Bases y platos caseros para que tu congelador no sea un cementerio

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Una cena sencilla que no dé pereza preparar cuando cualquier excusa para cambiar los fogones por una cerveza y unas patatas ya es una buena noticia, pero ¿qué te parece si además te da un empujoncito con la comida del día siguiente? Con estas seis recetas la crema de la cena servirá como base para un curry rápido, el salmón a la plancha y las verduras que cortaste para el salteado harán que la ensalada de pasta se prepare sin esfuerzo y el rallador que sacaste para hacer pakoras —sin freír— te habrá dejado listo el sofrito de unas lentejas con chorizo exprés.

Una purrusalda hecha puré

La purrusalda es la sopa que Mikel López Iturriaga, líder supremo Comidista, prepara siempre en cantidades industriales porque le soluciona una cena y parte de la comida del día siguiente. “Es tirada de hacer: para dos personas, picas un puerro gordo (o dos finos) y lo rehogas en aceite de oliva hasta que esté blando. Mientras se va haciendo, pelas un par de zanahorias y las cortas en rodajas, y las añades a la cazuela. Pelas tres patatas medianas, las rompes en trocitos con un tenedor -esto es para que suelten más almidón y engorden el caldo- y las añades a la cazuela junto a un chorrito de vino blanco y un poco de sal”.

Solo queda dejar que evapore, añadir un litro de agua o del caldo que tengas a mano, y dejar que cueza unos 20 minutos o hasta que las patatas estén muy blandas: corregir de sal y listo. “Lo que sobre, lo conviertes en puré al día siguiente y lo tomas con unos trocitos de pan tostado o frito como guarnición, como se hizo en casa de mis padres durante 40 años sin que hubiera queja al respecto”. Si crees que te vas a quedar con hambre, puedes añadir un poco de bacalao fresco, descongelado o desalado a la purrusalda nocturna, y si quieres tomar la crema como cena del día siguiente porque la comida ya está solucionada, ponle un huevo cocido al punto que prefieras.

Verduras asadas con pescado y frittata con queso curado y albahaca

¿La enésima recomendación de asar verduras al horno y usarlas para comer varias veces? Efectivamente (y lo que te rondaré, morena). Hay muchísimas verduras que pueden participar en esta técnica —llamarla receta es excesivo—, en la que todo el trabajo lo hace el horno mientras tú te dedicas a otras cosas. Propongo tres combinaciones que darán de comer a cuatro personas dos veces: cuatro patatas medianas, tres pimientos, una cebolla y tres berenjenas; una coliflor, cuatro boniatos medianos, una cebolla y seis zanahorias y, la última, una calabaza violín de aproximadamente 1 kilo, cuatro puerros, 400 g de tomates cherry.

Pon las verduras bien limpias en el horno a 200 grados, todo tal cual menos los tomates cherry, que irán en una bandeja más pequeña o recipiente apto, con un chorrito de aceite y un poco de ajo laminado. A los 20 minutos echa un vistazo y mueve los tomates, las zanahorias, las patatas y los puerros. Los tomates y las zanahorias suelen tardar unos 25 minutos, a los 50 suelen estar patatas, boniatos, pimiento y berenjena y la calabaza y la coliflor tardan un poco más.

Escoge cuatro supremas, rodajas o piezas de ración de tu pescado favorito, fresco o descongelado. Baja un poco el horno cuando veas que queda poco para que las verduras estén listas y pon cada pescado —o pieza— en una papillote de papel de horno, con un par de rodajas de limón, sal, pimienta y aromáticas al gusto. El tiempo de cocción dependerá del pescado en cuestión: dos filetes de caballa pueden estar listos en cinco minutos, una rodaja o corte mediano de bonito o bacalao necesitará el doble, y si es muy grueso hasta 15 minutos.

Cuando puedas manipular las verduras sin quemarte, pela las que lo necesiten, trocea y toma la mitad para la cena, junto al pescado aliñadas con aceite, hierbas frescas o secas, especias o una vinagreta de mostaza. Trocea el resto al día siguiente y cuájalas en una sartén o al horno con seis huevos, unos 80 g de queso curado rallado y un puñado de hojas de albahaca troceadas, todo bien mezclado.

Crema de calabaza como base para un curry

Trocea un kilo de calabaza sin piel ni pepitas, dos cebollas, dos puerros, y un boniato grande. Trocea y dora en una olla con un chorro de aceite —o un poco de aceite suave y algo de mantequilla— la cebolla y el puerro, y cuando estén empezando a coger color añade la calabaza y el boniato también troceados. Dora durante unos 15 minutos, removiendo de vez en cuando. Cubre con 1,2 litros de agua o caldo y lleva a ebullición, a fuego suave, unos 12 minutos. Añade 250 ml de leche evaporada, vegetal o de coco —en los dos últimos casos, recomiendo añadir también un aguacate maduro—, ajusta de sal y tritura.

Retira y reserva 1/5 de la crema, y especia el resto como quieras: con pimentón rojo, ras el hanout, nuez moscada y canela, tomillo e hinojo o zumo de naranja. Sirve con un huevo pasado por agua, picatostes, trigo sarraceno crudo —aporta un toque crujiente delicioso—, queso rallado, taquitos de jamón o huevo duro, cacahuetes, avellanas, pipas de calabaza o pistachos picados.

