo de pan y comerlo ellos y su familia”.
Destaca la “organización” de España, de la que “tal vez” su país debe “tomar ejemplo”, y se siente “muy orgullosa de ser colombiana”, con el sueño de cumplir “otro ciclo olímpico” con su selección porque en Rio 2016, la experiencia que más le ha “llenado” hasta ahora, era demasiado joven” y “algunas cosas” las pasó por alto.
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