El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha advertido este miércoles en Belfast (Reino Unido) de que “la paz no es inevitable” y ha rendido tributo a los “dividendos” gestados por el Acuerdo de Viernes Santo que en 1998 puso fin a tres décadas de violencia sectaria en Irlanda del Norte. Su único acto público con motivo del 25º aniversario de unas negociaciones en las que la Casa Blanca, con Bill Clinton como inquilino, había invertido un importante capital político ha estado marcado por la extraordinaria dicotomía entre el progreso experimentado en el último cuarto de siglo y el desencanto de encontrarse con un territorio que acumula 14 meses sin Gobierno. El contraste no pasó desapercibido para Biden, quien con una retórica escrupulosamente coreografiada recordó a las fuerzas políticas locales que el futuro de la región depende del restablecimiento de la normalidad institucional.
La formación de un Ejecutivo en el territorio permanece bloqueada tras la victoria histórica del Sinn Féin el pasado mayo, y con la tensión por el encaje pos-Brexit del territorio norirlandés de fondo, los unionistas rechazaron entrar en el Gobierno, como prevé el acuerdo de paz.
En sus apenas 17 horas en Belfast, el presidente estadounidense cumplió con un guion milimétricamente calibrado para evitar exacerbar la volatilidad política en Irlanda del Norte, sobre todo por parte de una facción del unionismo que recela de su orgullo por su ascendencia irlandesa. En su comparecencia en la Universidad del Ulster, Biden se refirió al reciente aumento de las tensiones en el territorio, que han motivado el regreso de la alerta terrorista al segundo nivel más grave. “Los enemigos de la paz no se impondrán, el Acuerdo de Viernes Santo nos enseñó que hay esperanza de arreglo, incluso en los daños más terribles”, proclamó, para trazar un paralelismo con la situación actual y declarar que “cuando los tiempos son frágiles, ahí es donde la esperanza y el trabajo duro son más necesarios”.
Joe Biden con el actor irlandés James Martin, tras la intervención del presidente estadounidense para conmemorar el 25 aniversario del Acuerdo de Viernes Santo. Christophe Ena (AP)
Aparentemente consciente de la perniciosa percepción de injerencia en la realidad norirlandesa, Biden confesó que “espera” que los partidos puedan retomar “pronto” los órganos democráticos alumbrados por el acuerdo de hace 25 años, tanto el Ejecutivo como la Asamblea regional, pero aclaró que el destino de estos no le compete a Estados Unidos. “Es una decisión que tenéis que tomar vosotros, no yo, pero espero que ocurra”, declaró ante una audiencia en la que se encontraban los líderes de las formaciones responsables de restablecer el gobierno de unidad, una de las condiciones clave estipuladas en 1998, con quienes se había reunido de manera informal antes de su comparecencia, junto a otros dirigentes locales.
El minucioso cálculo de sus palabras refleja el alto voltaje de una visita en la que Biden ha querido dejar claro que “la paz y las oportunidades económicas van juntas”, un mensaje de fácil interpretación: el futuro del territorio depende de la normalización institucional y maximizar el potencial de inversión pasa por resolver el bloqueo político. Este recurso del comodín económico como acicate para romper la parálisis le permitió salir relativamente airoso del reto más intricado de su visita, el de incitar a restablecer Gobierno y Parlamento, sin aleccionar, ni entrometerse en la dinámica doméstica. Biden afirmó que los inversores estadounidenses estaban dispuestos a “triplicar” los 2.000 millones de dólares ya invertidos (1.800 millones de euros) en la última década, según publicó The Guardian.
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El razonamiento es simple: Estados Unidos quiere invertir en Irlanda del Norte, pero necesita como condición irrenunciable que haya estabilidad. “Mantened la paz y desplegad esta increíble oportunidad económica, que está tan solo empezando”, pidió, como síntesis de un discurso en el que reivindicó la importancia que en Washington otorgan al acuerdo de 1998, “tanto demócratas como republicanos, y eso es poco habitual hoy en día” entre dos partidos que han “estado muy divididos”.
Biden tampoco perdió la oportunidad de tender puentes con el Gobierno de Rishi Sunak, tras las tensiones generadas por la definición de la agenda del presidente en este aniversario del proceso de paz. Ambos mandatarios habían compartido un café de trabajo en la mañana del miércoles durante el que, según contó el primer ministro, analizaron “las oportunidades económicas” y su “ambición compartida de ver las instituciones norirlandesas de nuevo en marcha”, pero el gesto diplomático más esperado por Londres llegó con el refrendo explícito de Biden a la reciente renegociación entre Reino Unido y la Unión Europea de los arreglos post-Brexit para Irlanda del Norte, el llamado Acuerdo Marco de Windsor.
Biden lo calificó de “paso fundamental” para “preservar y reforzar” lo pactado hace 25 años y elogió la “estabilidad y certidumbre” facilitada por las concesiones que Sunak obtuvo de la UE, que “hacen frente a las realidades prácticas del Brexit” y que, según él, generarán “inversiones significativas” en Irlanda del Norte. Downing Street considera que la venia de Estados Unidos refuerza el aval internacional del mecanismo con el que esperaba a convencer al Partido Unionista Democrático (DUP, en sus siglas en inglés), principal formación protestante, de acceder a retomar el Gobierno de unidad con el Sinn Féin, el mayor partido nacionalista, considerado durante décadas el brazo político de la organización terrorista IRA, y vencedor de las elecciones del pasado mayo. Para el DUP, sin embargo, el acuerdo con la Unión Europea sigue siendo insuficiente, por considerar que persisten las barreras comerciales entre Irlanda del Norte y el resto de Reino Unido.
Esta disputa mantiene paralizada la gobernación en el territorio, un bloqueo que se dejó notar en la agenda de Biden, quien ha reservado el grueso de su viaje a la República de Irlanda, donde pasará tres días. El jueves le espera una intervención ante las dos cámaras del parlamento en la Leinster House, en Dublín, y tendrá también ocasión de visitar a parientes lejanos que todavía viven en la isla.
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