Bailar con mascarilla, una norma imposible en las discotecas de Madrid

Las luces moradas y rojas atraviesan las ventanas de una discoteca de la calle de San Vicente Ferrer, en el barrio de Malasaña. Dentro del local, una treintena de jóvenes bailan al son del reggaetón. Suena la canción de El Makinón de la colombiana Karol G. Un grupo de cuatro amigos se mueven alrededor de una mesa alta, en la que apoyan las copas de ginebra y limón. “Ahora es mucho mejor porque se han relajado las restricciones. Al menos ya te puedes mover”, asegura Fabia Elejabeitia. La joven de 19 años acepta que la gente tiene menos miedo de salir a bailar y encontrarse con otras personas. “Estamos deseando volver a lo de toda la vida”, concluye. Apoyado a la cabina del DJ, Martín Fernández comenta que lleva saliendo todos los viernes por la noche desde verano.

El baile ha vuelto a las pistas de las discotecas de Madrid, aunque solo se permite con mascarilla y manteniendo la distancia de seguridad de metro y medio. Así lo anunció este jueves Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. Tras 20 meses afectados por las restricciones de la pandemia, los locales de ocio nocturno admiten que es una norma imposible de cumplir.

“¿Si entramos tenemos que estar sentados?”, le pregunta una chica al portero de la Vía Láctea, en Malasaña. “Estamos cansados de ser policías”, comenta la encargada. A las diez y media de la noche, la calle de Velarde, que dirige a la plaza del Dos de Mayo, está repleta de jóvenes que hacen cola para entrar en los bares. “La mascarilla”, indica el portero a un chico que entra en el local.

Teresa López, de 18 años, espera con sus amigas en la fila. La madrileña cuenta que no sale de fiesta desde agosto: “Se agradece que ya se pueda bailar”. Unos metros más abajo, Paula Esteban se incorpora en la cola con cinco amigos más. La joven explica que no ha salido de copas hasta que se ha vacunado: “Cada vez estamos más cerca de volver a salir de fiesta como antes, pero, si nos adelantamos mucho podemos retroceder”.

La barra de una discoteca del barrio de Malasaña, en Madrid.
La barra de una discoteca del barrio de Malasaña, en Madrid.Aitor Sol

A medianoche, los jóvenes se aglutinan en las puertas de las discotecas de los bajos de Argüelles en la zona de Moncloa. Los operarios de seguridad de la finca, que controlan el espacio, aseguran que llevan dos semanas desbordados. “Esto es la nueva normalidad”, asegura el encargado al abrir la puerta de uno de los locales. Unas 100 personas, sin mascarilla ni distancia de seguridad, danzan a sus anchas en la pista de baile. Entre la muchedumbre y los destellos plateados de las bolas de discoteca, un grupo de chicas baila sobre la tarima del local. Los que se encuentran abajo siguen el ritmo y cantan a gritos la canción de Diva Virtual del cantante reggaetonero Don Omar. Uno de los jóvenes, Nicolás García, revela que “desde hace dos semanas, por mucho que no se pudiese, la gente ya bailaba dentro”. La hostelería y el ocio nocturno recuperaron el pasado 20 de septiembre su horario habitual, con cierres a las dos y a las seis de la mañana, respectivamente.

En la calle de Fernando el Católico se divisa una larga cola que llega hasta el final de la calle. Muchos de los jóvenes llegan a las siete de la tarde para poder entrar, porque “se llena muy rápido”, aseguran. Tres amigos que vienen desde Lanzarote están asombrados de la cantidad de gente que han encontrado en la noche madrileña. Raúl Santana declara que “en Canarias es casi imposible ver algo así. Son mucho más estrictos con las medidas”. Aunque, reconocen estar contentos por salir de fiesta a una discoteca. “No sé si me acordaré de bailar”, comenta su amiga entre risas.

El encargado del local señala el control de aforo en la pantalla de su móvil. A la una de la mañana dentro hay 223 personas, de las 300 que puede acoger. Este asegura que es imposible cumplir la norma. Parece imposible controlar que la gente pueda bailar con mascarilla cumpliendo la distancia de un metro de seguridad con el cien por cien del aforo. El portero de un local cercano coincide: “Tengo todo lleno. No cabe ni un alfiler. Si viene la policía me pone una multa”. “Para la gente ya no existe el virus”, concluye otro que salvaguarda la entrada de una discoteca en la calle Fernández de los Ríos.

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