‘BigBug’: el director de ‘Amélie’ estrena su peor película

Su mayor gloria fue el principio de su ocaso. Así de chocantes —y en parte injustas— son a veces las cosas en el arte. El singular y muy auténtico cineasta francés Jean-Pierre Jeunet ha visto cómo el triunfo global de la preciosa Amélie en el año 2001 se le ha ido atragantando con posterioridad por culpa de una doble vía. La primera, a causa de la desorbitada cantidad de émulos de su personalidad colorista y exultante, de sus diseños, sus narraciones en off y sus piruetas musicales, lo que llevó a que el estilo Amélie, en cine, en publicidad y hasta en medios de comunicación, se empezara a hacer cada vez más bola por reiteración. Jeunet como víctima de su propia originalidad. La segunda, porque desde entonces los puntuales destellos de brillantez en cada una de sus películas posteriores han mostrado un evidente declive, hasta llegar a BigBug, su primer largometraje en nueve años, producido por Netflix y estrenado en exclusiva en la plataforma: el peor con mucha diferencia de toda su carrera.

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Largo domingo de noviazgo (2004), creada tres años después de Amélie, era su obra seguramente más ambiciosa: Primera Guerra Mundial, fastuosos escenarios, melodrama más grande que la vida, vehemencia en cada uno de sus planos. Sin embargo, relamida en exceso, y con el virtuosismo a machamartillo como seña de identidad, ha ido cayendo en el olvido. Con Micmacs (2009) parecía volver al mundo de una de sus mejores obras, el cuento de horror cárnico Delicatessen, el extraordinario debut que le encumbró en medio mundo con sus cachivaches, sus juegos cromáticos y sus personajes de tebeo. Pero, como en algunas (demasiadas) de sus películas, los socavones narrativos ganaban la partida a los estallidos de genio, llevando una vez más al pensamiento de que Jeunet siempre se manejó mejor en las distancias cortas —sus maravillosas piezas de los años noventa— que en las largas. Finalmente, y pese a su irresistible simpatía, El extraordinario viaje de T. S. Spivet (2013) mostraba a un director cada vez más inane, preso de su narrativa fragmentada y de unas fórmulas narrativas y estilísticas que ya no sorprendían a nadie, pese a la novedad de las tres dimensiones.

Nueve años después, y con uno de retraso respecto a la fecha prevista de estreno a causa de la pandemia, llega por fin su nueva obra. Pero BigBug es un desastre: de concepto, de imagen y de narración. Una película ambientada en el año 2050, que al parecer Jeunet llevaba intentando conformar desde mucho tiempo atrás, y que no había logrado levantar por falta de financiación. Dice Jeunet que Netflix le ha dado total libertad, y quizá ese sea el principal de los problemas: que nadie le haya dicho que ese guion no tenía maldita la gracia, se había quedado antiguo en muchos aspectos y su ilustración era mucho más hortera que estilosa.

BigBug es una sátira futurista ambientada exclusivamente en una casa, en la que dos familias quedan encerradas a causa de la rebelión de los robots que hasta entonces les han hecho la vida más fácil. Con un cierto toque de El ángel exterminador, tiene alguna idea prometedora: la clonación prolongada de mascotas, para tener siempre al lado al mismo perro, sin temor a la muerte; que los robots carezcan de sentido del humor; los androides como remedio para la soledad. Sin embargo, nunca se desarrollan y a medio camino entre una idiota comedia de situación y el peor de los episodios de Black Mirror, la película se despeña entre la extravagancia de algunas de las interpretaciones, infantiles guiños a la pandemia dignos de un videoaficionado de TikTok y, sobre todo, por su horrendo tratamiento de la imagen.

BIGBUG

Dirección: Jean-Pierre Jeunet.

Intérpretes: Elsa Zylberstein, Alban Lenoir, Isabelle Nanty, Youssef Hajdi.

Género: ciencia ficción. Francia, 2022.

Plataforma: Netflix.

Duración: 110 minutos.

Estreno: 11 de febrero.

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