Pensilvania y su principal ciudad, Filadelfia, son terreno muy familiar para el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Originario de ese Estado, ha visitado esta última nada menos que 13 veces desde el inicio de su mandato. Los votos en este territorio, uno de los grandes Estados bisagra en las elecciones, son vitales para sus perspectivas de continuar en la Casa Blanca tras los comicios del año próximo. Razón de peso para celebrar en la ciudad desde la que se proclamó la independencia del país su primer mitin de campaña, en el que ha hecho alarde de sus credenciales económicas y ha recibido un espaldarazo clave: el de los sindicatos.
“Estamos transformando este país”, ha dicho Biden en el Centro de Convenciones de Filadelfia, ante un público de dos millares de trabajadores, según el portavoz de la central sindical AFL-CIO Ray Zaccaro, que llenaban el anfiteatro desde horas antes de la llegada presidencial y que saludaron con vítores casi cada una de sus frases.
Sin corbata, con una chaqueta informal y buscando hacer gala de energía, el presidente ha asegurado que “hemos creado más puestos de trabajo en dos años que cualquier otro presidente en cuatro. El desempleo entre los trabajadores negros, entre los latinos, se encuentra en números récord por lo bajo. La inflación está a la mitad que hace un año. Esto no ha ocurrido solo. Hemos hecho que ocurriera”.
Nada era casualidad en este primer mitin. No lo era el lugar: Biden quiere mimar a Pensilvania. Ya lo hizo en 2020; como ahora, el pistoletazo de salida fue en una de las grandes ciudades del Estado, la industrial Pittsburgh. Además, instaló el cuartel general de su campaña en Filadelfia. La jugada le salió bien: Pensilvania es uno de los Estados que en 2016 apoyó a Donald Trump pero que cuatro años más tarde cambió la orientación de sus votos para dárselos al candidato demócrata.
Tampoco era casualidad que dedicara este acto inicial de la campaña a los sindicatos. El apoyo de la gran central AFL-CIO, y otras organizaciones gremiales es fundamental para apelar a los trabajadores. Estas asociaciones cuentan, además, con una gran capacidad organizativa y una red muy capilar capaz de llegar a remotos rincones del país -y de repetir con eficacia entre sus afiliados el mensaje central de Biden: que su presidencia es beneficiosa para los bolsillos del estadounidense medio.
“La campaña de AFL-CIO será fundamental en los Estados bisagra donde el voto sindical será decisivo”, apuntaba esta central sindical al anunciar su respaldo al presidente demócrata. “Millones de conversaciones en las casas y en los puestos de trabajo se suplementarán con una campaña digital de contacto, mensajes de texto de compañeros y otras tácticas para garantizar que llegamos a los trabajadores (a comunicar) sobre las cuestiones que les importan más”.
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En el mitin de este sábado, también el mensaje estaba muy meditado. Biden sabe que tiene un problema de imagen ante los ciudadanos. Que incluso entre los votantes demócratas, su edad -llegará a las elecciones del 5 de noviembre de 2024 con 82 años- y su torpeza de movimientos son un factor que pesa como una losa. Sus niveles de aprobación rozan el 41%, mientras que un 54% de los ciudadanos se declaran descontentos con él en mayor o menor grado.
El hombre al que le gusta contestar “obsérvenme” cuando se le plantea si su veteranía representa un obstáculo quiere remitirse a su hoja de resultados para demostrar que es más eficaz que cualquiera de sus rivales. Muy especialmente, más resolutivo que Trump, su viejo rival de 2020 y favorito ahora para lograr la candidatura republicana a la presidencia.
La Casa Blanca repite y una otra vez que bajo el mandato de Biden se han creado trece millones de puestos de trabajo, 339.000 de ellos el mes pasado, y los índices de desempleo se encuentran en por debajo del 4%, unos niveles históricamente mínimos. La inflación, desbocada el año pasado, parece quedar bajo control, y los precios de la gasolina distan mucho de los máximos a los que se encontraban hace apenas doce meses. El coste de los medicamentos y los seguros de salud ha descendido.
“Mi filosofía de construir sobre la clase media, y desde abajo hacia arriba está funcionando”, apuntaba el presidente en su mitin. “Cuando la clase media va bien, toda la sociedad va bien”, insistía.
Este primer acto de campaña llega dos meses después de que Biden anunciara en abril de modo formal y mediante un anuncio en el que llamaba a “acabar la tarea” su candidatura a la reelección. Un paso que sus simpatizantes esperaban desde meses antes pero que el presidente hubiera preferido retrasar hasta otoño.
En parte, el mitin era la respuesta de su campaña a quienes opinaban que el retraso en activarse podría dar ventaja a los republicanos y, sobre todo, a Trump, cuyos problemas legales le han hecho omnipresente en los medios de comunicación desde que en marzo se convirtió en el primer expresidente imputado en Estados Unidos.
Biden, que ha dado órdenes estrictas a sus asesores de callar sobre los cargos contra su potencial rival, no se plantea, por el momento, dedicar su tiempo, la materia prima más valiosa de un presidente, a hacer campaña y participar en un gran número de mítines. Su actividad electoral, por el momento, va a centrarse en la recaudación de fondos.
A punto de cerrarse el segundo trimestre del año, un alto nivel de donaciones para la campaña enviaría el mensaje de que su candidatura disfruta de un amplio respaldo. Y viceversa, unas arcas anémicas podrían disparar las alarmas entre sus partidarios. El presidente, que el viernes participó en un acto de recaudación de fondos en Connecticut, tiene previsto desplazarse para eventos similares a los Estados de California, Maryland, Illinois y Nueva York.
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