“Aún le tengo pavor al fiscal Gertz Manero”, dice Alejandra Cuevas en entrevista con Ricardo Raphael

“Aún le tengo pavor al fiscal Gertz Manero”, dice Alejandra Cuevas en entrevista con Ricardo Raphael

Por Ricardo Raphael para The Washington Post.

“¡No le tenemos miedo, le tenemos pavor! Y tú no eres libre hasta que pierdes el miedo”, me dijo Alejandra Cuevas Morán durante la primera entrevista presencial que ha dado a un periodista desde que salió de la cárcel el pasado lunes 28 de marzo, después de estar en ella 17 meses tras ser acusada de homicidio por el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero. 

En cuanto tuvo un pie fuera de la prisión lo primero que hizo fue solicitar protección al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pues mientras permaneció encerrada sus hijos fueron amenazados varias veces. “Nada más te amenazan: un mensaje en el celular o un recado en la manija del automóvil advirtiendo ‘te lo dijimos, ahora vamos por todo’”, me dijo.

Ante la petición, el presidente instruyó al secretario de gobernación, Adán Augusto López, para que la apoyara y la protegiera. Es una paradoja que el mandatario haya ofrecido velar por esta mujer frente a futuras actuaciones de Gertz Manero, quien injustamente la denunció, junto con su madre, Laura Morán Servín, de haber asesinado a su hermano Federico Gertz Manero. 

En esta historia se cruzan una historia familiar de proporciones novelescas y un caso judicial que, por su importancia, fue resuelto por el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Estalló el 27 de agosto de 2015, cuando el actual fiscal general llegó a casa de su hermano Federico y su cuñada Laura acompañado de 15 personas entre policías, ministerios públicos y abogados.

Alejandra me dijo que aquel día, su madre Laura recibió contenta a su cuñado porque, a pesar de que Federico estaba grave de salud, durante la semana anterior Alejandro no los había visitado. Ella quería contarle que el doctor consideraba que la salud de quien había sido su pareja por 62 años iba mejorando gracias al tratamiento proporcionado. 

Pero Alejandro Gertz, quien en ese momento era rector de la Universidad de las Américas Ciudad de México, hizo oídos sordos respecto de la voz de su cuñada, quien entonces tenía 88 años. 

—¡Vengo por mi hermano —espetó Alejandro— porque lo estás matando! 

—¿Cómo que lo estoy matando si es el amor de mi vida? —se defendió Laura. 

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