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Asaari Bibang: “No se puede hablar de feminismo si antes no se habla de antirracismo”


Asaari Bibang (Malabo, Guinea Ecuatorial, 36 años) es una actriz y humorista que ha hecho de la lucha antirracista y feminista uno de los pilares de su carrera. Actualmente, representa en Madrid el espectáculo de monólogos Humor Negra, ha publicado la biografía Y a pesar de todo estoy aquí (Bruguera), y el próximo 29 de diciembre estrena el especial navideño ¿Quién se ríe ahora? (RTVE Play) junto a cómicos como Bob Pop, Ines Hernad o Carolina Iglesias.

Pregunta. Dice en su libro que la deshumanización de los cuerpos es la piedra angular del racismo. ¿Hemos avanzado algo en ese aspecto?

Respuesta. El proceso ha mutado. Ahora hay otras formas de deshumanización como llamar a los niños “menas”. Con respecto a la hipersexualización y cosificación de las mujeres negras en el imaginario colectivo, creo que, a nivel social, cada vez hay una mayor normalización de la diversidad. Aunque todavía quedan muchas cosas por cambiar. Mi esperanza está en el pueblo. Y digo pueblo, no digo sociedad, ni gente, ni personas, porque creo que hay algo de conciencia de clase dentro de esa lucha que es lo que va a hacer que las cosas evolucionen.

P. La palabra diversidad está hasta en las cajas de cereales, ¿se ha vaciado de significado?

R. Se utilizan palabras peores como tolerancia e inclusión, que presuponen que yo soy un sujeto pasivo que está a merced de tus decisiones, de tu tolerancia. Y luego está la utilización marketiniana del término diversidad, claro. Muchas veces sentimos ese tokenismo, la sensación de que te han puesto ahí porque necesitaban decir que había alguien no blanco.

P. Usted asegura que llegó a comprar la idea racista de que solo había sitio para una actriz negra.

R. Me sorprendió mucho que en un reportaje de S Moda hubiese otra mujer negra además de mí. Y que me sorprendiese es el síntoma de que algo no está bien. He estado en proyectos donde no se ha tenido en cuenta a otras mujeres negras porque ya estaba yo. Afortunadamente, cada vez hay más actores y artistas negros: Boré Buika, Jimmy Castro, Jimmy Roca… pero si te fijas la mayoría son hombres. Ser mujer y ser negra es una doble opresión que muchas veces no tenemos en cuenta.

P. ¿Tampoco desde el feminismo?

R. No se puede hablar de feminismo si antes no se habla de antirracismo, porque es la forma en la que a muchas nos llega el machismo. Una parte del feminismo piensa que todas estamos al mismo nivel, pero nosotras entramos en la conversación sobre la igualdad desde un -20 y las mujeres blancas, desde el -1. ¿Va a tomarse todo el colectivo la molestia de bajar a -20 para empezar la conversación por donde hay que empezarla? Pues no, y lo entiendo porque da mucha pereza hacer un esfuerzo para conseguir algo que no va a repercutir en tu vida, pero entonces el lema “cuando tocan a una, nos tocan a todas” deja de ser verdad. Afortunadamente, cada vez más gente dispuesta a hacer ese esfuerzo.

P. Como actriz, ¿qué papel cree que juega la ficción en la lucha por la igualdad?

R. El cuerpo de la mujer negra se ha mostrado siempre como comprado o vendido, vulnerable. Y si hay algo que no es la mujer negra es vulnerable, porque la forma en la que ha sido tratada a lo largo de la historia la ha obligado a ser fuerte.

P. Se hizo muy famoso un tuit suyo en el que denunciaba la cantidad de veces que se encontraba con maquilladores que no sabían cómo maquillarla.

R. Pasa mucho y merma más. A los maquilladores no se les forma para maquillar a una persona negra, pero sí para hacer blackface [lograr que un blanco parezca negro]. Manejar esta técnica es motivo de prurito profesional, pero no lo es saber maquillar a personas que sí existen: El mundo al revés. Luego me preguntan que de dónde saco material para mis monólogos: ¡si está en todas partes!

P. ¿Cuál ha sido el último comportamiento racista que ha sufrido?

R. Es un maltrato emocional y psicológico constante y diario. Hace poco apareció una mujer en mi puerta por un tema de la comunidad de vecinos y me dijo: “porque tú tienes el piso de alquiler, ¿no?”. Cómo soy negra no puedo tener una casa en propiedad. Otro día un repartidor fue al chalet de mi madre y cuando le abrió la puerta preguntó por la señora de la casa, porque asumió que mi madre era la persona de servicio. Pueden ser gotas, pero 36 años de gotas son un río.

P. Dice que usted tuvo que reconstruirse. ¿Cuándo se dio cuenta de que debía hacerlo?

R. Tuve que desechar ideas negativas acerca de mí misma, porque crecí con los mismos prejuicios sobre las personas negras que mis compañeras de colegio blancas. Pero algo hizo clic cuando descubrí que ya no solo tenía que protegerme a mí, sino también a mi hijo. Que había un niño que debía de tener una mamá que le diera las herramientas necesarias para afrontar el racismo.

P. Nadie nace aprendido.

R. La pedagogía es muy importante pero cansa mucho. O sea, no solamente me discriminas, sino que además tengo que ser yo la que te enseñe a no hacerlo. ¡Que soy una mujer negra, no un psiquiatra argentino! El racismo no es un problema de los que soportan el racismo, sino de los que lo ejercen. Lo que pasa es que lo convertimos en nuestro problema porque somos los primeros interesados en que esto se solvente. Pero el antirracismo consiste, precisamente, en ser conscientes de que es un problema de todos.

P. ¿Le flaquean las fuerzas alguna vez?

R. Ha habido un punto de inflexión dentro de mi activismo. El caso del chico de Villaverde [el ghanés Issa Munkaila, que murió en noviembre por disparos de la policía] me hundió. No sé. Me hizo perder la fe. La gente dice: no somos Estados Unidos. Pues mira. No hay nada más duro en la vida que dar por perdido a alguien; no para la persona que se da por perdida —que generalmente ni lo sabe ni le importa—, sino para quien da por perdido al otro. Aún así pienso que hay mucha más gente con afán de reconstruirse, de cuestionarse, de hacer autocrítica.

P. ¿Qué papel juega el humor?

R. La comedia me ha curado muchísimo. Cuando mis amigos activistas dan una charla tienen un tono muy pedagógico, pero la gente debería oírnos cuando nos juntamos con unas cañas. Es un cachondeo. Nos acabamos las anécdotas los unos a los otros.

P. El humor homófobo, machista o racista de hace décadas, ¿hay que olvidarlo o revisitarlo para analizarlo?

R. El debate no es por qué aquel humorista contaba esos chistes. Tenemos que reflexionar sobre por qué nos hacían gracia. Eso es lo interesante. En la reflexión está el crecimiento; en el crecimiento está la deconstrucción, y en la deconstrucción, la mejora.

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