Ya os hemos traído en otras ocasiones a grandes filósofos y pensadores de la historia. Platón y Aristóteles fueron de los más famosos, y sus estudios sirvieron en los años siguientes para otras grandes mentes. Es el caso de Averroes, un filósofo y astrónomo que nació en Córdoba el 14 de abril de 1126, en la época de Al-Ándalus. Pertenecía a una familia reconocida dentro del islam, siendo tanto su abuelo como su padre cadí (juez).
Averroes es considerado como uno de los grandes intelectuales de la Edad Media, además de una persona reconocida. Fue nombrado cadí de Sevilla, y sirvió para las cortes de Córdoba y Marruecos a lo largo de su vida. Entre sus obras destaca una enciclopedia sobre medicina, compuesta de 16 obras. En ella se habla tanto de anatomía como de patología, fisiología y diagnosis.
Hay que tener en cuenta que por aquella época, la medicina era considerada brujería por los reinos cristianos. Por otro lado, los musulmanes ya la trataban como una ciencia. Aunque no solo dio importantes avances en este campo. En el apartado filosófico buscó una explicación al pensamiento humano y cómo es capaz de formular verdades universales. Así fue como destacó que el cerebro era capaz de realizar ciertas facultades intelectivas, que los griegos atribuían a un plano metafísico.
El destierro de Averroes
Sus conocimientos le llevaron a trabajar en Marruecos, donde recibió la confianza del califa almohade Abu Yaqub Yusuf para ser nombrado cadí de Sevilla en 1169. En 1182 viajó a Marrakech para servir como médico personal del califa. A pesar de ocupar un cargo importante, la subida al trono de Yaqub al-Mansur hizo que fuese desterrado de nuevo a Al-Ándalus. Se le llevó junto a otros intelectuales al arrabal de Lucena, cerca de Córdoba.
Este cambio en el poder hizo que su obra se viese afectada por el nuevo fanatismo almohade. Sus detractores persiguieron y destruyeron parte de su obra. Meses antes de su muerte fue reivindicado y llamado a la corte en Marruecos. A pesar de que se han perdido gran parte de sus obras originales, otros autores las tradujeron al hebreo o al latín, permitiendo que sobrevivieran, aunque no de forma original.
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