Joe Biden y Kamala Harris, este lunes en un acto en la Casa Blanca.Manuel Balce Ceneta (AP)
“La economía, estúpido”. La frase de James Carville siempre vuelve. El estratega de Bill Clinton la usó como eje de la campaña de las presidenciales de 1992 para derrotar a George Bush padre. Ahora, con la inflación disparada, los tipos de interés al alza y las Bolsas a la baja, los republicanos atacan por ese flanco ante las elecciones de medio mandato del próximo noviembre. El presidente, Joseph Biden, ha decidido dar la batalla en ese terreno y este martes lo ha escenificado con el anuncio de un plan para contener la inflación, de la que culpa en parte a la pandemia, pero principalmente a Putin y a la guerra de Ucrania.
La estabilidad de precios es una tarea encomendada por el Congreso a la Reserva Federal. El banco central de Estados Unidos ha empezado a endurecer su política monetaria y la semana pasada aprobó la mayor subida de tipos de interés en 22 años, a la que seguirán varias más en los próximos meses. El contenido del nuevo plan de Biden se superpone al de Jerome Powell, presidente de la Fed, pero tiene más carga política que económica. “Es mi principal prioridad económica”, ha señalado Biden este martes en la Casa Blanca.
Biden ha presentado este martes las líneas generales de su plan; y el miércoles lo escenificará con una visita a una familia a una granja en Kankakee, en el Estado de Illinois, lo que probablemente brindará la ocasión de alguna foto costumbrista. El paro en Estados Unidos está cerca de sus mínimos históricos, el déficit público se ha reducido y, sin embargo, la subida de los precios lo empaña todo.
Ante las elecciones legislativas de noviembre, los demócratas creen que la filtración la semana pasada del borrador de la sentencia del Tribunal Supremo sobre el aborto puede ayudar a movilizar a sus votantes, pero son conscientes de que la economía seguirá decidiendo el voto de muchos electores. “Estados Unidos tiene una posición económica más fuerte que cualquier otra economía avanzada del mundo. Al mismo tiempo, la inflación es demasiado alta y está presionando a las familias trabajadoras. La prioridad económica es atajar la inflación y reducir los costes para las familias estadounidenses”, es el mensaje que ha trasladado Biden.
Más petróleo y más energías limpias
La primera receta del plan de Biden es responsabilizar al presidente ruso, Vladímir Putin. La Casa Blanca ya ha bautizado a la inflación como “la Subida de Precios de Putin”, así, con mayúsculas. Quizá eso no sea muy eficaz para contener los precios, pero desvía las culpas. Las medidas en el frente económico que anuncia Biden suponen básicamente la liberación de un millón de barriles de reservas de petróleo al día, y pedir al Congreso que imponga tasas a los pozos inactivos para tratar de aumentar la oferta.
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Las propuestas energéticas se completan con avanzar hacia la electrificación del parque automovilístico (con la vista puesta ¡en 2030!) y con pedir al Congreso que apruebe créditos fiscales para energías limpias y vehículos, e inversiones que reduzcan la “dependencia de autócratas temerarios como Putin”. Esos créditos fiscales, de aprobarse, sí tendrían contenido concreto y, según la Casa Blanca, permitirían a las familias ahorrar unos 500 dólares al año en sus facturas de servicios públicos, según ha señalado Biden, aunque sin detallar cómo.
La siguiente gran receta es atacar a los republicanos. Biden les ha acusado de tener un plan que aumentaría los impuestos de 75 millones de familias de clase media en unos 1.500 dólares de media este año y que castigaría a casi la mitad de los propietarios de pequeñas empresas, incluido el 82% de los que ganan menos de 50.000 dólares al año, unos cálculos que los republicanos consideran que salen de retorcer sus propuestas. Biden ha bautizado las propuestas republicanas como el “plan ultra-MAGA”, en referencia a las siglas de Make America Great Again, (haz que América vuelva a ser grande) el lema de Donald Trump.
En lugar de eso, Biden propone medidas para recortar el gasto médico y farmacéutico de las familias (reformando aspectos que no están funcionando en los programas de seguros asequibles), el aumento de la producción y la competitividad agraria (para contrarrestar el efecto de la invasión de Ucrania), inversión en infraestructuras (que puede eliminar a largo plazo cuellos de botella, pero no contendrá los precios a corto plazo). También contempla pedir al Congreso la adopción de medidas en materia de vivienda y de cuidados infantiles.
Impuestos a los ricos
El plan de Biden termina atacando al expresidente Donald Trump por sus rebajas de impuestos a los ricos. Le acusa de haber elevado el déficit cada año. En su lugar, Biden promete reducir el déficit y para ello, aparte de la recuperación económica, quiere poner más impuestos a los multimillonarios y a las grandes empresas. Sostiene que reducir el déficit también contendrá la inflación. Biden se ha esforzado todo el tiempo en afirmar que su gestión económica está siendo mejor que la de Donald Trump, al que no ha citado por su nombre (”mi predecesor”). Ha intentado que la “frustración” que sienten los ciudadanos y que él admite se dirija a los republicanos.
La mayoría de las medidas que tienen verdadero contenido económico anunciadas por Biden dependen del Congreso. “Algunas partes de mi plan dependen de mí, otras dependen del Congreso”, ha admitido. Y precisamente es el control del Congreso lo que el presidente se arriesga a perder en las elecciones del 8 de noviembre, en las que se renueva un tercio del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes, además de numerosos cargos locales y estatales.
“Tenemos que empezar a hablar más de lo que hablan estos tipos [por los republicanos] y por eso, amigos, tenemos que controlar la Cámara y el Senado y podemos hacerlo”, señaló el lunes Biden en un acto político. “Si ganamos, tenemos la oportunidad de hacer grandes cosas por este país”, añadió.
El plan de Biden no tiene demasiadas medidas eficaces para contener los precios, pero se presenta en el momento adecuado. Los expertos creen que la inflación puede haber tocado ya su máximo de este ciclo. La normalización de algunos precios, el efecto base y la decidida actuación de la Reserva Federal permitirán que baje antes de las elecciones de noviembre. La cuestión es si caerá lo suficiente como para que la economía no sea un lastre demasiado pesado.
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