Cada uno de los futbolistas de la Real que ha saltado al Estadio
Diego
Armando
Maradona ha reaccionado de una manera diferente a una visita de prestigio. La noche napolitana se había cerrado del todo, alguna que otra gota de lluvia ejercía de acompañante al frío y los realistas pulían cada detalle que mañana pueda valer su peso en oro a la hora de la verdad. Todo cuenta en las citas de este calibre.
Ander
Guevara miraba a su alrededor, entre hambriento de gloria y admirando un templo circular, con tartán en los costados, que quizá se le hacía familiar. Igor
Zubeldia entonaba el ‘aquí estoy yo’ estrujándose los dedos de las manos. A Imanol se le veía concentrado y entre los rondos que ponían el punto de partida del entrenamiento pasaba un ángel: nadie articulaba palabra entre una intensidad que se notaba en el ambiente.
Los últimos matices que pudieran quedar pendientes a 24 horas del partido fueron pulidos en el estadio donde la Real aspira a meterse en los dieciseisavos de final. Una sesión sin excesos. El arte de cumplir con el expediente, con el reconocimiento de rigor al terreno por conquistar. Los apuntes finales de la táctica se mezclaron con ejercicios de depuración técnica. La Real ya conoce el estadio del Nápoles. Mañana por la tarde, las gradas multicolor que decoran el marco estarán igual de vacías. Buenas noticias en plena olla a presión, un solar por la pandemia.
Imanol repartió petos. Hasta que falte un suspiro para presentarse mañana en el estadio, nadie o casi nadie sabrá si dividió a titulares y suplentes. Los propios futbolistas suelen conocer las intenciones del técnico cuando ya no hay tiempo para la elucubración. En la sesión de hoy se terminaron de ganar la titularidad. O la terminaron de perder.
El césped del campo napolitano responde a los intereses de la Real. Hace frío en Nápoles, hay que abrigarse, pero las condiciones para jugar a fútbol no admiten excusas. Se puede seguir armando el asalto al Maradona.
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