Al día siguiente, haz un salteado con cebolla, calabacín, zanahoria y/o pimiento, añade tofu duro o ahumado, contramuslo de pollo troceado, pechuga de pavo, langostinos y/o garbanzos. Añade una cantidad generosa de tu curry en polvo favorito —Madrás, Korma, Vindaloo, Massaman— y dale unas vueltas para que se ponga fragante con el calor. Añade la crema reservada y un yogur —o yogur vegetal o media lata de leche de coco—, remueve bien y deja hacer chup chup cinco minutos. Si acompañas el curry con una ensalada de pepino con menta, tienes una comida completa.

Las pakoras de hoy son las lentejas de mañana

Comprar harina de garbanzo no solo te ayudará con las frituras de pescado, sino que también te permitirá convertir esas verduras que amenazan con ponerse pochas y llevan días orbitando por el cajón en unas deliciosas pakoras para la cena (y, de paso, en el sofrito de unas lentejas). Pela —cuando sea necesario— y ralla gruesos unos 700 gramos de verduras variadas: sirven patata, calabacín, coliflor, brócoli o zanahoria. También sirven pimiento verde o rojo o cebolla —en este caso en tiritas— y las hojas de espinaca o acelga (no muy) picadas.

Pon unos 300 g de estas verduras en una cazuela, con uno o dos dientes de ajo picados y chorizo en daditos (o aceite de oliva al que después añadiremos pimentón). Deja que se dore mientras preparas las pakoras: para hacerlas, mezcla 150 g de harina de garbanzo con una cucharada de garam masala —clavo, canela, cilantro, comino, pimienta, cayena, cúrcuma y nuez moscada—, una cucharadita rasa de levadura tipo Royal y un poco de sal. Añade 100 mililitros de agua y bate hasta conseguir una masa homogénea.

Si las verduras de la cazuela ya están doradas, añade especias al gusto —pimentón y comino, por ejemplo—, dos botes grandes de lentejas ya cocidas con su líquido de gobierno y un chorrito de agua y deja que haga chup chup a fuego lento cinco minutos: ya tienes un plato principal para mañana. Volviendo a las pakoras: haz buñuelos con la masa y las verduras y dóralos por ambos lados en una sartén con un poco de aceite. Sírvelas con una salsa de yogur y pepino, ajo y menta picados, aliñada con un poco de sal, pimienta, comino y cilantro (conocida como raita).

Salmón con miso y fideos de arroz que acaba en ensalada de pasta

Prepara seis filetes de salmón de unos 150 g cada uno. Píntalos con una mezcla de dos cucharadas de aceite con una de miso, bien batido, y si quieres unos copos de chile. Deja marinar mientras cortas en tiras un pimiento, una cebolla, dos zanahorias y un cuarto de col china (o un trocito de repollo blanco). Guarda la mitad en un táper en la nevera.

Remoja también unos 120 gramos de fideos de arroz en agua caliente. Saltea las verduras en una sartén a fuego alegre con un poco de aceite neutro, y cuando ya tengan color añade los fideos y sazona al gusto con salsa de soja, vinagre, sésamo, cilantro y/o cacahuetes picados. Retira y emplata y, en la misma sartén, marca los filetes de salmón vuelta y vuelta a fuego medio-alto un minuto por cada lado —o más, o menos, al gusto—, reserva dos en un táper en la nevera y emplata el resto para cenar.

Al día siguiente, prepara tu pasta favorita o arroz integral —unos 200 gramos serán suficientes—, ponles un poco de aceite y remueve bien cuando estén en el colador y deja que se enfríen. Prepara una ensalada con las verduras ya cortadas reservadas, el salmón desmigado, encurtidos para dar un toque alegre y una vinagreta que te guste: la comida está servida. Si crees que te vas a quedar con hambre, puedes añadir huevo duro y tomates cherry.

Un risotto que se convierte en croquetas de arroz

Rehoga dos cebollas picadas en una olla con un chorro de aceite. Añade 400 gramos de champiñones troceados, deja que se doren también y moja con 150 mililitros de vino blanco seco. Cuando se evapore el vino, añade 450 gramos de arroz —si puede ser, arborio o carnaroli, si no, alguno de grano redondo— y dale vueltas mientras se nacara. A fuego medio-suave, ve añadiendo poco a poco caldo caliente de pollo o verduras —necesitarás aproximadamente 1,5 litros— y removiendo de vez en cuando. Cuando lleves unos 16 minutos el arroz ya estará listo, mantécalo —remueve— con 120 gramos de parmesano, un par de nueces de mantequilla y mucha pimienta.

Con ⅔ de este risotto tienes la cena lista, el resto se habrá convertido en una especie de pastita, justo la textura que necesitamos para el siguiente plato. Añade a esta masa daditos de jamón, más parmesano, los restos de algún guiso —sin mucha salsa— o pollo asado, carne picada ya cocinada, huevo duro, aceitunas o prácticamente lo que te dé la gana. Bolea una especie de croquetas, reboza en huevo y pan rallado, deja reposar un rato para que amalgamen y fríelas justo antes de comer. ¿Te da pereza freír? Haz discos planos —como una hamburguesa gruesa— y hazlos en la sartén con muy poco aceite (puedes simplemente pintarlos).


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