Equipos de rescate en Marsh Harbour, en la isla de Gran Ábaco. Fernando Llano AP
Una semana después de que los servicios de rescate pudieran acceder a las islas noroccidentales de las Bahamas arrasadas por el huracán Dorian, la cifra oficial de muertos se ha elevado a 45. Pero los vecinos y los equipos que trabajan sobre el terreno aseguran que la cifra será mucho mayor. Hay todavía miles de desaparecidos y siguen llegando historias sobre cadáveres atrapados entre los escombros, mientras el Gobierno reubica a 3.500 desplazados y se defiende de las críticas a su gestión de la catástrofe.
Las especulaciones sobre si el Gobierno está ocultando información han sido rechazadas con rotundidad por el ministro de Sanidad, Duane Sands, que las califica de “infundadas” y “desafortunadas”. “El recuento de cadáveres no es la prioridad”, aseguraba Sands en una entrevista en el Miami Herald. “La prioridad es encontrar a aquellas personas buscadas por sus seres queridos y cuidar de los heridos, poner comida en sus estómagos y agua en sus gargantas”.
“Es difícil de saber todavía”, asegura a EL PAÍS Regis Chapman, jefe de la oficina para el Caribe del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, que trabaja sobre el terreno. “Los Gobiernos deben priorizar, y lo más importante ahora es llegar a los vivos. El recuento de cadáveres es un reto siempre en estos casos, y lo que sí está claro es que la destrucción ha sido muy significativa desde una perspectiva de vidas humanas. Hablamos de un huracán de categoría 5 que estuvo dos días y medio clavado sobre estas islas. Cuando el impacto es tan grande, no hay respuesta en el mundo lo suficientemente rápida”.
Los Gobiernos a menudo necesitan varios días para poder desplegar su ayuda tras una catástrofe como la producida por el paso del huracán Dorian, en parte porque mucha de la infraestructura de respuesta local también resulta afectada. Una catástrofe de esta magnitud supera fácilmente las capacidades de un país como Bahamas, con una población de 330.000 habitantes, y por eso sobre el terreno es más fácil ver efectivos estadounidenses o británicos (Bahamas pertenece a la Commonwealth).
Hay mucho trabajo, además, en un menos visible segundo plano. Es el caso de Cdema, la agencia de gestión de desastres del Caribe, compuesta por 18 países, que llegó a Nasáu el 31 de agosto y trabaja, según Elizabeth Riley, su directora adjunta, para “proporcionar al Gobierno una evaluación independiente de la situación, con recomendaciones a corto, medio y largo plazo”. “Coordinamos la respuesta con nuestros socios, porque un país solo no tiene recursos suficientes para responder a un desastre así”, explica Riley a EL PAÍS.
Los desplazados siguen llegando a Nasáu, la capital del país, que no resultó dañada por el huracán. Hasta 3.500 personas han sido evacuadas por el Gobierno a bordo de aviones y barcos. Pero muchas otras personas han escapado a bordo de aviones privados, lo que dificulta siquiera obtener un recuento preciso de supervivientes.
La rápida acción de los agentes privados, sugieren los expertos, ha contribuido a alimentar la sensación de que el Gobierno ha actuado con lentitud. “La singularidad del contexto, por la naturaleza demográfica de las islas afectadas, ha contribuido a esa percepción”, explica Chapman. “Es una zona turística, hay propietarios de casas con muchos recursos, por eso la respuesta de agentes privados ha sido rápida. Y eso está muy bien, pero otra cosa es la asistencia sistémica a medio plazo, para la cual hace falta evaluar y planificar”.
El descontento con el Gobierno era palpable entre los evacuados de Gran Ábaco que llegaban al aeropuerto de Nasáu. “Si estoy aquí es por la solidaridad entre los vecinos, que me acogieron en una casa cuando la mía se destruyó. No vi a nadie del Gobierno en los días que estuve allí. Teníamos que salir a coger comida de las tiendas para alimentarnos. Yo quiero irme de Bahamas. No me gusta lo que hizo nuestro Gobierno”, asegura Ben Johnson, de 27 años, que esperaba a ser trasladado a un refugio.
Los primeros equipos de rescate que vieron, coinciden muchos residentes, fueron estadounidenses. Y la distribución de comida, agua y medicinas está siendo coordinada, mayoritariamente, por redes de voluntarios de ONG locales e internacionales. Algunos políticos se han sumado con dureza a las críticas. “Lo que hemos visto es un fracaso de la respuesta rápida del Gobierno, y hemos tenido que depender de aviones privados y voluntarios para evacuar una zona de desastre. Ha habido un completo colapso del Gobierno”, denunció en el periódico local The Tribune el ex fiscal general de Bahamas Alfred Sears.
Después de que, el sábado, 1.500 desplazados llegaran a Palm Beach (Florida) a bordo de un crucero, la agencia de Aduanas y Protección de Fronteras de Estados Unidos ha emitido un comunicado pidiendo coordinación. “Pedimos con fuerza a los operadores de embarcaciones y aeroplanos privados que coordinen cualquier misión de evacuación con las autoridades locales antes de evacuar a nadie de las Bahamas”, dice el texto.
Muchos de los miles de evacuados han sido acogidos temporalmente por familiares o amigos, según las autoridades, y 860 permanecen en refugios en la isla de Nueva Providencia, donde se encuentra la capital del país. Pero el Gobierno está estudiando la posibilidad de levantar alojamientos provisionales en las islas afectadas para alojar a los desplazados, una vez hayan concluido las labores de limpieza. “Creo que en este momento necesitamos encontrar algún tipo de alojamiento para los individuos. Nasáu solo puede alojar a una cierta cantidad, no puedes llevar la comunidad entera de Ábaco a Nueva Providencia de un día para otro”, dijo el primer ministro, Hubert Minnis.
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