Atiq Rahimi: “Los talibanes están matando la cultura. ¡Desde 1996!”

Atiq Rahimi en Madrid, en 2012.
Atiq Rahimi en Madrid, en 2012.CLAUDIO ÁLVAREZ

Al escritor y cineasta Atiq Rahimi se le escapa una risa sarcástica cuando oye que hay quienes piensan que los talibanes que acaban de retomar Kabul, la ciudad donde nació hace 59 años, podrían mostrarse esta vez algo más moderados que durante la brutal dictadura que establecieron entre 1996 y hasta que fueron expulsados del poder y de las principales ciudades de Afganistán —que no totalmente destruidos, lamenta Rahimi— por la intervención estadounidense en 2001. Días antes de la rápida caída de Kabul el domingo, el escritor, que rehizo su vida en París y construyó su exitosa carrera, premio Goncourt incluido, tras tener que huir con lo puesto de su país y recibir en 1984 asilo político en Francia, publicó una angustiada tribuna en Le Figaro. En ella, el autor de Syngué sabour (La piedra de la paciencia) pedía que los países occidentales acojan a los periodistas y artistas afganos que son, dijo, “objetivo prioritario de los talibanes, cuyo odio implacable a la cultura y la civilización no hace falta demostrar”. Lo transcurrido desde su llamamiento, apoyado por casi un centenar de personalidades, no ha hecho, lamenta en entrevista telefónica, más que confirmar sus peores temores.

Pregunta. ¿Le ha sorprendido la rápida toma del poder de los talibanes?

Respuesta. La verdad es que no: la mayoría de los afganos esperábamos desde hace algún tiempo la llegada de los talibanes. Cuando [el presidente estadounidense] Joe Biden dijo el lunes que su objetivo no era reconstruir un país, sino solo buscar a Osama Bin Laden, eso revela que Afganistán les sirvió como un terreno de guerra a Estados Unidos. Desde el principio no hubo una voluntad de destruir completamente el nido de los talibanes y del terrorismo yihadista. Desgraciadamente, tampoco ha habido una voluntad de reconstruir el país para que Afganistán pudiera resistir, para que pudiera combatir todo eso.

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P. ¿Es un fracaso internacional, afgano o colectivo?

R. Cuestiono al poder afgano por su ingenuidad, su incapacidad de gobernar y por su corrupción. Pero también a Estados Unidos, porque en cuanto expulsaron a los talibanes, metieron a [los presidentes afganos] Hamid Karzai o Ashraf Ghani, que son gente elegida por EE UU, espías de EE UU. Tanto la administración como la estrategia política de Afganistán ha estado controlada, casi al 80%, por EE UU. Y sus adversarios, Rusia, China o Irán, han hecho todo lo posible por perjudicar su presencia en suelo afgano. Afganistán se convirtió en un campo de batalla desplazado, en un campo de batalla entre Irán y Arabia Saudí, entre Pakistán y la India, entre China y el mundo occidental, entre Rusia y EE UU.

P. Hay quienes hablan de “talibanes 2.0”, más moderados. Hasta han dado una rueda de prensa, algo bastante inédito, asegurando una amnistía general y que van a respetar los derechos de las mujeres en el marco del islam. ¿Usted se lo cree?

R. Sí, han dicho eso, pero en seguida han dicho que todo será según la ley de la sharía. ¿Y eso qué quiere decir? Lo que han practicado hasta ahora y que practican en muchos países musulmanes, en Arabia Saudí o Qatar. Las mujeres serán las primeras víctimas, seguro, de esta guerra geopolítica, como siempre. Y también la juventud, que no va a tener ya acceso a una educación laica, moderna, y será nuevamente enviada a escuelas coránicas. Ya han prohibido series de televisión, han detenido muchas emisiones de radio, pronto van a prohibir muchas más cosas. Hay que decir las cosas como son: es la victoria del oscurantismo sobre la ilustración. Y esta vez va a ser más duro aún, porque lo han vuelto a conseguir, han ganado esta guerra, están orgullosos y tienen cada vez más confianza en sí mismos.

Desde el principio no hubo una voluntad de destruir completamente el nido de los talibanes y del terrorismo yihadista

P. ¿Cómo puede afectar al resto del mundo?

R. No olvide que la Revolución Islámica de Irán en 1979 dio mucha confianza al mundo musulmán, que se dijo: “Esto funciona, podemos tomar el poder, podemos cambiar la sociedad”. Esta vez va a ser peor, los musulmanes, los integristas sobre todo, han recuperado esa fuerza, esa convicción. Eso va a ser muy complicado para Occidente, para el mundo democrático.

P. Con el apoyo de casi un centenar de actores, escritores y realizadores, usted ha hecho un llamamiento urgente para que Francia y las democracias occidentales acojan a los periodistas y artistas afganos. ¿Por qué ellos?

R. En los últimos 20 años, no han dejado de denunciar los horrores de ese ejército de las tinieblas y están más amenazados que nadie en Afganistán. Son nuestra conciencia, nuestra memoria, hay que salvarlos y ese es el deber de un país como Francia, que se reclama como el país de los derechos humanos y de la ilustración.

P. ¿Qué más puede hacer el mundo de la cultura?

R. Tiene que hacer más. Mientras la política esté gestionando guerras, la cultura debe defender a los desfavorecidos, a las víctimas de la guerra. La cultura nació para proteger a los débiles, nació contra las leyes de la naturaleza, para proteger al ser humano. Si no hubiera cultura, el planeta ya habría sido destruido. Es la cultura la que lo salvó. En Afganistán, los talibanes están matando la cultura. ¡Desde 1996! Destruyeron los Budas de Bamiyán, que eran la gloria de las civilizaciones, el encuentro entre Oriente y Occidente. Era nuestra identidad, nuestro pasado, y lo destruyeron. Y siguen destruyendo la identidad afgana. Mire ya cómo lo llaman, Emiratos de Afganistán. ¿Se convertirá en una provincia saudí? Estamos en una tragedia implacable de la historia, una nación está siendo destruida y, claramente, tendremos otro Afganistán, con otra imagen. Habrá una ruptura con el pasado, con la historia. Afganistán tendrá otra identidad. ¿Cuál? No lo sé.

P. ¿Le queda algo de esperanza para su país?

R. Afganistán refleja el estado del mundo. Mientras el mundo no cese de ir hacia el abismo, Afganistán no va a poder salvarse. Habrá una salida para Afganistán cuando las guerras geopolíticas entre las grandes potencias cesen.


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